
Nada nuevo
La llegada de líderes ultra, ajenos al sistema, se interpretó primero como un hecho insólito, producto de una modernidad desbocada por la crisis y la aceleración del tiempo histórico.

La llegada de líderes ultra, ajenos al sistema, se interpretó primero como un hecho insólito, producto de una modernidad desbocada por la crisis y la aceleración del tiempo histórico.

Tantos días después y sigue sin estar muy claro quién ganó las midterms americanas. Los Demócratas ganaron el control de la Cámara de Representantes y los Republicanos reforzaron su control del Senado.

El otro día estaba acodado viendo a unos niños jugar al fútbol con toda la dedicación de un jubilado. Esperaba a mi hijo, pero terminé siguiendo los lances del juego con un interés inusitado en un escéptico del fútbol como yo. Vi que, mucho más que los goles, resultaban excitantes, para los niños y para mí, los chutes que se estrellaban en el larguero o en la escuadra (lo máximo) o en alguno de los postes. El chasquido del balón transmitía mucha más épica, porque tenía el mismo merecimiento que un gol, o más, por lo ajustado, y a la vez, por el viril sabor del fracaso. No derrotaba al rival, era un plus y un acicate para la lucha de ambos equipos, que se reanimaba.

¿Se nace o se hace? ¿Es el talento como la rosa, que solo puede ser rosa si nace del rosal? ¿Qué es exactamente el talento? A veces decimos eso de tal o cual tiene mucho talento para la escritura y no nos paramos a ver de dónde parte ese talento, pues lo percibimos como algo que ya ha sucedido, un todo, sin desgranar sus ingredientes.

No me convence el argumento que justifica la monarquía solo en la existencia de democracias consolidadas y exitosas como el Reino Unido, los países nórdicos o Japón. Resulta atendible el argumento de Pablo Iglesias Turrión que, desde el punto de vista de la legitimidad, impugna la llegada a la jefatura del Estado desde el principio de fecundación

Necesitábamos un libro que nos hiciera felices e Ignacio Peyró nos lo ha dado. Para el autor se diría que escribirlo ha sido como erigir un panteón; para los lectores, leerlo es como es entrar en un balneario.

Cuando la violación de los derechos humanos por el régimen ‘x’ se justifica por simpatía ideológica, ¿sirve de algo recordar los datos? Las cifras y estadísticas de la Venezuela de Nicolás Maduro son tan incontestables y demoledoras que resulta inexplicable, por no decir obsceno, que aún haya alguien que alabe las conquistas de ese régimen e ignore el padecimiento de su población. El PIB del país se ha reducido a la mitad desde que Maduro accedió a la presidencia hace cinco años, una caída comparable a la de la Gran Depresión, su déficit público alcanza el 30% del PIB, se ha declarado insolvente para pagar su deuda exterior y los precios se multiplican por un millón al año, (una hiperinflación similar a la registrada en la Alemania de Weimar que precedió a la II Guerra Mundial).

Curioso que siendo un melómano clásico que sentía una completa indiferencia por la música moderna, Richard Nixon tuviera el privilegio de rozarse con dos gigantes del Rock’n’Roll. Nada más ni nada menos que con Elvis Presley y Johnny Cash. Ambos encuentros se caracterizaron por su punto estrafalario y disonante, como no podía ser de otra manera tratándose de Tricky (el trilero) Dick.

Lamentaba Concha Velasco en una entrevista en ABC que el teatro ya no es como antes. “Mis hijos se han criado en los camerinos; han andado a gatas por aquí. Pasábamos la vida en el teatro. Ahora no”. Ahora, cuando termina la función, apagan las luces “y te tienes que ir corriendo”. Los actores ya no se reúnen en los bares como cuando no había teléfonos móviles: “Nos reuníamos en sitios como el Oliver, que era de Adolfo Marsillach… Aquel Oliver maravilloso, con el pianista, Paco Tecla, en el que se basó Adolfo para escribir ‘Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?’ Nos reuníamos también en el Café Gijón… Aunque era más de intelectuales. Pero ahora, no sé si por los móviles, o por qué razón, ya no nos reunimos”.