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Galapagar, 'refugio' favorito de los fugitivos: la Policía detiene a dos prófugos en el pueblo de Iglesias

La Policía Nacional ha detenido a dos prófugos en la localidad madrileña en menos de un mes. Uno de ellos estaba en busca y captura desde hace 20 años

Galapagar, ‘refugio’ favorito de los fugitivos: la Policía detiene a dos prófugos en el pueblo de Iglesias

La imagen de Google Maps que captó al fugitivo italiano. | Google Maps

En cuestión de veinte días el municipio madrileño de Galapagar se ha despojado del apellido con el que desde hace tres años gran parte de la población reconocía a este enclave de la sierra madrileña: el pueblo de Pablo Iglesias e Irene Montero. En 2018, el exvicepresidente segundo del Gobierno y la ministra de Igualdad dejaron su piso de alquiler en Rivas y se compraron un chalet en dicha localidad, valorado en 540.000 euros, que supuso un antes y un después en sus vidas e incluso para el partido que ambos entonces dirigían: Unidas Podemos.

En las últimas semanas, sin embargo, los dos miembros de la formación morada han quedado en el olvido. Y es que Galapagar se ha convertido en una especie de refugio para fugitivos; o al menos eso es lo que han revelado las últimas operaciones policiales llevadas a cabo en esta localidad, ubicada en las lindes de la Sierra de Guadarrama.

Entre mediados de diciembre y principios de enero, la Unidad de Droga y Crimen Organizado (UDYCO) de la Policía Nacional ha detenido a dos prófugos de la justicia en esta localidad madrileña. El primero, de nacionalidad italiana, Giocchino Gammino, formaba parte parte de la organización mafiosa Stidda y estaba en busca y captura desde hace 20 años. El criminal se fugó de la cárcel de Roma, donde cumplía cadena perpetua por un asesinato cometido en 1989, aprovechando el rodaje de una película en el centro penitenciario romano en 2002.

El segundo, de nacionalidad colombiana, también formaba parte de otra organización criminal, pero en este caso de sicarios. Ibrahim Arteaga cumplía pena en prisión desde en 2015 por pertenecer a la banda, formada por otras siete personas, que acabó con la vida del famoso abogado de narcotraficantes Alfonso Díaz Moñux, en 2008. El prófugo había aprovechado su último permiso penitenciario a finales de noviembre para no regresar a la cárcel de Navalcarnero.

Tanto Giochino como Ibrahim disfrutaban de una vida normal completamente integrada entre los galapagueños, que no tenían sospecha alguna sobre ninguno de ellos. En el caso del mafioso, al que la policía italiana le seguía la pista desde hace dos décadas, se había cambiado de nombre e incluso había montado dos negocios en la localidad, una pizzería y una frutería. Se había casado y formado una familia. El sicario colombiano, sin embargo, aunque llevaba una vida algo más reservada, solía salir a pasear por la calle con total tranquilidad.

Según fuentes de la investigación consultadas por THE OBJECTIVE, que las dos detenciones se hayan producido en Galapagar se trata, en principio, de una simple casualidad. Si bien es cierto que son varias las características que hacen de este municipio un gran atractivo para los fugitivos. Los prófugos, sostiene las mismas fuentes, «suelen recurrir a pueblos pequeños, donde toda la gente les conoce y les es más fácil pasar desapercibidos para los investigadores». Además, apuntan, el hecho de estar cerca de la capital española pero al mismo tiempo en un entorno rural y tranquilo es otro gran aliciente para los criminales.

La vida de los fugados

El fugitivo italiano en su restaurante de Galapagar.

Las peripecias del mafioso italiano Giocchino Gammino para pasar inadvertido durante 20 años podrían ser perfectamente la historia de una película. Y es que lo más llamativo es que la policía española ya lo detuvo en 1998, en Barcelona, cuando debía estar cumpliendo pena por el asesinato que había cometido en 1989. Duro poco en la cárcel romana, sin embargo. Tres años después, se camufló entre los familiares de algunos internos y con la ayuda de un funcionario de la prisión se fugó.

Pasó por Alemania, Palma de Mallorca y —de nuevo—Barcelona hasta que se asentó en el municipio madrileño de Galapagar. Cambió su nombre por el de Vicenzo Mormino, formó una familia nueva y montó dos negocios: una frutería y una pizzería siciliana, la cocina de Manu. Un establecimiento por el que llegó a las manos con al concejal popular de Urbanismo tras haberle clausurado el local. Pero no fue esa pelea la que puso la pista de la policía sobre el fugado, fue una captura de Google Maps que le cazó hablando con un vecino en la puerta de su frutería, en 2017.

Cuando el fugitivo vio a los policías delante de su domicilio, según contaron han contado distintos vecinos, las primeras palabras de Giocchino Gammino fueron: «¿Pero cómo me habéis encontrado? Llevo diez años sin llamar a mi familia por teléfono».

La huida de Ibrahim Arteaga, no obstante, no fue tan llamativa. El colombiano se escondía en el piso de su novia, de la misma nacionalidad, desde hacía un par de meses. La investigación policial comenzó a finales de noviembre, cuando un juzgado madrileño emitió la orden de búsqueda y captura. Tras descartar una posible huida a su país de origen, los agentes centraron sus pesquisas en el entorno familiar y de amistades hasta que dieron con su ubicación en Galapagar. Poco después de desplegar el dispositivo de vigilancia, los policías localizaron al fugitivo, que trató sin éxito darse a la fuga corriendo por calle.

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