Política de mierda
«Compatriotas que pensaban, como nosotros, que vivían en un país desarrollado, se toparon con un Estado ausente y unas instituciones inoperantes»
Los valencianos estamos más que acostumbrados a los fenómenos de gota fría que, de forma recurrente, desbordan nuestros ríos e inundan nuestros pueblos. Yo misma he vivido varios episodios en primera persona. Pero lo sucedido el martes, 29 de octubre, quedará grabado para siempre en mi memoria. Por aquellos a los que el agua nos arrebató injustamente. Por mis vecinos que lo han perdido todo. Por la dignidad demostrada por mi pueblo frente a la inoperancia, la incompetencia y la miseria moral de unos dirigentes políticos que no están a la altura de sus gobernados ni de los abultados sueldos que les pagamos con esfuerzo.
Tengo, desde entonces, un nudo en la garganta que no se deshace. Que a veces muta en orgullo, otras en indignación y otras en llanto. Lloro de rabia cuando escucho a los afectados reclamar desesperados una ayuda de las administraciones que, una semana después, no les llega. Me hincho de orgullo cuando veo las columnas de jóvenes voluntarios llegando a pie desde Valencia, desde Madrid y desde otras tantas poblaciones españolas con sus botas de agua, sus cubos, sus vehículos cargados de artículos necesarios o sus tractores, abriéndose paso entre el lodo y la ruina de la riada, con la única pretensión de llegar a nuestros mayores y desvalidos. Me condena la rabia cuando compruebo que, con escasas excepciones, nuestros dirigentes y sus medios de referencia tratan de politizar el dolor de unas víctimas a las que han abandonado, porque su emergencia desde el martes no son los valencianos, sino el relato que pueden cimentar sobre ellos para obtener rédito electoral.
El miércoles, sin ir más lejos, el Gobierno convalidaba un decreto para asaltar RTVE mientras circulaban cifras provisionales que arrojaban decenas de muertos. Toda España era ya plenamente consciente de la magnitud de la tragedia. ¡Si hasta se suspendió la sesión de control al Gobierno! Pero la votación para colocar a los afines en la televisión pública sí que era de extraordinaria y urgente necesidad, al contrario que desplegar al ejército, Guardia Civil y policía en los pueblos asolados por el agua y desbordados por la escasez y el fango.
«Hay mucho que no se hizo porque pesaron más la soberbia y las ganas de ver quemarse al rival que el clamor de un pueblo desesperado»
Compatriotas que pensaban, como nosotros, que vivían en un país desarrollado, se toparon con la realidad de un Estado conscientemente ausente y de unas instituciones inoperantes tras una de las mayores catástrofes naturales y humanitarias de la historia reciente de nuestro país. Y digo lo de «conscientemente ausente» con toda la carga de profundidad que ello conlleva. Porque desde el primer minuto primó el tacticismo político sobre la emergencia.
Las continuas apelaciones a cuestiones competenciales y formales para pasar la patata caliente al otro carecen de fundamento legal, no se sostienen. Ni Pedro Sánchez tenía que esperar a que se lo solicitase Mazón para intervenir, ni existen pretextos para que Mazón no haya solicitado al Gobierno que asuma el mando, bien activando el «nivel 3» de emergencia previsto en la normativa de protección civil, bien mediante la declaración del Estado de Alarma. Por no hablar de las responsabilidades del ministerio de Transición Ecológica. Hay mucho que no se hizo porque pesaron más la soberbia y las ganas de ver quemarse al rival que el clamor de un pueblo desesperado.
Que algunos todavía recordamos cómo Sánchez decretó el estado de alarma unilateralmente en Madrid durante la pandemia, desplegando a más de 7.000 agentes para hacerlo cumplir. Sin embargo, el 1 de noviembre había desplegados apenas 1.200 militares en tierras valencianas, hasta que la ministra de defensa anunció otros 500. Porque lo único que les importa en política son ellos, querido lector. Y si todavía no me cree, le animo a comprobar cómo Pedro se ha atrevido a condicionar parte de la ayuda a las zonas afectadas a que el Partido Popular le apruebe los presupuestos.
Una muestra más de la política de mierda ejecutada por una mierda de políticos cuyo resultado es la percepción generalizada -y más que justificada- de que nuestro Estado está diseñado para servir a los intereses de una élite que coloniza nuestras instituciones y saquea nuestros bolsillos, mientras demuestra su inutilidad para asistir a sus ciudadanos en el peor momento. Un Estado costoso e implacable para recaudar y sancionar, e inútil para todo lo demás.
Pero la política de mierda no acaba aquí, porque después del abandono a las víctimas, llega el insulto. Si no tenían bastante con desampararlas, ahora las tildan de fascistas. A ellas y a los voluntarios que las han asistido, que las han alumbrado en la oscuridad y las han alimentado en la hambruna. Dicen que son nazis porque estropearon la foto que tenía planeada la comitiva de los Reyes, Sánchez y Mazón en su visita a Paiporta, con su ropa de sport y sus botines de piel. Les lanzaron barro y alguna que otra piedra, les prodigaron insultos. Algo intolerable para Su Persona, pero que nuestros Reyes, e incluso el inane de Mazón, entendieron que tenían que soportar. Porque mis vecinos han estado solos, muy solos. E impotentes. Algunos han convivido con los cadáveres de sus seres queridos en casa. Demandaban compresión y abrazos, un líder que les ofreciera consuelo.
Al contrario que Sus Majestades, Sánchez no prodigó abrazos, sino descalificativos y denuncias contra los que le increparon y golpearon su vehículo, a quienes tildó de «violentos marginales». En un abrir y cerrar de ojos, todas las terminales mediáticas sanchistas cacareaban el apelativo de «nazis» y tachaban lo acontecido de intento de magnicidio. Nuestro Kennedy de Hacendado escapó con vida de las garras de unos peligrosos ultraderechistas en Paiporta con los que luego se atrevieron a departir los Reyes. Intolerable. Hasta elaboraron un informe sin firmar que distribuyeron entre los medios la tarde del domingo, dejando así claro, una vez más que toda su atención continuaba puesta en el relato. En su empeño por victimizar al amado líder, difamaron a ciudadanos particulares, compartiendo su imagen en redes sociales sin contrastar su pertenencia a los movimientos extremistas con los que los vinculaban. Y siempre sin perder de vista que de extrema derecha somos todos los que no votamos a la izquierda.
Ahí continúan las decenas de miles de familias que han perdido su casa (más de 21.000), su coche (más de 44.000), o sus lugares de trabajo (unos 5.000) según datos del Consorcio de Compensación de Seguros. Por no hablar de los más de 200 muertos contabilizados hasta hoy. Tiene narices que, ante estas cifras, tengamos a los asesores gubernamentales preocupados por la construcción de narrativas. Dan hasta ganas de vomitar.
Pero ahí siguen, afirmando que el negacionismo climático es el responsable de la catástrofe. Un comodín con el que pretenden silenciar que en el año 2005 se desechó, por su elevado coste -unos 300 millones- la construcción de una presa en Cheste que hubiese minimizado sustancialmente los efectos de la riada, mientras maniobran de manera desalmada para que les aprueben unos presupuestos que contemplan una partida de 1.500 millones para RTVE. Como les he dicho antes, dan ganas de vomitar.
Política de mierda parida y alimentada por unos políticos de mierda que deberían lavarse la boca antes de insultar a los vecinos de las poblaciones afectadas o a los voluntarios que han acudido a ampararles y asistirles. No les llegan ni a la suela de sus botas manchadas de cieno y barro. Han degradado la democracia y las instituciones hasta hacerlas inhabitables. Y los maldigo por ello. Pero la marea de solidaridad que he visto estos días, liderada por tantísimos jóvenes, me llena de esperanza. Saldremos de esta política de mierda y reconstruiremos el país y el Estado para ponerlo, de una vez por todas, al servicio de los españoles. Para que funcione. Para que esté a su altura.