THE OBJECTIVE
Esperanza Aguirre

Notre Dame, clave de nuestra cultura y de nuestra civilización

«Que el Gobierno no haya participado, a pesar de haber sido invitado, en la ceremonia de reapertura de la catedral retrata lo que está pasando en España»

Opinión
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Notre Dame, clave de nuestra cultura y de nuestra civilización

Ilustración de Alejandra Svriz.

El 15 de abril de 2019 fuimos muchos los millones de europeos que contemplamos, llenos de angustia y de tristeza, cómo en París ardía la catedral de Notre Dame sin que nadie pudiera frenar aquel tremendo incendio. No eran sólo los franceses a los que se les encogía el alma al ver que ese monumento central en la historia de Francia, pero también en la historia del cristianismo y, por tanto, en la historia de nuestra civilización, podía desaparecer para siempre. Éramos millones de otros muchos países, y entre los que miraban angustiados aquel terrible espectáculo había muchos creyentes, pero también muchos no creyentes.

Pero a todos, al ver aquello, nos invadió un sentimiento común: que, pasara lo que pasara, Notre Dame no podía desaparecer. De ahí la reacción espontánea de miles de personas que aquella misma tarde, cuando el incendio aún no había sido controlado, empezaron a ofrecer sus donativos para colaborar a la reconstrucción de ese templo, central para la Iglesia francesa, pero también para la Iglesia católica en su conjunto.

Me ha impresionado especialmente la reacción de los franceses, si tenemos en cuenta que la laicidad es el corazón de su identidad republicana. Todos, creyentes o no, se han volcado a colaborar económicamente para lograr lo que hemos podido contemplar el pasado sábado: la reapertura de la catedral, absolutamente restaurada con toda su belleza y su majestad recuperadas. De ahí, los más de 700 millones de euros recaudados para lograr lo que vimos el sábado: ahí está otra vez Notre Dame en todo su esplendor, como lugar de culto para los católicos y como símbolo incomparable del papel que ocupa el cristianismo en nuestra civilización.

Dejemos ahora la historia de esta catedral, que se empezó a construir hace casi 900 años y que es el monumento europeo con más visitas cada año, y fijémonos en esas emociones que compartimos tantos millones de europeos al verla arder hace más de cinco años, que tienen mucho que ver con la desazón que nos producía ver desaparecer un monumento que representaba eso, el papel del cristianismo en nuestra civilización. Y precisamente ahora, cuando estamos contemplando cómo, desde dentro de los países occidentales, surgen movimientos y partidos que, de manera más o menos explícita, tienen como objetivo acabar con nuestra civilización, de la que abjuran.

Recordemos que los tres pilares sobre los que se asienta nuestra civilización y nuestra cultura son el pensamiento racional que viene de Grecia con todos sus grandes filósofos, el derecho que nos dejaron los romanos para sobre él construir el marco de nuestra convivencia, y el mensaje de Jesucristo que reconoce la igualdad en dignidad de todos los hombres y nos invita a practicar la Caridad con los demás, eso que ahora se suele llamar solidaridad.

«Ver cómo se quemaba Notre Dame fue para muchos una especie de aviso de lo que puede estar pasando»

No hay duda de que de esos tres pilares el que está más amenazado, aunque no el único, es el cristianismo. Por eso ver cómo se quemaba Notre Dame fue para muchos, al margen de la destrucción física, una especie de aviso de lo que puede estar pasando. De ahí, también la emoción y la alegría al ver que ya está Notre Dame en todo su esplendor.

Lo que no está tan claro es que hayan acabado los ataques y el desprecio que provoca el cristianismo entre los partidos que, enfermos de multiculturalismo y de dogmas wokistas, desean acabar con nuestra civilización.

Un buen ejemplo lo hemos tenido en la reacción del Gobierno del proyecto de dictadura de Sánchez ante la reapertura de la catedral parisina. El no haber participado, a pesar de haber sido invitado, en la ceremonia retrata mejor que cualquier artículo crítico lo que está pasando en España. El ministro invitado, al que no voy a dar la satisfacción de nombrarle, no ha ido porque tenía que ir al circo. Con esto ha quedado muy bien demostrado el respeto que el sanchismo y sus socios tienen hacia el cristianismo.

Y de paso, este Gobierno ha maniobrado para que los Reyes de España no ocuparan el lugar de honor, al que estaban invitados para participar en la resurrección de este símbolo de nuestra civilización. Porque ya se sabe que, para Sánchez, ver cómo el Rey de España cumple maravillosamente su papel de representarnos a todos los españoles y provoca la admiración de todos los que lo ven, es algo que no puede resistir. De hecho, en Valencia se marchó.

«Cuando el cristianismo desaparezca de nuestra sociedad, con él se irán la libertad y los valores de nuestra civilización»

Una reflexión final. Es impresionante la capacidad de traición a los que decían que eran sus principios por parte de algunos de los partidos independentistas. Los herederos del hipercatólico José Antonio Aguirre hoy sostienen en el Gobierno de España a un personaje como Sánchez que no pierde ocasión de despreciar nuestras raíces cristianas. Y los herederos del no menos hipercatólico Jordi Pujol hacen lo mismo.

Pero que no quede la menor duda, en el momento en que el cristianismo desaparezca de nuestra sociedad, con él se irán nuestra libertad y todos los valores que caracterizan a nuestra civilización. Por eso, hoy, viendo que se ha recuperado Notre Dame, podemos tener una soplo de optimismo.

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