Juanma Moreno: el ariete de Feijóo
El actual presidente andaluz ha sorprendido a todos, incluso a los de su cuerda
«Juanma, cuenta conmigo. Iré a tu investidura», le gritó desde la tribuna el recién elegido presidente del Partido Popular (PP), Alberto Núñez Feijóo, hace poco más de un mes. Todavía no había disuelto con seis meses de adelanto la legislatura el jefe del Gobierno andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla (Barcelona, 1950), Juanma a secas como le gusta ser llamado. Llegó al poder por sorpresa y tras cosechar el peor resultado de la historia de los populares en Andalucía gracias al respaldo de Ciudadanos y la abstención de Vox. Hoy, los primeros están a punto de desaparecer en tanto que los segundos continúan creciendo, lo que hace harto complicado que Moreno pueda seguir gobernando sin necesitar a los de Santi Abascal.
En cualquier caso, nadie duda entre los andaluces que Moreno ganará estos comicios. Las encuestas menos optimistas le conceden entre seis y siete diputados para tener la mayoría absoluta y poder gobernar sin necesidad de reclamar el sostén de la ultraderecha. Ése es su gran objetivo, y el gran anhelo de Feijóo, que no quiere que se repita lo de Castilla y León, donde se ha constituido una coalición de populares y ultraderechistas. Es decir, lo que pretende Moreno en Andalucía es que el PP tenga más diputados que toda la izquierda junta. Y eso a fecha de hoy es bastante probable pues el PSOE no arranca con su nuevo líder, el ex alcalde de Sevilla Juan Espadas, y aún menos la plataforma de la izquierda de la izquierda peleada hasta el último minuto con Unidas Podemos subiéndose al carro fuera de plazo.
Lo del próximo 19 de junio puede tener consecuencias irreversibles para la política española. En Ferraz, sede nacional del partido, la preocupación es muy grande y se traslada al tablero nacional y a la obligatoriedad de adelantar las elecciones generales previstas para diciembre de 2023. Se palpa la debacle. Espadas fue el escogido de Pedro Sánchez para acabar con su odiada compañera Susana Díaz, pero no tiene carisma, es poco conocido, aunque cree en el milagro de que los ayuntamientos donde el partido gobierna arrastren al tradicional electorado de izquierda andaluz. Díaz perdió sorprendentemente hace tres años y medio pese a que el PSOE fue la fuerza más votada, aunque con unos resultados pobrísimos consecuencia de una gran abstención y del hartazgo de casi cuatro décadas de socialismo ininterrumpido y clientelar, manchado de escándalos. El más grave, el de los ERE, en el que han sido condenados los expresidentes Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Ambos han recurrido la sentencia, que está siendo juzgada en estos momentos por el Tribunal Supremo. El fallo definitivo no se conocerá hasta después de los comicios.
La legislatura de Moreno comenzó con los peores augurios. Con una izquierda desesperada y ríspida de la mano de Susana Díaz, quien estaba segura de que su sucesor no aguantaría la presión ni reunía cualidades necesarias para gobernar hasta el final con, además, la espada de Damocles de la extrema derecha, que una vez prestaba sus votos y otras amenazaba con no dárselos. Y en realidad, Vox ha sido el causante de que la legislatura no se agotara como era el deseo de Moreno al votar en contra de los nuevos presupuestos.
El actual presidente andaluz ha sorprendido a todos, incluso a los de su cuerda. Hoy por hoy Moreno Bonilla, con esa eterna sonrisa y sus andares y atuendo de señorito, sin para nada serlo, cae bien entre sus conciudadanos, que le reconocen una buena gestión, el gobierno del cambio como él anunció a su llegada al Palacio de San Telmo, la sede de la presidencia, sin que eso signifique que en todo este tiempo haya dado la vuelta al calcetín. En cualquier caso, es justo reconocer en su haber la bajada de impuestos, una ligera mejora en educación y sanidad y haber reducido un poco el desempleo, pero todavía siete puntos por encima de la media nacional. La economía ha crecido una décima por encima de la del conjunto del país. Sin embargo, la pandemia, el coste de las materias primas y ahora la guerra en Ucrania dejan todavía a Andalucía, la región más poblada de España, en el furgón de cola con un alto nivel de exclusión social.
La radiografía del líder popular andaluz está llena de dificultades. Parece que nadie le regaló nada, aunque sí tuvo el fino olfato de aproximarse a quienes cuentan. Tiene como grandes referentes históricos a Adolfo Suárez y John Kennedy y admira a José María Aznar. En realidad, a él se debe su desembarco en la política. Local, al principio, en el ayuntamiento de Málaga; autonómica como diputado y luego en las Cortes por la circunscripción de Cantabria. En la política nacional fue secretario de Estado de Seguridad Social durante el gobierno de Mariano Rajoy.
Juanma Moreno es de origen modesto. Nació en Barcelona aunque a los tres meses sus padres, un tendero y una dependienta, regresaron a Andalucía, a Málaga. Sus abuelos paterno y materno se vieron obligados a emigrar a Cataluña como tantos andaluces en busca de trabajo.
Moreno no ha terminado ninguna de las carreras universitarias que empezó: Psicología y Magisterio. Se le acusa de haber inflado su currículo, pero no tiene a sus espaldas ningún caso de corrupción a diferencia de lo que sucede en el bando socialista. En realidad, antes de que se terminara anticipadamente la legislatura el PSOE había denunciado un presunto caso de corruptelas administrativas con las vacunas contra el covid-19.
Cuando de la política nacional decidió hace siete años regresar a Andalucía para liderar el partido se le tildó de loco y soñador. La Comunidad seguía siendo el bastión del socialismo, como no podía ser de otra manera pese a los múltiples desmanes. Pero además, y esto era lo peor para sus planes, el PP estaba roto en mil pedazos tras la desaparición política de Javier Arenas. Los populares contaban con un nuevo dirigente nacional, Pablo Casado, que no tragaba a Moreno pues éste en las primarias se había decantado por Soraya Sáenz de Santamaría. Antes de los pasados comicios de diciembre de 2018 era un cadáver político y si Casado no lo relevó en la candidatura fue porque no había material tiempo. Moreno lo sabía como sabía que después de las elecciones, con una derrota más que probable, tendría que buscarse la vida en otro lado antes que en la política.
La horma de su zapato
Lo sorprendente es que se encontró con la horma de su zapato en la persona de Juan Marín, líder entonces de un Ciudadanos andaluz que había logrado un magnífico resultado. Ahora éste está a punto de ser borrado del mapa. Llegaron a un acuerdo de mínimos, que fue poco a poco consolidándose él como presidente y Marín como vicepresidente. ¿Qué pasará ahora si Cs no llega siquiera a tener representación en el Parlamento autonómico?
Juanma Moreno, casado con una granadina, politóloga y afiliada del PP, con la que tiene tres hijos, se define como una persona normal al que le gusta la normalidad. Es afable en el trato, no le cuesta sonreír, amante de la política, pero apasionado de la familia, de estar con sus hijos y de ir tan pronto puede a la huerta de su madre a trabajar en el campo.
¿Quién se lo iba a decir hace cuatro, cinco años? ¿Quién se lo iba a decir a la hoy prácticamente desaparecida líder socialista andaluza, Susana Díaz, que le echó un pulso a Sánchez para liderar el PSOE, perdió pese a contar con todo el aparato del partido y miraba con paternalismo y desprecio a ese jovencito de chalecos acolchados, de maneras suaves y bien atildado, pero que en el fondo procedía de una familia charnega que tuvo que emigrar a Cataluña como tantos andaluces? Hoy ella está sepultada políticamente en el Senado y él a punto de revalidar su triunfo en Andalucía. Toda una paradoja.