THE OBJECTIVE
Rosa Cullell

Queda inaugurado el año de Franco

«Estamos ante una iniciativa puramente gubernamental. No hay concordia ni objetivos comunes ni visión de Estado, como hubo en la Transición»

Opinión
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Queda inaugurado el año de Franco

Franciso Franco. | Archivo

Lo del márketing político se le está yendo de las manos. Inmerso en investigaciones judiciales y pactos con Puigdemont, el Gobierno se enfrenta a una complicada aprobación de los presupuestos. Sigue, por ahora, tirando del habitual decretazo incluso cuando ya se sabe que servirá para poco. Ante tanto trajín, el líder de este prolongado fin de fiesta, Pedro Sánchez, ha anunciado la conmemoración, en 2025, de «los 50 años de libertad en España». En 1975,  Franco murió (en la cama), pero la democracia no empieza hasta 1978 cuando se aprobó la Constitución. Qué más dará, piensan. Lo celebramos antes y abrimos el año con un proyecto de futuro. 

A los asesores de Moncloa se les ha ocurrido conmemorar ese fallecimiento con 100 actos, el doble de los años que el Caudillo lleva enterrado, desenterrado y vuelto a enterrar. Queda inaugurado el año del franquismo para hacernos olvidar lo que muchos vivimos entonces, pero más aún, lo que pasa ahora en el Gobierno. Nos quieren distraídos de sus enredos judiciales. Con tanto militante fiel, funcionario leal o votante sentimental progresista -de esos que creen que solo el comunismo o el socialismo te hace demócrata- estoy segura de que podremos asistir a emocionantes actos en los que conversarán entre iguales. 

A quienes vivimos la Transición -tan criticada y denostada en estos últimos años por la nueva izquierda- se nos van olvidando cosas: ¿cómo se llamaba aquel político maoísta que luego se hizo del PSOE? o ¿habrá fallecido ese ministro de Suárez tan simpático del que no recuerdo el apellido? Sin embargo, algunos no olvidamos la historia por mucho que nos convenga. Y, si tenemos dudas, consultamos libros y diarios. Es lo bueno de seguir leyendo y ponderando, de no dejarnos los ojos en las redes siguiendo a influencers.

Me recuerdo escuchando a Arias Navarro en TVE. Pedía a mis padres, sin éxito, que apagaran un telediario dedicado a mostrar las colas formadas en las calles de Madrid para llegar al ataúd del generalísimo. Mi padre no cerraba la pantalla de nuestra primera televisión; quería asegurarse de que «el cerillita estaba bien muerto». No, José Mari no era comunista, pero había sido falangista en su juventud y repetía aquella famosa frase: «Dejó que mataran a José Antonio». Mi madre, catalanista y apolítica, sufría: «¡A ver qué va a pasar ahora!». Registraban mi capazo de paja, el de la universidad, para asegurarse de que no transportaba panfletos «peligrosos». Se llevaron un disgusto cuando, en sus investigaciones por mi cuarto, encontraron un carnet de Comisiones Obreras. 

Pasaron muchas cosas en la siguiente década, pero en 1975  la mayoría de las conmemoraciones -el dictador se murió el 20 de noviembre- fueron para llorar al difunto. Todas, menos una. El 22 de ese mismo mes, Juan Carlos fue proclamado Rey de España, jurando al efecto en las Cortes  acompañado por su esposa y sus hijos (entre ellos, el actual Felipe VI). Hoy, tras el desastre de la dana, el monarca está dando una lección de servicio al Estado. 

«Ha llegado el momento de aceptar que, en las cunetas, quedaron cadáveres de distintas ideologías»

Con tantos cambios en las leyes educativas del país (la literatura ya no es obligatoria y la historia de España depende de la autonomía dónde se estudie), hay varias generaciones que han aprendido poco o casi nada de la Guerra Civil en la que lucharon, en uno u otro bando, sus abuelos o bisabuelos

La nueva izquierda no quiere recordar el caos que fue el final de la Segunda República. Durante 1936, con un Gobierno del Frente Popular, se registraron cientos de muertos, cierres de fábricas y una inestabilidad que hacía prever lo peor. Deberíamos todos volver al terrible verano de aquel año, revisar los hechos. Las sacas (puesta en libertad de presos), checas (cárceles comunistas) y paseos en coche hasta el fusilamiento se multiplicaron. Ha llegado el momento de aceptar que, en las cunetas, quedaron cadáveres de distintas ideologías. 

Hay una tendencia mundial a sustituir la historia reciente por el márketing inmediato: ¿Qué se lleva hoy? ¿Qué quieren escuchar nuestros posibles votantes? Hay conmemoraciones puntuales de todo y más a propuesta de gobiernos u organizaciones. Además de los días, semanas o años de la ciencia, de la niña, de la mujer o de la felicidad, se conmemoran los de la legumbre, el atún y hasta del retrete (¡qué haríamos sin él, desde luego!). He sido incapaz de contar los días aprobados por la ONU para promover, «mediante la concienciación y la acción» sus valientes objetivos

Seguro que hay un día para la lectura, pero sirve de bien poco si las humanidades quedan relegadas. Las nuevas generaciones han dejado de memorizar batallas y poemas. Los politólogos del momento están ocupados en estudiar técnicas innovadoras -esas que antes llamábamos mercadotecnia- para vendernos la moto. Y pasa lo que pasa: se confunden de fechas y celebran todo -incluso la llegada de la democracia- antes de tiempo.

«El espíritu de la reconciliación, el que llevó a las dos Españas a las Cortes, ha quedado olvidado en una vana lucha por el poder»

El proyecto que han inventado se llama España en libertad. La Moncloa ha decidido que tenemos que «poner en valor» (la frase hecha más utilizada para no decir nada) la transformación conseguida durante el pasado medio siglo. Habrá «arranque» de los actos y, como no podía faltar, «un comisionado especial» que acabará nombrando «un comité científico» que, a su vez, elaborará el programa. 

Cuánta  palabrería para proponer proyectos de partido, no de país. Estamos ante una iniciativa puramente gubernamental, no aprobada por las Cámaras y menos aún por la oposición. No hay concordia ni objetivos comunes ni visión de Estado, como hubo en la Transición. El espíritu de la reconciliación, el que llevó a las dos Españas a las Cortes españolas a finales de los setenta, ha quedado olvidado en una vana y temporal lucha por el poder. Queda inaugurado el año de Franco. Maldita sea.

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