Noches llenas de verano
Jesús Terrés

Noches llenas de verano

Yo siempre odié el verano. “El sol brillaba, no teniendo otra alternativa, sobre lo nada nuevo”, así arranca el primer párrafo de Murphy —de Samuel Beckett, y con la pesadumbre de quien tan solo encuentra cobijo bajo la sombra y algún otoño, aquel adolescente que yo era observaba con pavor los primeros latigazos del estío: ya están aquí las hordas de madrileños tomando las playas de nuestra Normandía (que es el Mediterráneo de nuestra infancia: las calas de Xàbia o Dénia, el pulpo seco y las gambas roja del Faralló). Ya están aquí las trolleys atestadas de promesas y toda la tristeza del secano, amontonaditas en los vagones del AVE. Yo soy aquella niña repelente de Poltergeist: ya están aquí.

¿Deberes de verano?
Daniel Capó

¿Deberes de verano?

De todos los argumentos que tradicionalmente se dan en contra de los deberes de verano, ninguno me resulta más sorprendente que el social. Prohibir el refuerzo intelectual durante las vacaciones escolares serviría para reducir la brecha social entre los que leen y los que no, entre los que acuden a museos o a conciertos y los que prefieren quedarse en casa viendo la tele, entre los que aprovecharían estos meses para conversar en inglés con algún nativo o para reforzar la habilidad en cálculo mental y los que prefieren la provinciana inmediatez de lo ya sabido. Efectivamente, en palabras del ensayista David Brooks, la escuela “constituye una máquina de selección social”; pero, aún más diría, es el campo natural de la responsabilidad. La ciencia ha documentado el efecto conocido como summer learning loss, según el cual –debido a la falta de estímulos veraniegos– las habilidades adquiridas por los niños en matemáticas y lenguaje retroceden entre dos y tres meses de media.

Valentí Puig

Los poderes de la CUP

La constatación de que un grupúsculo antisistema como la CUP puede determinar los presupuestos generales de Generalitat y las facetas más escabrosas del proyecto de secesión da una idea de la azarosa circunstancia que la sociedad catalana lleva viviendo desde hace tiempo. La CUP dio su apoyo a Junts pel Sí –es decir, Convergència y ERC- a cambio de que descabalgasen a Artur Mas y le sustituyeran, ya mucho más allá del principio de Peter, por Carles Puigdemont, aunque ambos comparten una aparatosa ignorancia sobre el Estado de Derecho y sobre la política y, en concreto, sobre la historia política de Cataluña y de toda España. Estamos en el ámbito del mito, irracional y primario. Los 300.000 votos de la CUP y sus diez escaños condicionan el futuro inmediato de una sociedad que por su parte ya ha desconectado de la desconexión, al contrario del microcosmos político nacionalista.

La Europa trágica
José Andrés Rojo

La Europa trágica

La tragedia griega está instalada en el corazón de Europa. Las obras de Esquilo, Sófocles y Eurípides llevaron a los escenarios una manera muy concreta de entender la vida. Nietzsche supo explicarla muy bien recurriendo a las figuras de Dioniso y Apolo. El primero, el dios de la embriaguez, representa cuanto de caótico existe en las remotas profundidades del hombre: lo más salvaje, lo más irracional, el puro desorden. El segundo, el dios de la belleza y el equilibrio y la razón, es quien permite dar forma a todo ese anárquico barullo que nos constituye. Lo trágico es eso: el momento en que lo más oscuro se hace carne.

Melchor Miralles

Las fiestas y el sexo forzado

Se ha convertido en una suerte de plaga. Ya casi no hay fiesta popular masiva en la que no se produzcan agresiones sexuales a mujeres que se arrancan al disfrute y terminan en el drama. Arranca San Fermín con el recuerdo de la repugnante “Manada” que abusó en grupo de una joven, presumió de ello y se lo tomo a coña. Ahora hay una campaña municipal que dice “Pamplona libre de agresiones sexistas”. Lo veremos. No es cosa de campañas, sino de educación, de principios. Y el problema no es solo nuestro. En Suecia han tenido que suspender el mayor festival de música por las agresiones sexuales que se han producido. Es en todo el mundo.

Dejen salir antes de entrar
Eugenio Fouz

Dejen salir antes de entrar

Los últimos días de clase, justo antes de empezar las vacaciones de verano, lo normal era volver a casa soñando despierto. Uno escribía sus planes sin necesidad de bolígrafo sobre las páginas en blanco de los meses de julio y agosto. Estos dos meses eran los meses más largos del año. La mayoría de los chavales de mi edad sabía que vería a Tarzán en la pantalla, pasaría una temporada en la playa, se aburriría a ratos, jugaría a la Oca y al Parchís y lograría ser más o menos feliz.

Verano
Antonio García Maldonado

Verano

Tendemos a hacernos una idea del Infierno en términos espaciales: el inframundo oscuro, por oposición a unas Alturas reconfortantes. Sin embargo, para mí siempre ha estado configurado en el eje temporal. Cuando llega el verano, desciendo sin buscarlo a una sima demoníaca donde me rodean vociferantes multitudes destetadas y enrojecidas por un clima al que no están acostumbrados; coches con las lunas bajadas atronando la canción de moda, ante el que uno quisiera poder confesar sus pecados y librarse del tormento. Los bares que frecuento el resto del año me castigan con subidas de precios y largas esperas entre cervezas o cafés; los supermercados me reciben con extensas colas ante unas cajas en las que bañistas aún con arena, a veces sin camiseta, actúan como si les amparara un decreto de felicidad obligada para todo el que acuda o viva en la ciudad.

El valor de la Transición, hoy
Miguel Ángel Quintana Paz

El valor de la Transición, hoy

Los profesores universitarios a veces sentimos tanta curiosidad por conocer el mundo que incluso aprendemos cosas de nuestros alumnos borrachos. Es lo que les ocurrió a Daniel Katz y su mentor, Floyd Allport, con el gran número de estudiantes que, a inicios de los años 30, abusaban del alcohol en el campus de la Universidad de Princeton. Si el recurso a líquidos espirituosos era tan frecuente, se preguntaron Katz y Allport, ¿era porque verdaderamente los estudiantes ansiaban beber tanto o porque creían que la costumbre era esa y querían adaptarse a los gustos de todos? Su investigación dio como resultado que, de media, los estudiantes deseaban alcoholizarse bastante menos de lo que pensaban que la mayoría quería beber. Es decir, todos creían que había una opinión mayoritaria que, en realidad, no era mayoritaria. Katz y Allport denominaron a este hecho “ignorancia pluralista”.

Trastos a la cabeza
Enrique García-Máiquez

Trastos a la cabeza

Mr. Bennet dio con una verdad universal: “¿Para qué vivimos sino para dar de qué hablar a nuestros vecinos, y poder reírnos de ellos a su vez?” Con los políticos no tenemos tanta suerte: nos ignoran mientras nos hablan sin solución de continuidad para pedirnos el voto o para convencernos de lo buenos que son, encima. Por compensar, podemos hablar de ellos hasta hartarnos e incluso reírnos más de una vez.