El motín en la cárcel de Las Palmas, contado desde dentro: «¡Entrad, perras, vais a morir!»
Cuatro presos destrozaron el interior de varias celdas de aislamiento, en un acto de rebelión contra los funcionarios de prisiones
Lo que debía ser un procedimiento habitual en un módulo de aislamiento se convirtió, en la tarde del viernes pasado, en un auténtico motín contra varios funcionarios de prisiones del centro penitenciario de Las Palmas II. Eran sobre las 17:30 horas, cuando un grupo de trabajadores entró en una galería de régimen de primer grado, dividida en 10 celdas, para dirigirse a una de ellas, la de Paulino V.L., condenado y detenido en 2018 por dar un puñetazo que dejó en coma a un camarero en Telde (Gran Canaria).
Los funcionarios, en lo que establecen como «una actuación común», debían trasladar a este preso a otra celda de la galería para revisar el interior del que hasta entonces había sido su habitáculo. Una medida de seguridad, explican a THE OBJECTIVE, «para evitar fugas» o «requisar objetos prohibidos o peligrosos que, con el tiempo, el recluso ha podido ir fabricando». Establecida la tarea, los trabajadores le comunicaron al reo que debía prepararse para salir, a lo que se negó en rotundo, montando en cólera.
Fue cuando el interno comenzó a golpear las puertas incesantemente, mientras profería todo tipo de insultos hacia los empleados penitenciarios. La situación se agravó todavía más cuando, tras oír y advertir la disputa, tres presos más se unieron a Paulino V.L. contra los trabajadores y comenzaron a destrozar, por separado, las cuatro celdas en las que se encontraban.
«Os mato hijos de puta, hoy os mato»; «os juro que voy a reventar al que entre» o «entrad, perras, que vais a morir» fueron solo algunas de las «amenazas de muerte» que los amotinados profirieron contra los funcionarios de prisiones, mientras rompían los paneles de cristal que comunicaban las celdas, y destrozaban el interior de las mismas, incluido paredes, suelo y todo el mobiliario de los baños, según relatan a este periódico testigos del suceso y puede advertirse en las imágenes que ilustran este artículo.
Apedreados en el patio
El episodio se tornó todavía más peligroso cuando los internos consiguieron armarse con «objetos contundentes», a partir de los los destrozos que habían ocasionado en las celdas. «Utilizaron todo tipo de objetos para intentar herirnos. Cogieron trozos de sanitarios y lavabos, y los emplearon a modo de honda contra nosotros», relatan fuentes penitenciarias a THE OBJECTIVE. Lo más complicado, no obstante, sucedió durante las horas siguientes, una vez que los trabajadores se decidieron a contener a los amotinados.
Pertrechados con un chaleco, un casco y un escudo, los funcionarios intentaron acceder a la celda para detener a Paulino V.L., pero los impactos con piedras que recibían del recluso hacían la tarea posible. En un segundo intento, empleando el «spray de acción adecuada», parapetados tras los escudos, los empleados lograron entrar al habitáculo, pero el preso seguía oponiendo resistencia mientras lograba respirar por la ventana.
«Los presos se sienten impunes»
Ante este escenario, los empleados penitenciarios decidieron salir al patio e introducir ese gas tanto por la entrada de la celda como por la ventana para inmovilizar al reo. Pese a que la salida al patio vino acompañada por un apedreo por parte de otros reclusos, que desde las ventanas que daban al patio lanzaron objetos contra ellos, los funcionarios lograron su objetivo y lograron trasladar a los cuatro presos en una intervención que duró más de dos horas. Los daños materiales causados por los presos supondrán un coste de reparación de más de 7.000 euros, según las fuentes consultadas.
«Una situación extremadamente peligrosa en la que los trabajadores tuvieron que arriesgar su integridad física para cumplir con los objetivos de guardia y custodia que tienen encomendados», denuncian desde la asociación Tu Abandono Me Puede Matar (TAMPM). En este sentido, desde esta organización recuerdan que los funcionarios siguen sin ser reconocidos como agentes de autoridad, lo que «motiva a la población reclusa a protagonizar este tipo de incidentes». «Los presos se sienten impunes porque este tipo de episodios solo se dilucida con un procedimiento disciplinario liviano en vez de perseguirse de oficio por los propios mandos con penas de prisión», critican.