Se tendrá que ir
«Pero con Sánchez no se puede descartar nada. Para continuar en el poder ha sacrificado su palabra, el partido, las instituciones y la Constitución»
Sánchez se va a tener que ir. No podrá aguantar la doble presión. Es demasiado. Por un lado, el cerco de la Justicia se estrecha cada vez más a su alrededor y, por otro, la mayoría de la investidura huele el cadáver y aprieta. No es posible que este presidente del Gobierno, como no lo haría cualquiera de una democracia seria, siga en el poder cuando la corrupción llega hasta su persona y carece de mayoría parlamentaria para gobernar. Si España fuera un país perdido en algún confín de la Tierra, quizá durase Sánchez hasta el término de sus días, como Maduro, pero hablamos de un Estado importante de la Unión Europea.
Es imposible que un presidente de un Gobierno de la Europa democrática pudiera seguir en su puesto con su mujer y su hermano imputados por corrupción, en una investigación que avanza cada día. No sería creíble que un primer ministro europeo continuara ejerciendo el cargo si su mano derecha durante años, como Ábalos, fuera un corrupto de manual. Tampoco seguiría al mando del Gobierno si el fiscal general del Estado estuviera imputado. No acaba ahí, porque los casos de Koldo y Aldama apuntan a varios ministerios.
A esto sumamos la quiebra de su mayoría parlamentaria. Junts y Podemos van a lo suyo, y han negado la gobernabilidad de España para conseguir sus intereses. Lo hacen porque conocen la debilidad de Sánchez. Piensan que esto puede caer en cualquier momento y quieren colocarse para la nueva situación. Junts para hundir a ERC y recuperar terreno en Cataluña. Podemos para vengarse de Yolanda Díaz y marcar territorio electoral frente a la fórmula fallida de Sumar. No lo harían si pensaran que hay Sánchez para rato. Ahora cobran sentido las declaraciones del presidente en el congreso de UGT, en las que aseguró que estaría hasta el final de la legislatura y mucho más. No se dirigía al PP y a Vox, sino a sus socios, que ya están pensando en el postsanchismo.
La exigencia de Junts de una cuestión de confianza de Sánchez es la demostración de que lo ven moribundo, sin fuerza para aprobar ninguna ley y menos aún los presupuestos. Saben que el amo del PSOE ha gastado todas sus bazas en este mercadeo. No tiene nada más que dar ni ofrecer, salvo privilegios anticonstitucionales, como consultas de autodeterminación o cupos económicos. Conocen, además, que dentro del PSOE hay vocecitas antisanchistas que marean al narcisista de La Moncloa. Sánchez no es capaz de controlar a todos y cada uno de los miembros de su partido, y esto no lo soporta. Lobato, Tudanca, Page o Lambán son casi insignificantes, pero suficientes para pensar en el día siguiente a la marcha de Sánchez.
«Ven débil a Sánchez porque el líder socialista ha perdido su batalla contra el poder judicial»
Ven débil a Sánchez porque el líder socialista ha perdido su batalla contra el poder judicial. Quiso absorberlo, hacerlo suyo, poner a sus peones y convertir la administración de justicia en un apéndice de la guerra del relato, sancionadora de sus decisiones políticas, y ciega y sorda a la corrupción sanchista. Para esto se empleó a fondo. Amenazó con leyes para dominar la tramitación judicial y la formación del CGPJ, y lo acompañó de una campaña de insultos que ya por sí sola le debería haber inhabilitado para seguir como presidente del Gobierno. Es intolerable que un Ejecutivo de la Unión Europea diga que los jueces hacen lawfare porque investigan la corrupción de los gobernantes y sus familiares, o porque sentencian los delitos de sus socios de mayoría parlamentaria.
Tendrá que salir del Gobierno de España. Y no lo hará por el país o por un ataque repentino de sentido de Estado, de responsabilidad, de orgullo o dignidad. Lo hará porque cerrará un trato para salir lo más indemne posible, a lo Víctor de Aldama aunque a otro nivel. La solución es de manual: fuera del Gobierno dejará de ser portada, las noticias sobre la corrupción que le rodea ya no serán tan intensas, el mar se calmará, esperará un par de años, y entonces podrá desempeñar un cargo institucional internacional. Luego, incluso, en medio de un presumible gobierno del PP con Vox, estará en disposición de volver en loor de multitudes progresistas y ecofeministas sostenibles.
Ahora viene el reverso tenebroso. Con Sánchez todo lo malo es posible, y hará todo lo que esté en su mano para seguir, contra viento y marea, cuando parezca que no tiene más remedio que irse. No se puede descartar nada. Lo único que ha cumplido es su promesa de continuar en el poder, y para eso ha sacrificado su palabra, el partido, las instituciones y la Constitución. Hasta es capaz de proponer el fin de la monarquía usando su evidente enfrentamiento con Felipe VI y meternos en un berenjenal que oculte su debilidad y sus apaños. El juego no ha terminado.