Turbiedad
«Pedro Sánchez está negándole a nuestro país el debate y la claridad. España atrapada en aguas estancadas. Tiemblan las instituciones y crece el desapego»

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Ilustración de Alejandra Svriz
La turbiedad, como todo buen mal, es silenciosa e invisible. Simplemente está ahí. Amenazadora y serena. Observando desde la esquina de todas las salas. Asomada a la mirada de todos los cuerpos. Turbiedad. La capacidad que tienen muchas personas de estancar las cosas, de convertir lo cristalino en algo confuso. De hacer inaccesible lo que debería ser para todos. Que con sus dramas, que con sus miedos, que con sus intereses, logran enlodar las conversaciones y los ambientes.
Son poéticas las piscinas verdes e insondables, pero nadie querría bañarse en ellas. El sanchismo ha convertido la política española en esa textura espesa y poco apetecible. Ningún asunto se plantea con ligereza, con pedagogía, sin dobleces. Ninguna pregunta se contesta, ningún pacto se firma pensando en la ciudadanía. Agotan las formas y agotan aún más los fondos, con su viscosidad y con su profundidad incierta.
Ahora, además, el presidente pretende controlar los mensajes ajenos. Ya no se trata solo de evitar respuestas, de diluir cualquier cuestión en un estanque de ambigüedades y enfrentamientos artificiales. Propone un lenguaje enredado que no solo es manipulación, también cobardía. Se evita llamar a las cosas por su nombre no solo para confundir, sino para esquivar responsabilidades.
Se infantiliza a la ciudadanía, se le habla con paternalismo, se le deslizan consignas en lugar de argumentos. Como hizo Sánchez a su llegada al Consejo Europeo, cuando rechazó preguntas de la prensa española pero sí atendió a medios internacionales: «A mí, el término rearme no me gusta en absoluto», afeó el presidente. «No comparto en absoluto ese término. Creo que tenemos que hablar de otra manera, de dirigirnos a nuestros ciudadanos de otra manera cuando hablamos de la necesidad de mejorar la seguridad y las capacidades de defensa europeas». Es decir, más eufemismos, más retórica para no incomodar, para no decir nada.
Hay que recordarle al presidente aquella máxima latina si vis pacem, para bellum, si quieres la paz, prepárate para la guerra. No es necesaria tanta arquitectura ni tanto pañal para la ciudadanía. Europa, y España, saben ya cómo funciona el mundo. Se han asomado muchas veces al desorden, al dolor y a la culpa. Si hay riesgo de conflictos, si hay amenazas, como tal deben bautizarse. Somos una sociedad aparvulada. Una sociedad de babero y leche en polvo.
«Se negocia a espaldas de la ciudadanía, se presentan los hechos como irreversibles y se evita cualquier explicación»
Ahora, el Gobierno pretende fijar los titulares, qué se dice y cómo se dice. Imponer filtros, fiscalizar el lenguaje, establecer los términos del relato público. La censura disfrazada de regulación, la mordaza institucionalizada. Protegernos.
Esa misma táctica se repite en el Congreso, donde Pedro Sánchez se zafa sin rubor ante cada pregunta afilada, que no son tantas. La sesión de control se ha convertido en un espectáculo de evasivas y discursos pretendidamente chisposos. El pasado miércoles, Alberto Núñez Feijóo preguntó por el enredo de PRISA. Sánchez ni se acercó al asunto. Ni una sola línea para satisfacer la severa curiosidad del líder de la oposición.
Porque a estas alturas, en este juego de sombras, pactar no significa acordar, sino esconder. Así ha ocurrido con el compromiso con Junts sobre migración y el reparto de menores no acompañados. Un entendimiento de penumbras. Se negocia a espaldas de la ciudadanía, se presentan los hechos como irreversibles y se evita cualquier explicación.
El problema es que esta estrategia ya confunde hasta a los suyos. Sumar, socio de Gobierno, le afea su actitud y sus medidas. Es el Gobierno más desgobernado que hemos visto en España. Y ahí, entre los pliegues de una cama deshecha, se esconde el Ejecutivo. Ajeno a la cotidianidad. Encerrado en sí mismo. Embarrando cada decisión, cada debate, cada ley.
Tiemblan las instituciones y crece el desapego. Es imposible acercarse a la política sin militancias ciegas. Pedro Sánchez está negándole a nuestro país el debate y la claridad. España atrapada en aguas estancadas. Un incómodo baño en piscinas reverdecidas.