The Objective
José Carlos Rodríguez

No ha ganado la ultraderecha en Chile

«Kast es muy conservador, pero entiende que hay bienes mayores, como restañar una amistad civil que ha sufrido por los excesos políticos del último período»

Opinión
No ha ganado la ultraderecha en Chile

El presidente electo de Chile, Jose Antonio Kast, junto a su esposa. | Francisco Arias (Europa Press)

Los chilenos han elegido a José Antonio Kast con el 58% de los votos, por el 41% de la candidata rival, Jeannette Jara. Jara procede del Partido Comunista; hasta ese punto se ha radicalizado la izquierda chilena. Kast, por su parte, procede del pinochetismo militante. Defendió el sí en el referéndum que convocó el dictador preguntándole a los chilenos sobre su continuidad en el Gobierno.

Así las cosas, parece que la ola de polarización política, que crece desde la segunda década del siglo, alcanza en Chile una manifestación extrema. No está claro que sea así. La izquierda chilena, sí, es extrema. Pero se mueve en las mismas claves que el resto de la izquierda en el continente. Desde el punto de vista del discurso, el chavismo, o el movimiento impulsado por el Foro São Paulo, no tiene rival.

Mire el caso de Venezuela. La oposición a Maduro anterior a María Corina Machado estaba liderada por hombres que encarnaban partidos que están incluidos en la Internacional Socialista. Pero su defensa sin concesiones de la democracia frente al chavismo les ha llevado, ante el tribunal de la opinión pública, a la derecha. No podemos decir que Jara es moderada, pero pertenece a la única izquierda existente.

¿Y José Antonio Kast? Es tentador hablar de dos extremos y retratarlos como si fuesen uno la imagen especular del otro. Pero no están en el mismo plano. Más allá de la lógica reparto-crecimiento, Jeannette Jara iba a profundizar en la política de captura ideológica del Estado, y de la sustitución de sus mecanismos autónomos por otros de obediencia política exclusiva de la izquierda. Lo hemos visto en México con la justicia. Kast va en el sentido opuesto, que no es el de someter al Estado a los dictados de la derecha, sino el de reforzar su autonomía para que sea instrumento de la sociedad, y no de una parte de los políticos.

Es cierto que Kast defendió a Augusto Pinochet, cabeza de una dictadura brutal e innecesaria. Tardó demasiado en devolver el poder al pueblo tras haber salvado al país de la amenaza del régimen de Allende. Pero el pinochetismo es una posición política anclada en la historia. Hoy no hay ni Allendes ni Pinochet, y las opciones políticas son las que surgen del juego de partidos. Kast defiende la democracia en su país. También la defiende en cualquier otro país de América, y aquí sí se distancia de Jara. No, no son comparables.

«Kast no ha confundido el deseo de cambio de los chilenos con un apoyo a su propuesta social y moral»

José Antonio Kast es un candidato muy conservador. No se puede comparar a Johannes Kaiser, por ejemplo. Su plataforma política habla de aborto o de la comunidad gay. Pero él ha relegado estas cuestiones durante la campaña. No es que las haya escondido, sino que renuncia a ellas. Entiende que son cuestiones que dividen a la sociedad. Y no es que dejen de ser importantes para él, pero entiende que hay bienes mayores, como el de restañar una amistad civil que ha sufrido por los excesos políticos del último período.

Eso no quiere decir que Kast no adopte otras políticas que no son del gusto de todo el mundo. Pero no ha confundido el deseo de cambio de los chilenos con un apoyo a su propuesta social y moral.

Gran parte del éxito de José Antonio Kast es que ha sustentado su propuesta política sobre tres pilares, y solo tres: restaurar la seguridad, frenar la inmigración descontrolada y expulsar a quienes estén en el país ilegalmente, y volver por la senda del crecimiento; ese crecimiento en Chile que asombró al mundo.

Su propuesta económica no es una copia de la de Javier Milei. Pero el apabullante éxito de Milei en Argentina (ha bajado la tasa de pobreza del 48% al 27% en solo dos años) respalda su decisión de hacer un ajuste fiscal de 6.000 millones de dólares en los primeros meses.

«Deberá negociar con distintos grupos políticos, pero tiene margen de maniobra»

El crimen organizado se ha hecho endémico en Chile. Hay bandas organizadas con economías criminales estables; una novedad en ese país. Y hay áreas que el Estado no controla, porque ha sido expulsado y substituido por esas bandas.

No cuenta con una mayoría clara en el Parlamento; ni en el Congreso ni en el Senado. Pero el reparto de las fuerzas no le es del todo desfavorable. Deberá negociar con distintos grupos políticos, pero tiene margen de maniobra.

Nada de lo que propone llevar a cabo José Antonio Kast justifica que le califiquen de ultraderechista. Sencillamente, no es cierto que el 58% de los chilenos sean de ultraderecha o hayan apoyado a un político que merezca esa calificación.

Lo que sí es interesante es observar que Kast creó el partido que le ha llevado a la Presidencia hace menos de diez años, como Milei ha creado una plataforma en torno a él que tiene apenas tres años. Hay un momento de cambio en la derecha al sur del río Grande, y no hay una dirección clara, como sí la hay en la izquierda iberoamericana. Los movimientos conservadores en Iberoamérica no hablan entre sí ni han sabido coordinarse o plantear una plataforma al menos coordinada.

Ni México ni Brasil van a ver un cambio en el sentido del voto a la derecha. No, al menos, en el próximo ciclo electoral. Pero el cambio que viene desde el Pacífico podría suponer un cambio político fundamental del continente en las próximas décadas.

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