THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

La hora de Europa

«Europa debe despertar para asegurar la viabilidad de su proyecto. Para ello, necesita reformarse y ganar mayor autonomía en tecnología, energía y defensa»

Opinión
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La hora de Europa

Ilustración de Alejandra Svriz

Si el plan Draghi se entendió como un wake up call para que Europa reaccione y adopte las medidas necesarias recuperar la competitividad y ganar autonomía estratégica, la victoria de Donald Trump en EEUU hacen probablemente más urgentes muchas de las reformas propuestas en el mismo. Europa debe despertar para asegurar la viabilidad de su proyecto. Y, sin embargo, en un momento tan decisivo para su futuro, la primera economía de la unión, Alemania, está sumida en una grave crisis económica y política. Algunos analistas consideran que su modelo económico está agotado y que el golpe que han asestado a su industria la necesidad de reducir la dependencia energética de Rusia lo pone en evidencia. 

El crecimiento en la Unión Europea ha sido muy modesto desde hace décadas comparado con otras potencias económicas. En EEUU, la renta disponible ha crecido el doble del ritmo que lo ha hecho en la UE desde el año 2000. La brecha en productividad también se ha ampliado debido en gran parte a la gran ventaja tecnológica nos saca nuestro competidor americano. Y las sucesivas crisis de los últimos cinco años han demostrado hasta qué punto Europa era particularmente vulnerable. La fragmentación comercial, exacerbada por las políticas proteccionistas de Washington, y la interrupción de las cadenas de suministro tras la pandemia dejaron al descubierto la elevada dependencia de Europa en la importación de materias primas y de tecnología procedente de terceros países. La crisis energética reveló su enorme dependencia en la importación de combustibles. Y su influencia geopolítica es cada vez más irrelevante. 

Donald Trump está dispuesto a mentar de nuevo los aranceles a las importaciones (el 10% a todos los productos importados y el 100%, por ejemplo, a los coches fabricados en el extranjero), ampliando así la brecha abierta entre los bloques comerciales, es poco amigo de la cooperación multilateral y ha amenazado con desentenderse de la defensa de sus aliados europeos si no destinan al menos el 2% de su PIB al gasto en defensa. Europa debe despertar urgentemente para asegurar la viabilidad de su proyecto. Y para ello, necesita reformarse, avanzar en su integración y ganar una mayor autonomía en todas las áreas estratégicas: tecnología, energía y defensa. 

El Plan Draghi presentado el pasado septiembre es una muy válida hoja de ruta para conseguir esos objetivos. Recordemos aquí algunas de sus propuestas. El expresidente del BCE cree que Europa necesita una suerte de Plan Marshall. Y cifra en 800.000 millones de euros la inversión anual necesaria. ¿Es asumible esa colosal cantidad de dinero? Si tenemos en cuenta que los fondos Next Generation aprobados para facilitar la recuperación de la economía europea tras el colapso que provocó la pandemia, ascienden a 700.000 millones de euros repartidos en cinco años y su ejecución es muy deficitaria, la asunción de esa cifra representa un gigantesco reto. Tal vez inasumible. Aunque la mayor participación del sector privado en las inversiones y no sólo el público, como sugiere el italiano, puede ayudar a conseguir objetivos más ambiciosos. 

Para financiarlo, Draghi considera crucial una mayor integración de los mercados de capitales de los 27 y vuelve a poner sobre la mesa la emisión de los eurobonos que tan poco gustan a los países más austeros en el gasto como Alemania u Holanda. Para normalizarlo, la UE debe seguir avanzando en la unión fiscal y bancaria. No basta sólo con la monetaria. Pero en estos dos aspectos los avances han sido mínimos en los últimos años debido a la eterna tensión entre la necesaria cesión de soberanía para avanzar en esa unión o el deseo de los gobiernos de mantener el control sobre instrumentos claves de la política económica.

«El principal déficit de la UE, concluye Draghi, es la falta de innovación»

El principal déficit de la UE, concluye Draghi, es la falta de innovación. Hay un dato preocupante que recoge el informe: el 30% de las empresas europeas de innovación cuya cifra de negocio supera los 1.000 millones de euros se traslada a EEUU para poder crecer por motivos regulatorios, por un mejor acceso a la financiación y por la falta de empleo cualificado. Europa debe trabajar en todos esos frentes para poder retenerlas. 

En los últimos años, y debido a los efectos de las sucesivas crisis, los Estados europeos han reforzado su papel y su peso en la economía. Se trata de una nueva forma de política industrial. Pero de nuevo Europa no sale bien parada en comparación con EEUU. Este último demuestra tener un mayor dinamismo en la ejecución de sus planes de estímulo, como es el caso del IRA (Inflation Reduction Act), iniciativa dotada con 500.000 millones de dólares para subvencionar la inversión en energías limpias, la innovación y la mejora de la productividad industrial, que ha atraído la inversión de numerosas empresas, entre ellas muchas europeas, o el de CHIPS and Science Act o el llamado BIL (Bipartisan Infraestructure Law). Entre las tres movilizan una inversión de 2 billones de dólares y han creado cientos de miles de empleos. No tener 27 administraciones ni legislaciones diferentes ayuda. Habrá que pensar en cómo mejorar esa gobernanza. 

En el informe, de hecho, se señala a la excesiva regulación y la burocracia como dos de las grandes trabas al buen funcionamiento del mercado común. Es un problema que arrastramos desde hace tiempo. Ya los destacó en 2010 otro italiano, Mario Monti, encargado de elaborar un plan para mejorar la eficiencia del mercado único. Plan que quedó archivado en un cajón. Europa aspira a funcionar como un solo bloque económico, pero las distintas reglas de cada Estado miembro lo dificultan. 

Otro de los desafíos es cómo conciliar descarbonización y competitividad. Europa es el área económica que tiene los más altos estándares en el uso de energías limpias y eso entraña asumir costes extras frente a sus competidores. En sectores como la energía, en el que se quiere reducir la dependencia de países terceros, el cierre de las centrales nucleares dificulta y encarece la deseada transición energética hacia energías no fósiles. ¿Cómo hacerlas compatibles con el crecimiento?

Europa se halla sumida en una suerte de crisis existencial. Y la grave crisis que atraviesa Alemania no ayuda. Pero quién sabe si la elección de Trump puede suponer un gran acicate para adoptar muchas de las medidas que hasta ahora se han ido aplazando. Es de desear que el exhaustivo informe de Draghi no acabe olvidado en el cajón. Esta vez no se lo puede permitir. Es la hora de Europa. 

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