¿A quién votamos nosotros?
David Mejía

¿A quién votamos nosotros?

Advierto que, más que una columna, lo que sigue es una reflexión melancólica. Por mucho empeño que uno ponga en que su texto sea algo original y sugestivo, por más que uno tache y vuelva a empezar, hay veces que lo único que sale es el garabato triste de un problema irresoluble.

Acostumbrados a Trump
Paco Reyero

Acostumbrados a Trump

Después de dirigir el desembarco nortemericano en la Segunda Guerra Mundial, Ike Eisenhower fue lanzado como candidato a la presidencia de los Estados Unidos en 1952. Aquel patriota obedeció a los publicistas de Madison Avenue y se interpretó a si mismo en unos montajes televisivos llamados Eisenhower Contesta a América, donde respondía acartonadamente a las preguntas de unos actores que hacían de ejecutivos, granjeros o camioneros. Para ser llevado hasta la conquista de la Casa Blanca, al aspirante le encasquetaron una tonada de Irving Berling y unos alegres dibujos animados de Walt Disney, donde bajo un sol resplandeciente, sonaba I Like Ike, una ligera cancioncilla casi infantil.

Iglesias y Errejón, tres años en guerra
Alberto Lardiés

Iglesias y Errejón, tres años en guerra

El quinto aniversario de Podemos se recordará siempre por la ruptura definitiva entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Pero lo ocurrido es solo el capítulo final de una guerra fratricida, por momentos cruenta y por momentos larvada, que solo podía acabar abruptamente. Cinco años de historia y tres de guerra civil.

El consenso ha muerto, ¡viva el disenso!
Miguel Ángel Quintana Paz

El consenso ha muerto, ¡viva el disenso!

Entre el alud de reproches que viene recibiendo Vox (y al que un servidor se ha permitido añadir algún que otro granito) existe uno que veo particularmente desatinado. Es el denuesto (más habitual en los últimos días) de que Vox “rompe el consenso”: en torno a las autonomías, acerca de la ley de violencia de género, sobre la fecha del día de Andalucía…

La violación a Carmen Maura
Laura Fàbregas

La violación a Carmen Maura

Maura, una víctima real, no se victimiza. Rompió esquemas en su momento, y los rompe ahora. Ahora asume en una entrevista en El Mundo que las cosas han cambiado a mejor y que vivimos en uno de los países más libres. Y, como hizo con el revisionismo sobre la Transición, ha renegado de este pseudo feminismo que pretende victimizar a la mujer por el mero hecho de serlo. Ha puesto sentido común entre tanto alarmismo, sentimentalismo y puritanismo. Ella, que sufrió una violación, ha salido en defensa de los hombres con el mismo espíritu conciliador de la Transición.  

La Gran Brecha
Antonio García Maldonado

La Gran Brecha

Uno de los aspectos más básicos en los que se manifiesta la desigualdad es en la diferencia de conversaciones y aspiraciones de unos grupos sociales y otros. Siempre ha sido así, también en la modernidad, pero una poderosa clase media hacía de argamasa y nexo, de facilitador de un mínimo común denominador entre los deseos de los más pudientes, y las necesidades más básicas de los menos favorecidos.

Berlín, hace cien años
Juan Claudio de Ramón

Berlín, hace cien años

Las tres décadas que abarcan el nacimiento en 1889 en París de la Segunda Internacional y el fin de la Primera Guerra Mundial en 1918 han sido llamadas por un historiador como “el periodo apostólico de la historia del socialismo”. De manera semejante a los cristianos primitivos, antes de que la suya fuera religión de Estado, también los militantes socialistas de entonces, desprovistos de toda culpa posterior, guiados por un idealismo incorrupto y con su crédito moral intacto, se dedicaron a promover y predicar el milenio socialista. En un mundo mucho más injusto que el nuestro, su fe era contagiosa. Su esperanza en el futuro, de una intensidad que resulta difícil imaginar. Tenían profeta, tenían doctrina (y no pocas discusiones teológicas), tenían comunidades de creyentes y corrientes heréticas, tenían apóstoles. Muchos de ellos estaban dispuestos a morir por sus ideas. Tuvieron, por lo mismo, mártires.

El hipocampo de las madres
Lea Vélez

El hipocampo de las madres

Mis hijos me dan mis mejores ideas, tanto, que siento que soy mucho más lista desde que tengo niños. Bueno, no lo siento, lo sé. Pienso mejor, enfoco mejor la imagen del lugar al que quiero llegar, estoy más inspirada, tengo más determinación, paciencia, aprovecho cada segundo de tiempo como si el tiempo fueran billetes que voy recogiendo por la calle y el multitasking no tiene secretos para mí. Así que hoy me dio por preguntarme cómo conforman los hijos el cerebro de los adultos. Es bien conocido que los taxistas de Londres funcionan de conejillos de indias para muchos estudios científicos sobre la memoria, por aquello de que tienen que aprenderse 25.000 calles para pasar su examen, y se ha descubierto ya más de una vez (y de tres y de cuatro), que tienen el hipocampo de un hipopótamo, puesto que esta es la zona del cerebro en la que se almacenan toda esa barbaridad de información del callejero. Abundan también los artículos -favoritos de las redes- en los que se habla de la neuroplasticidad del cerebro, de las neuronas que nacen y mueren, de las dendritas y las sinapsis, y de cómo leer cambia físicamente la cualidad de nuestro órgano más importante. Gracias a unos señores muy listos de la universidad de Leipzig, sabemos que el cerebro consume más oxígeno mientras desciframos la letra impresa (cosa que era de cajón, pero no está de más demostrarlo). También abundan los artículos sobre otras ocurrencias espectaculares de la ciencia, como uno que les leí ayer a mis hijos sobre los metales que reaccionan a campos eléctricos para cambiar de forma o que sirven como “sangre electrónica” para futuros ordenadores basados en el funcionamiento cerebral. Sí, un líquido metálico que es, literalmente, sangre electrónica para ordenadores, fabricado a imagen y semejanza de la sangre que circula por el cerebro, que es al mismo tiempo la portadora de energía (oxígeno y nutrientes) y el líquido refrigerante del órgano más alucinante de la naturaleza. Otros muchos artículos fascinadores hablan de la terapia optométrica, es decir, el uso de gafas para corregir problemas en el cerebro y es que hoy sabemos que los cerebros tienen neuroplasticidad, esto es un hecho. Problemas en la visión pueden hacer que el cerebro funcione de maneras poco eficaces y, además, tras un trauma y una lesión, podemos reentrenarlo, redirigir los caminos del pensamiento poniéndonos nada menos que gafas.