THE OBJECTIVE
Pilar Marcos

The winner takes it all

«Solo hay un entusiasta de la falaz disyuntiva de Sánchez. Se llama Gabriel Rufián y ahora no exhibe los gadgets que le hicieron famoso como provocador»

Opinión
Comentarios
The winner takes it all

Las cosas que más nos impactan son las que escuchamos de críos. Y Pedro Sánchez era un crío cuando el grupo sueco Abba formaba parte de la muy singular oferta televisiva de finales de los 70 y principios de los 80. No es difícil imaginárselo subido al sofá, con micro de pega en la mano, ensayando delante de los abuelos su enorme vocación por la fama mientras coreaba aquello de “the winner takes it all, the loser has to fall, it’s simple and it’s plain, why should I complain”, que interpretaban los de Abba en la tele. Si no, no se explica.

En realidad, un poco sí se explica. Por la experiencia previa y porque el entusiasmo aplaudidor de los más solícitos abuelos solo queda empequeñecido cuando se compara con el que practican los entornos, en especial en aquellos liderazgos que gustan de ser acunados por entornos aplaudidores.

Por hacer un poco de memoria: en julio de 2014, las primarias que le auparon al liderazgo del PSOE dejaron fuera del juego socialista a Eduardo Medina. ¿Se acuerdan? Dos años después, el traumático Comité Federal del 1 de octubre de 2016 a quien expulsó del tablero (temporalmente) fue al propio Sánchez. Fracasó en su intento de que su partido le permitiera ensayar una mayoría que él sabía alternativa a la de Mariano Rajoy: exactamente la que logró sumar para su moción de censura del 1 de junio de 2018. Aquello se retransmitió en directo un sábado de otoño con más share televisivo que los discos de éxito del Abba de su infancia, y eso que la oferta televisiva ya no es –aparentemente– tan singular como en aquellos años. Sánchez asumió esa misma noche el fracaso, it’s simple and it’s plain, why should I complain, pero a la mañana siguiente se lanzó a recuperar el terreno perdido. La tercera experiencia fue la de sus triunfantes primarias de mayo de 2017. ¡Ay, Susana: the loser! La cuarta, la moción de censura de finales de mayo de 2018, votada el 1 de junio.

¿Quién dijo que no había una mayoría alternativa a la Rajoy? ¡Pues ahí la tenéis, y gratis! ¿Gratis? Léase gratis en el sentido de que ninguno de los socios de censura se ha sentado en el Consejo de Ministros. Y gratis, también, en que aparentemente le dejaron hacer y deshacer exactamente lo que los socios querían que hiciera y deshiciera. Pero se fue creciendo y empezó a darles largas, hasta obligarles a recordárselo. ¿Cómo? Hicieron pública la infausta declaración de Pedralbes. La cabeza de caballo toma formas diversas…

Aquella publicación actúo de detonante del fin de una legislatura demediada por la moción, con la negativa de los socios independentistas a respaldar su proyecto de Presupuestos como definitivo catalizador…

Lo que vino después es bien conocido: que si Colón, que si fragmentación del voto para la mitad del electorado, que si ¡alerta roja, hay que frenar a la extrema derecha!… it’s simple and it’s plain, why should I complain.

El resultado, para Sánchez, fue pasar de 85 a 123 diputados. Y, oiga, si con 85 no fue necesario sentar a ningún socio en la mesa del Consejo de Ministros, ¿por qué había de hacerlo con 123? ¡Nada menos que con 123! Quizá porque 123 siguen siendo muy pocos.

Posiblemente el plan incluía poner en valor esos 123 y la enorme distancia que hay entre los escaños socialistas y el resultado de todos los demás. Y quizá para eso -no solo para eso-, convocó municipales y autonómicas un mes después, el 26 de mayo, y dejó toda negociación de su posible gobierno hasta después del 26-M.

Pero el 26-M las cosas no le fueron especialmente bien, qué le vamos a hacer. Por ejemplo, si el plan era dosificar unos cuantos madriles de Carmena aquí y allá para contentar a Podemos con poder territorial y mantenerlo alejado del Consejo de Ministros, aquello no pudo ser. O si, también por ejemplo, el plan era que mayo confirmara el mal resultado del PP y -quizá- diera algún impulso al sorpaso que pretendía Cs, o –puestos a seguir soñando– se pudiera seguir metiendo miedo con Vox[contexto id=»381728″]… Pues tampoco pudo ser.

Pero no hay que desanimarse. Ahí está la propia historia, con esas cuatro disputas en las que el ganador no dejó ni las migajas a los demás contendientes. Todo o nada, y estamos sentados en el lado del todo. Eso nos cuenta nuestro entorno aplaudidor.

Y el 6 de junio, seis semanas después de las elecciones de abril, y hace ya seis semanas, tras entrevistarse con el Rey, el recién ungido candidato proclamó: “Los españoles quieren que gobierne el PSOE. No hay alternativa. O gobierna el PSOE o gobierna el PSOE. No hay otra alternativa”. Ya es pretencioso erigirse en intérprete de los deseos de todos los españoles, pero decir dos veces en cuatro frases que “no hay otra alternativa”… ¿A qué, exactamente, no hay alternativa?

Otra vez, el eco de la propia historia. Sí había alternativa a un Gobierno con Rajoy tras las elecciones de junio de 2016 y diciembre de 2015. El Gobierno sin Rajoy que Sánchez quería en octubre de 2016, y para el que tuvo que esperar dos años: hasta la moción de censura.  Y unos meses y unas elecciones antes, la alternativa tenía hasta nombre: Pacto del Abrazo, rebautizado por Rajoy, con su coña habitual, como Pacto de los Toros de Guisando. Aquello no salió adelante por culpa de un solo hombre. Hay un culpable perfectamente definido. Se llama Pablo Iglesias. ¡Hasta sacó a relucir la cal viva para impedir aquello!, con enorme disgusto de su entonces compañero Errejón.

Iglesias impidió la alternativa a Rajoy que quería Sánchez y tenía como coprotagonista a Rivera. ¿Vas a sentar a alguien así en tu Consejo de Ministros? Por supuesto que no.

Bien, ¿y entonces? “O gobierna el PSOE o gobierna el PSOE. No hay otra alternativa”. Ah, ¿sí? Gobierna, vale. ¿Cómo, y con quién?

Solo hay un entusiasta de la falaz disyuntiva de Sánchez. Se llama Gabriel Rufián y ahora no exhibe los gadgets que le hicieron famoso como provocador. Hoy toma la apariencia de un modoso dirigente independentista infinitamente más preocupado por el futuro de la izquierda que por el calendario de la secesión.

Los de Rufián anunciarán mañana si prestan los 15 escaños de Esquerra a la suma que quiere Sánchez. 123 más 15 son 138. Más uno de Compromís, 139… Ya falta menos para los 176 de la mayoría absoluta. Como advierte Rufián-el-moderado, será toda la izquierda quien fracase si fracasa Sánchez.

Solo en la performance del nieto a sus abuelos, the winner takes it all. En la vida real, la cosa es más compleja.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D