THE OBJECTIVE
José García Domínguez

La pulsión suicida de la izquierda

«Existe una contradicción entre la sostenibilidad financiera del Estado del bienestar y la apertura de las fronteras a extranjeros carentes de cualificación»

Opinión
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La pulsión suicida de la izquierda

Salvamento Marítimo socorre a un cayuco a su llegada al puerto de La Restinga, en El Hierro. | Antonio Sempere (Europa Press)

Todas las malas políticas se pueden corregir con el tiempo excepto las malas políticas migratorias. Seguir llenando las ciudades españolas de inmigrantes pobres procedentes del Tercer Mundo, haciéndolo además a ritmo acelerado, va a transformar el país para siempre. Y a peor. En este preciso instante, mientras la Comisión Europea se alinea con Giorgia Meloni -junto con Orbán, la gobernante de la UE más popular entre su población- tras avalar la iniciativa de reubicar en Albania a las personas que se adentren de forma ilegal en territorio de Italia, el Ejecutivo español ultima conceder la residencia a 700.000 extranjeros extracomunitarios que violaron en su momento nuestras leyes nacionales de inmigración. Y eso lo va a hacer un Gobierno que se dice socialdemócrata y defensor a ultranza de los principios del Estado del bienestar. 

Como si no existiera una contradicción evidente, flagrantemente obvia, entre la sostenibilidad financiera a medio plazo del Estado del bienestar, por un lado, y la frívola apertura de las fronteras para permitir el acceso indiscriminado a la Península de extranjeros carentes de cualificación profesional alguna demandada por el tejido empresarial autóctono, por otro. El espectáculo deprimente que ahora mismo ya ofrecen ciudades como Barcelona, con sus distritos céntricos llenos de africanos hurgando durante el día en los contenedores de basura y pasando las noches tirados en las aceras sobre un lecho de cartones, resulta premonitorio al respecto.

Solo una izquierda que ha abandonado su razón de ser histórica, la defensa de los intereses materiales de los trabajadores, para sustituirla por la tutela de las minorías lgtbi y la prédica de esa ideología woke manufacturada en Estados Unidos, la nuestra por más señas, puede no ser consciente de las consecuencias de tal modo de proceder. 

Acaban de publicarse, en la misma Barcelona y por el servicio de estudios de la Cámara de Comercio, los datos estadísticos de la evolución del consumo familiar en la demarcación durante lo que llevamos de la nueva centuria. Las conclusiones resultan desoladoras: el nivel del gasto promedio de los hogares en la segunda ciudad más importante de España, descontadas tanto la inflación del periodo como el dinero destinado a la compra de la vivienda, resulta que es más bajo hoy que hace un cuarto de siglo. En concreto, los barceloneses gastan un 12% menos en consumir, siempre en términos reales, que hace dos décadas y pico, allá por el año 2000. Un empobrecimiento colectivo, ese, que se produjo al mismo tiempo que el PIB creció un 44,5% en el intervalo que abarca del ejercicio 2000 al 2024. Cuanto más se expanden pues tanto la economía como la población residente fruto de la inmigración, más crece también la pobreza. 

«Crear de forma deliberada las condiciones óptimas que facilitan la generación de puestos de trabajo baratos conduce al suicidio al país»

Y lo que sirve para Barcelona y Cataluña, igual vale para el resto de España. La política de crear de forma deliberada las condiciones óptimas que facilitan la generación de puestos de trabajo baratos conduce al suicidio al país en su conjunto, pero de modo mucho más acusado a la izquierda. Y es que eso, el celebrar como un gran logro estratégico que el PIB crezca año tras año gracias al incremento exponencial de la mano de obra empleada en el proceso productivo, es imitar a China; pero no a la China actual, la innovadora e hiperindustrial de Xi Jingpin, sino a aquella subdesarrollada y paupérrima de Mao.

Estamos asistiendo a la suprema paradoja de que los liberales sigan soñando con suprimir el Estado del bienestar pero que quienes lleven esa fantasía a la consumación efectiva en el mundo real, el tangible, resulten ser los socialdemócratas y sus compañeros de viaje de la izquierda woke. Una demolición a cámara lenta cuyas manifestaciones más germinales se constatan en el colapso creciente de la sanidad pública, antaño la joya de la corona y ahora saturada por el súbito incremento de los usuarios extranjeros que demandan sus servicios, y en una red estatal de centros educativos desbordada en sus capacidades docentes ante la necesidad inabordable de tener que atender a un flujo constante de alumnos procedentes de medio planeta. Y el desguace solo acaba de empezar. Es la pulsión autodestructiva de la izquierda.

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