Hablemos de Franco
«De la expresión de que fue ‘reconciliador’ ese régimen ominoso que fue el franquismo, debe quedar huella y caer bajo el amparo de la libertad de expresión»
El 22 de mayo de 1946 el diputado laborista Seymour Cocks, conocido por figurar en la llamada «lista negra» de los británicos que habrían sido primero arrestados si los nazis hubieran llegado a invadir Inglaterra en 1940, preguntaba en la Cámara de los Comunes al Secretario de Asuntos Exteriores Ernest Bevin, también laborista y líder sindical, si conocía la divulgación que se había hecho en España, por parte de la BBC, de un artículo de Sir William Beveridge, Lord Beveridge, publicado a mediados de abril en el periódico The Observer.
Hablamos de quien, no sin exageración, es considerado, por sus propuestas en materia de política social, uno de los padres fundadores del Estado del bienestar. Así lo estudian miles de estudiantes en todo el mundo desde hace décadas. Cualquier alumno de cualquier facultad de Derecho de España que haya cursado la materia de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social ha tenido noticia del célebre Informe Beveridge de 1942.
A propósito de la figura de Lord Beveridge y de ese informe a partir del cual se consolidó el sistema de pensiones, así como otros pilares esenciales de esa nueva «ciudadanía social» que servirían de dique de contención contra la miseria, la enfermedad, la ignorancia, la necesidad y el desempleo, Joaquín Aparicio ha recordado que la idea del encargo a Beveridge partió precisamente de Bevin, aunque la encomienda fuera oficialmente hecha por un Gobierno cuyo primer ministro era Churchill. Beveridge, recuerda Aparicio, era un liberal, pero su liberalismo «…nada tiene que ver con lo que hoy propugnan los sedicentes liberales en nuestro país».
Aparicio escribe lo anterior en una entrada que lleva por título Sumar en el 80 aniversario del Informe Beveridge de 16 de enero de 2023 y a propósito de un acto que se había celebrado en Madrid pocos días antes y que había reunido a 350 personas para discutir las propuestas que habrían de impulsar a Sumar, y en el que, junto a Yolanda Díaz intervino el ministro de Universidades Joan Subirats. Días antes de las elecciones europeas del 9 de junio de 2024 Subirats también reivindicaría a Beveridge en una tribuna publicada en eldiario.es con el título Entre Beveridge y Milei: la encrucijada europea.
El texto de Aparicio se encuentra en el conocido blog de Antonio Baylos, Según Antonio Baylos, uno de los más conocidos «maestros» de la disciplina de Derecho del Trabajo en España, muñidor de una legendaria «escuela» de profesores y catedráticos entre los que se encuentra el citado Joaquín Aparicio y destacadamente el actual secretario de Estado de Trabajo Joaquín Pérez-Rey, académicos todos ellos que han venido aportando el corpus teórico para las propuestas más «progresivas» del sindicalismo «de clase» o de los gobiernos «progresistas», y que, cuando ha tocado, han constituido el azote más despiadado al neoliberalismo que habría permeado las «políticas de recortes salvajes» y de reformas (siempre regresivas) del PP. Y también de las iniciativas que en su día fueron formuladas por Ciudadanos a propósito del desempleo («mochila austríaca») o en los estudios e informes de think tanks como la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA) acerca de la racionalización del sistema de pensiones.
«Beveridge apostaba por una salida ‘hacia la libertad’ plenamente interna, sin injerencias exteriores»
Pero volvamos a la primavera de 1946. Estábamos en la Cámara de los Comunes y en las preguntas del representante laborista Cocks al miembro del Gobierno Bevin a propósito de una tribuna de Lord Beveridge. ¿Qué diablos publicaba en The Observer el 14 de abril de 1946 –aniversario casualmente de la proclamación de la II República- que tanto había incomodado en las filas del laborismo? El artículo, con el título How to Be Rid of Franco («Cómo desembarazarse de Franco») da cuenta de su reciente visita a España invitado por Fernando María Castiella, decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad Central de Madrid, y por Luis Jordana de Pozas, director del Instituto Nacional de Previsión (INP), para impartir una serie de conferencias con motivo de la inauguración de la Cátedra de Seguros Sociales de dicha Facultad, un episodio del que recientemente ha dado cuenta Ricardo Dudda y antes, por extenso, Arturo Álvarez Rosete.
Lord Beveridge empieza constatando que al preguntar a dos amigos –quizá los propios Castiella y Jordana de Pozas- sobre la tristeza que habría de producir un desfile de la victoria que celebra una victoria y una guerra civil (ese 1 de abril le pilla ya en Madrid), manteniendo así «… viva la memoria del conflicto», al preguntar eso, digo, sus interlocutores destacaban «…y sin mirar primero si algún policía escuchaba que la ciudadanía española agradecía el final de los asesinatos y la contienda».
Beveridge concedía que el régimen era «por supuesto» una dictadura, «… pero uno debe reconocer que no lleva consigo aparejada la supresión de la libertad con el alcance que desafortunadamente es común en muchas otras partes de Europa… Los españoles pueden hablar libremente contra el Gobierno, y de hecho lo hacen, no solo en la intimidad de sus hogares, sino en público. Los profesores universitarios pueden mantener sus puestos, aunque se sepa de su oposición al régimen. No hay acusación alguna que, basada en una declaración racional de las libertades humanas, pueda ser hecha contra el régimen de Franco y que no podría hacerse con tanto fundamento, o incluso con más, contra los gobiernos de la mitad de la Europa actual». De manera apenas velada Beveridge apostaba por una salida «hacia la libertad» plenamente interna, sin injerencias exteriores, y que recuperara la fórmula de la monarquía constitucional, toda vez que el llamado «Gobierno en el exilio» liderado por José Giral, se le hacía completamente inviable.
Era este último aspecto de la tribuna de Beveridge el que motivaba la querella de Cocks aquel 22 de mayo en la Cámara de los Comunes, pero, sobre todo, la divulgación dada por la BBC a esas opiniones de las que buena tajada habría de sacar el régimen franquista: «¿Hay algún modo de controlar al servicio europeo de la BBC que está copado por católicos romanos anti-republicanos?», le espetaba Cocks.
«El juicio burdo, falso del diputado Mariscal fue considerado como una ‘apología del franquismo’ por la presidenta del Congreso»
Regresemos ahora a nuestra cámara de representantes, a este otoño (del patriarca) de 2024. Esta semana, el diputado de Vox Manuel Mariscal ha proclamado desde su escaño que, frente a lo que «nos vende este gobierno», la etapa posterior a la Guerra Civil «… no fue una etapa oscura, sino de reconstrucción, progreso y reconciliación para lograr la unidad nacional». Beveridge lo habría suscrito casi literalmente en 1946, pero tanto este sociólogo, founding father del Estado de Bienestar, como el diputado voxista por Toledo, se equivocaron y se equivocan palmariamente, groseramente. Toneladas de hechos históricos y realidades sociales e institucionales documentadas permitirían fácilmente mostrar el dislate, si bien el régimen, como aproximadamente aventuró Lord Beveridge, evolucionó en la manera en la que él, y tantos millones de españoles, desearon durante décadas. Y lo hizo, por cierto, desde el «interior» con representantes del régimen como protagonistas de esa transición. ¿Quién si no? En eso Beveridge, sí atinó.
El juicio desnortado, burdo, falso del diputado Mariscal ha sido considerado como una «apología del franquismo» por la presidenta del Congreso que ha decretado su censura. Craso error por razones de principio y también estratégicas. De la expresión de que fue «reconciliador» ese régimen ominoso que fue el franquismo, especialmente en su primera hora, por supuesto debe quedar huella y deben caer bajo el amparo de la libertad de expresión tales consideraciones. Más todavía si se vierten en sede parlamentaria. De la misma manera que de lo que pudo sostener Beveridge, seguramente presa del contexto y del contraste de la Europa aún traumatizada por la Guerra Mundial y por el advenimiento de regímenes comunistas dominados por la Unión Soviética.
En su respuesta a Cocks, el secretario de Asuntos Exteriores Bevin afirma con pulcritud democrática y liberal: «…el Ministerio de Asuntos Exteriores no va a establecer censura en la BBC, ni yo jamás lo consentiré… no voy a interferir con la expresión de sus ideas de nadie, sean las que sean».
Aprenda, señora Armengol. Lea, señor Mariscal.