Sánchez y Albares abrirán en Rabat una nueva etapa en las relaciones con Marruecos
El Gobierno espera lograr acuerdos en materia de inmigración y asegurar el fin de la crisis abierta con Rabat
El rey Mohamed VI recibe este jueves al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en Rabat en el encuentro que se produce tras el viraje del Ejecutivo español con respecto a la autonomía sobre el Sáhara Occidental. La cena, en la que el monarca romperá el ayuno por el Ramadán en señal de paz para poner fin a la crisis diplomática, tiene como objetivo iniciar una nueva etapa en la relación entre ambos estados.
El hecho de que el monarca alauí haya invitado al presidente del Gobierno y también al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, al ‘iftar’, la cena con la que los musulmanes rompen su ayuno durante el Ramadán, confiere un mayor simbolismo al encuentro, como se ha encargado de resaltar el propio jefe de la diplomacia.
El que se invite a alguien externo al círculo familiar al ‘iftar’ «es un signo de amistad muy fuerte por parte del rey«, defendió el ministro este martes tras anunciar la fecha del viaje, resultado de la conversación telefónica mantenida el jueves pasado entre Sánchez y Mohamed VI.
Pero en realidad ha sido el monarca el que ha marcado todos los tiempos en la reconciliación en ciernes ya que su llamada de la semana pasada al presidente del Gobierno tuvo como resultado la cancelación de la visita que iba a hacer al día siguiente Albares, quien tenía previsto reunirse con su homólogo marroquí, Naser Burita, y preparar el viaje de Sánchez para más adelante.
Fue la Casa Real marroquí la que desveló el 18 de marzo el contenido de la carta que había enviado Sánchez cuatro días antes al rey, en la que ponía negro sobre blanco que España considera el plan de autonomía para el Sáhara, que Marruecos planteó en 2007 y que dejaría a este territorio bajo soberanía marroquí pero con algunas competencias transferidas, «la base más seria, creíble y realista» para lograr una solución.
Pone fin a la crisis del Sáhara
Ese era el gesto y la aclaración que Marruecos había venido exigiendo desde hacía más de un año al Gobierno. El reconocimiento por parte del entonces presidente estadounidense, Donald Trump, en un mensaje en Twitter publicado el 10 de diciembre de 2020 de la marroquinidad del Sáhara Occidental dio alas a Rabat que, reafirmado en su postura, se lanzó a tratar de empujar a otros países a seguir los pasos de los estadounidenses.
Aquel mismo día, y con el argumento de la pandemia, se cancelaba la cumbre bilateral que España y Marruecos iban a celebrar una semana después en Rabat, con el compromiso de que esta tendría lugar en los meses siguientes pero que aún no se ha celebrado.
La acogida del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, en España el pasado 18 de abril por motivos humanitarios sirvió después de excusa perfecta para escalar la tensión, que culminó con la entrada de unos 10.000 inmigrantes a Ceuta el 17 y 18 de mayo ante la pasividad de las fuerzas marroquíes y la llamada a consultas de la embajadora en Madrid, Karima Benyaich, amiga personal del monarca y que tras la carta ya está de vuelta.
La salida del Gobierno de Arancha González Laya, bestia negra para Marruecos en el ‘caso Ghali’ y la llegada al Ministerio de Asuntos Exteriores de José Manuel Albares no destrabó la situación, pese a los mensajes conciliadores a ambas orillas del Estrecho que comenzaron en agosto con un mensaje de Mohamed VI en el que expresó su deseo de «inaugurar una nueva etapa inédita en las relaciones entre los dos países, sobre la base de la confianza, la transparencia, el respeto mutuo y la honra de los compromisos».
Las gestiones discretas de Albares en los meses siguientes, en los que no fue posible cerrar ningún cara a cara con Burita, e incluso la intervención del Rey Felipe VI a finales de enero reclamando «materializar ya» la nueva relación para el siglo XXI que ambos países buscaban forjar, tampoco terminaron de dar sus frutos.
La carta, un punto de inflexión
Hubo que esperar a la carta de Sánchez para que la situación se desbloqueara finalmente, aunque el gesto hacia el reino vecino haya generado malestar en la coalición, ya que Podemos desconocía el contenido, así como críticas desde todos los grupos parlamentarios, además de desencadenar que Argelia llamara a consultas a su embajador en Madrid, sorprendido por el giro y por no haber sido informado de antemano.
Tanto en sus comunicados tras conocerse la misiva, como en los emitidos la semana pasada a raíz de la llamada telefónica entre Mohamed VI y Sánchez, los dos gobiernos han expresado su voluntad de iniciar una nueva etapa en la relación, aunque no en los mismos términos.
Así, Marruecos sostiene que «la asociación entre ambos países ya se inscribe en una nueva etapa, basada en el respeto mutuo, la confianza recíproca, la consulta permanente y la cooperación franca y leal», mientras que Moncloa menciona también «el cumplimiento de los acuerdos firmados por ambas partes, así como la abstención de toda acción unilateral para (…) evitar futuras crisis entre nuestros dos países».
El Gobierno espera una mejor ayuda en migración
Pero sin duda, una de las cuestiones que más parece interesar al Gobierno y que Marruecos ha esquivado mencionar hasta el momento es la de «garantizar la estabilidad e integridad territorial de España«, en clara referencia a Ceuta y Melilla.
Esta cuestión ha sido uno de los argumentos esgrimidos por el Gobierno después de que se diera a conocer su nueva postura respecto al Sáhara, que Sánchez niega que constituya «un giro» y prefiere calificar de «un paso más» en la búsqueda de una solución a un conflicto que dura ya más de cuatro décadas.
Las comparecencias, de Albares primero y de Sánchez después en el Congreso, no han disipado tanto el malestar por cómo se ha dado un paso que los grupos parlamentarios consideran histórico porque rompe con una postura de cinco décadas como las dudas sobre en qué consiste el «acuerdo» con Rabat del que habla el Gobierno y las contraprestaciones a las que habría accedido el reino a cambio del giro respecto al Sáhara.
El nuevo líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha defendido este jueves que «la política exterior de España es actualmente la de una persona: lo que diga Pedro Sánchez. Ni siquiera es la política del Gobierno, porque buena parte del Gobierno ha dicho que tampoco estaba informado». «No conoce nadie el acuerdo» ni se sabe en qué consiste, ha subrayado, un día antes de su encuentro previsto con el presidente en Moncloa horas antes de que este ponga rumbo a Rabat.