The Objective
Antonio Caño

El final del PSOE

«La debacle en Extremadura es de tal magnitud que solo le queda aplaudir a Vox con la esperanza de que el hundimiento de toda la nación oculte el hundimiento del PSOE»

Opinión
El final del PSOE

Ilustración de Alejandra Svriz.

Las elecciones de ayer en Extremadura son la primera etapa del proceso de hundimiento del PSOE, quién sabe si incluso su desaparición. Extremadura es un territorio simbólico por razones evidentes: rincón olvidado de España, donde las desigualdades y las injusticias sociales se han manifestado a lo largo de los años con particular crudeza y donde, por tanto, el mensaje de la izquierda calaba también con mayor facilidad. Cuando ese mismo partido otorga hoy prioridad a satisfacer las demandas de las regiones más ricas para cumplir con sus socios independentistas, aun a costa de profundizar esa brecha social, es igualmente lógico que los extremeños le den la espalda.

Los datos lo reflejan de forma contundente: el PSOE, que había sido el partido más votado en todas las elecciones autonómicas celebradas en Extremadura en nuestra democracia, queda a más de diez escaños de distancia del Partido Popular, que se convierte en una fuerza absolutamente hegemónica allí donde nunca fue relevante, con la extravagante excepción de Monago en coalición con los comunistas. La derecha ha obtenido el 60% de los votos de los extremeños. La debacle de los socialistas es de tal magnitud que ni siquiera el fanatismo más exaltado puede ocultarlo. Prueba de ello es que al PSOE solo le queda hoy aplaudir y alentar el crecimiento de Vox con la esperanza de que el enfrentamiento máximo y el hundimiento de toda la nación esconda su propio hundimiento.

Después de Extremadura vendrá Aragón y luego Castilla y León y más tarde Andalucía, y en cada una de esas elecciones se comprobará lo mismo: que el PSOE ha sacrificado los intereses de los ciudadanos en beneficio de los intereses personales de Pedro Sánchez, que muchas veces, como con la ley de amnistía o la financiación de Cataluña, son directamente contrapuestos. No es solo un problema de corrupción o de la hipocresía de proclamarse defensor de las mujeres cuando se ocultaban abusos en el interior del partido. El PSOE igualmente hubiera perdido las elecciones en Extremadura y en las demás comunidades sin los últimos escándalos conocidos. Es peor que eso. El PSOE ha perdido por completo el vínculo que durante mucho tiempo tuvo con los españoles para convertirse en un simple instrumento del más grosero caudillismo. 

No es fácil aún predecir cómo será el final de esta agonía. Está en manos del propio Sánchez decidir si continúa con esta sangría constante de elecciones autonómicas perdidas o la interrumpe con unas elecciones generales que le devuelvan al país un Gobierno y que coloquen al PSOE en su sitio. Tampoco es fácil adivinar cómo será exactamente ese momento. ¿Va Pedro Sánchez a aceptar su derrota y permitir a su partido emprender un nuevo rumbo sin él?

Con Pedro Sánchez, el futuro del PSOE está escrito: una organización sin pasado condenada a servir de burladero a su líder frente al odio popular y la presión judicial, un partido sin ideología, sin principios y sin más programa que salvarle el pellejo a Sánchez. Tal vez con fraseología seudoizquierdista, pero desprovisto de toda coherencia. En términos electorales, la absoluta irrelevancia.

Sin Pedro Sánchez el futuro no es mucho más halagüeño para los socialistas. El daño a su reputación a lo largo de estos años y en lo que queda por pasar es tan profundo que será muy difícil para cualquier próximo dirigente del PSOE hacer borrón y cuenta nueva. No hablo solo de los errores cometidos, que al fin y al cabo duran poco en la memoria popular. Me refiero más bien a la traición al papel histórico de la izquierda, a la ruptura de su compromiso con valores que antes le estaban reservados y que le permitían presumir de superioridad moral.

Por eso el PSOE ganaba siempre en Extremadura y en Andalucía y ahora pierde y quizá no vuelva a ganar en muchos años. El futuro del PSOE está en peligro no porque Sánchez sea el peor presidente de la democracia, sino porque durante su mandato ha destruido los valores del PSOE. Con Sánchez, el PSOE se ha convertido en un partido prescindible. Peor aún, en un partido peligroso del que conviene prescindir.

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