Ignacio Varela: «Sánchez es una carcasa vacía desde el punto de vista intelectual»
Conversamos con el periodista y analista, que trabajó y militó en aquel PSOE que llegó al poder en 1982. Ahora rememora y compara trayectorias y liderazgo
Se define como el «antigurú», aunque ha sido considerado durante años precisamente un gurú de las campañas electorales, la imagen y la estrategia del PSOE. Con motivo de la conmemoración del 40º aniversario de la llegada del PSOE al Gobierno en 1982, Ignacio Varela relata en su libro Por el cambio (Planeta) la década previa a esa llegada de Felipe González a la presidencia del Gobierno de España, con una incipiente democracia que hizo posible que Varela y su padre estrenasen su derecho al voto al mismo tiempo, el uno con 23 años y el otro con 60. Varela formó parte de aquel PSOE y de aquel hito histórico, en 1982. Hoy se siente divorciado de un partido que, en su opinión, mantiene sus siglas, pero «ya no es lo mismo».
PREGUNTA.- Sostiene usted en su libro Por el cambio que la marca PSOE perdura, pero los liderazgos van cambiando y van modificando la propia esencia de la formación. ¿En estos años estamos hablando de una nueva mutación del PSOE?
RESPUESTA.- Esta tesis me ha costado muchos disgustos con los socialistas veteranos, pero lo que quiero decir es que, más que hablar de un partido con 150 años de historia, hemos hablado de unas siglas que, a lo largo del tiempo, han dado cobertura a criaturas políticas distintas entre sí. No solo por la adaptación a los tiempos, en 150 años, sino porque la esencia del PSOE ha mutado. No tiene nada que ver el socialismo moderno, contemporáneo, que construyeron Felipe González, Alfonso Guerra y otros, con lo que era el partido en el exilio de Rodolfo Llopis. Y este tampoco tiene nada que ver con el PSOE de la guerra. Por tanto, el PSOE es una organización que ha sufrido mutaciones históricas distintas.
«Las siglas del PSOE permanecen, pero ya no es lo mismo»
P.- ¿Con Pedro Sánchez hemos asistido a una nueva mutación del PSOE?
R.- Sí, desde 2015, con el liderazgo de Sánchez, se ha producido una nueva mutación histórica. Las siglas del PSOE permanecen, pero ya no es lo mismo.
P.- Hay quienes sostienen que esta mutación ha servido para salvar al PSOE de acabar en la irrelevancia, como los socialistas franceses, mientras que otros auguran que es esta mutación la que llevará al PSOE por la senda de la autodestrucción ¿Con cuál de ellas se queda?
R.- Quizás estoy exagerando los términos, pero creo que lo que ha hecho Pedro Sánchez con el PSOE es una operación de taxidermia, que consiste en abrir el animal, vaciarle los órganos, rellenar con papel de periódico y coser. De este modo, parece el mismo animal, pero no lo es.
P.- ¿Todo ello es posible después de ganar unas primarias?
R.- En el momento en que se sustituye el principio representativo por el plebiscitario, entramos en el mundo de lo inorgánico, en el cual desaparecen las instancias intermedias, los mecanismos de control y la toma colectiva de decisiones, y lo que queda es el típico mecanismo plebiscitario del líder y la base. Y entre ellos, absolutamente nada. Cuando el 100% de la legitimidad la concentra una sola persona, se acaba irremediablemente ejerciendo el 100% del poder. Esa es la primera mutación. Se pasa de la toma colectiva de decisiones a un partido caudillista, cesarista y plebiscitario.
En segundo lugar, hay una transformación más profunda: ya no estamos ante un partido socialdemócrata, tal como se entienden estos partidos en la actualidad, sino ante un consorcio neopopulista. Llevamos casi cuatro años de un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, y no es difícil constatar que el PSOE se ha contagiado mucho más de populismo que Podemos de socialdemocracia. Los socios han impregnado mucho más el corpus ideológico del PSOE que el PSOE el de los socios. Estamos ante una criatura distinta: un PSOE caudillista e ideológicamente más neopopulista que socialdemócrata.
«El PSOE ya no es un partido socialdemócrata, sino un consorcio neopopulista»
P.- ¿Y hacia dónde cree que va esta nueva mutación del PSOE? ¿Hacia el fortalecimiento o hacia la extinción?
R.- Probablemente, cuando termine este experimento, si sobreviven las siglas, en el mejor de los casos, porque no está ni mucho menos garantizado, creo que el PSOE irá hacia una larga travesía del desierto, como le ocurrió al Partido Laborista británico en su momento, que pasó 25 años en la oposición. En definitiva, creo que después de este experimento el PSOE no estará en condiciones de reconstruir fácilmente la mayoría social en este país. Irá a una reconstrucción de todo el espacio de la izquierda, probablemente, como ha ocurrido en otros países europeos.
P.- En Francia, por ejemplo, el PSF ha desaparecido prácticamente ¿Podría llegar el PSOE a esa situación?
R.- Sí, se puede llegar. Pero hay otros partidos socialistas y socialdemócratas que ahí siguen: los socialistas daneses acaban de ganar las elecciones y en Alemania gobierna también el SPD, que es aún más viejo que el PSOE. De hecho, solo tres partidos han vivido tres siglos en Europa: el Partido Conservador británico, el SPD y el PSOE.
«Si sobrevive, el PSOE irá a una larga travesía del desierto»
P.- Usted califica de pragmático a Felipe González en su libro ¿Es comparable ese pragmatismo con el hacer actual de Pedro Sánchez en Gobierno y partido?
R.- No, no tiene absolutamente nada que ver. Todo el mundo recuerda la extraordinaria capacidad de seducción de Felipe González. Es algo indiscutible y salta a la vista. Pero a mí me llamó la atención su visión de futuro. Me llegó a resultar incluso irritante, porque para un profesional del análisis político como yo, puede ser irritante pasarte una semana trabajando para hacer un informe, contárselo al individuo y que él, en cinco minutos, te supere el análisis yendo 10 metros más lejos de donde has llegado tú.
Pero Felipe siempre ha tenido, además, una extraordinaria porosidad para captar el sentir de la sociedad. Él establecía su alianza con la sociedad, con esa capacidad que no tenía ningún otro líder de analizar las pulsiones sociales y, desde ahí, gobernaba el PSOE y lo obligaba a caminar hacia donde, por su propia inercia, no hubiera ido. Pero eso les ocurrió a los cuatro grandes líderes de la Transición: Manuel Fraga, Santiago Carrillo, Felipe González y Adolfo Suárez. Todos, en algún momento, actuaron en la dirección contraria a lo que les pedían sus bases sociales y orgánicas.
En el caso de Felipe González, yo lo defino como laico en lo ideológico, absolutamente estricto e inflexible en lo estratégico, pero flexible en lo táctico o instrumental. Por eso tiene fama de ultrapragmático, pero en las cuestiones estratégicas no cedió jamás; ni antes ni después de estar en el Gobierno.
«El proyecto de Pedro Sánchez es continuar en el poder»
P.- ¿La diferencia es que Pedro Sánchez sí cede?
R.- Hay proyectos que más que proyectos son ensoñaciones; hay poderes que están al servicio de un proyecto político, que es el caso de Felipe González. Él se propuso cuatro cosas en 8-10 años: consolidar la democracia, modernizar el país, meternos en Europa y romper con 200 años de aislamiento y sentar las bases del Estado del Bienestar. Y lo logró. Aquello fue un poder al servicio de un proyecto. Lo otro es cuando el proyecto del poder es el poder mismo. El proyecto de Pedro Sánchez es continuar en el poder. No soy capaz de identificar otro proyecto político en Pedro Sánchez. Por tanto, el poder como proyecto no es un proyecto político.
P.- Esa falta de proyecto, más allá de permanecer en el poder, ¿es un mal que afecta al PSOE en exclusiva o se percibe en el conjunto de fuerzas políticas de España?
R.- No. En el PSOE se percibe de forma más escandalosa. El PP ha tenido una trayectoria muy errática. En realidad, la derecha española nunca necesitó un partido político de verdad, porque siempre depositó la defensa de sus intereses en el aparato del Estado, incluido el militar. Esto se prolongó hasta la llegada de José María Aznar, que fue el primer líder que comprendió que, para competir en democracia, se necesitaba un partido político de verdad, eficiente, disciplinado, competitivo y capaz de ganar unas elecciones. Eso fue lo más importante que hizo, no su tarea en el Gobierno. En todo caso, y pese a la división posterior de la derecha después de Aznar, se pueden establecer elementos de continuidad entre el PP de Aznar y el actual PP. Con todo, la aspiración de Feijóo es conseguir lo que logró Aznar y congregar a la derecha que se partió en tres partidos.
«Desde el siglo XXI asistimos a una selección regresiva de la especie política: expulsión de los mejores y prevalencia de los peores»
P.- ¿En cuanto al proyecto de hacia dónde llevar a España? González tuvo el suyo, Aznar tenía claro que quería colocar a España como socio preferente de EEUU en el Continente, Zapatero tuvo una primera legislatura de apuesta por los derechos sociales…
R.- Y a partir de ahí entramos en una fase de desconcierto político, porque los partidos, tanto los tradicionales como los nuevos, no tienen los instrumentos para interpretar el cambio a la velocidad a la que se produce. No son capaces de proyectar el futuro. Además, llevamos casi desde principios de siglo XXI con una especie de «darwinismo invertido» en la selección natural de las especies o, lo que es lo mismo, una selección regresiva de la especie política, con lo que sea ido produciendo la expulsión de los mejores elementos de la especie y la prevalencia de los peores. Eso, sostenido durante dos décadas, nos conduce a la situación actual. Por eso digo que los partidos políticos son incapaces de interpretar los cambios a la velocidad que se producen y estamos viviendo el fracaso de una generación de dirigentes políticos que han aprendido lo peor de sus mayores y nada de lo bueno. Yo tengo mis esperanzas puestas en las generaciones posteriores.
P.- No parece que los jóvenes, en la franja de los 20-30 años, se caractericen por su ideología ni por su militancia política…
R.- Porque cualquier incentivo se ha evaporado… Los políticos siempre han estado muy mal remunerados, pero tenían otro tipo de incentivos, como el prestigio social. Ahora mismo, si eres político, sigues estando mal pagado, pero además eres un apestado social, aunque seas una persona honesta. Por eso, el incentivo para entrar en política para los jóvenes es nulo y por eso se produce una selección negativa de la especie: quien se queda en los partidos políticos es la gente que sabe que fuera de ellos no sería competitivo. Por eso los jóvenes no se interesan por la política, pero sí por la defensa de las causas colectivas. Probablemente, haya que reformular la concepción tradicional del partido político de toda la vida. Con todo, solo hay una cosa peor que los partidos políticos: la ausencia de ellos.
«No conozco a ningún político que entienda y explique mejor el siglo XXI que Felipe González»
P.- La división existente entre el viejo PSOE y el nuevo PSOE…
R.- Supongo que se refiere a una cuestión temporal, porque no sé si es viejo o nuevo, pero hoy, de los políticos españoles a los que escucho, no conozco a ninguno que haya comprendido tan bien ni explique tan bien de qué carajo va esto del siglo XXI como a un tal Felipe González, que tiene 80 años. Me resisto a llamarle viejo, puesto que la mirada más contemporánea en la vida política española es la de Felipe González. Para escribir el libro tuve unas cuantas horas de conversación con Felipe González y le aseguro que es muy difícil mantenerle hablando del pasado, porque inmediatamente te está hablando del presente y del futuro. Y lo hace en términos más contemporáneos y actuales que los políticos que están ahora liderando los partidos. Ya no digo Pedro Sánchez, que es una carcasa vacía, desde el punto de vista intelectual… ¡escuchas a Pablo Iglesias y es tan rancio ideológicamente! Sin embargo, tienen 40 años menos… Por eso no creo en esa denominación de «viejo PSOE».
P.- Cambiemos entonces la terminología… ¿Cree que los que, como usted, estuvieron en el proyecto de aquel PSOE que llegó al poder hace 40 años se sienten huérfanos a día de hoy tras la última mutación propiciada por la llegada de Pedro Sánchez?
R.- Muchos nos hemos quedado huérfanos porque no nos podemos identificar con una criatura política en la que hemos dejado de reconocernos, pero eso no significa que no podamos interpretar la realidad del mundo en términos más contemporáneos y rigurosos que los que están, porque ellos están luchando por su supervivencia. Con la implantación de los principios plebiscitarios y la llegada del cesarismo y el caudillismo, no solo en el PSOE sino en los grandes partidos políticos, se han producido auténticos genocidios políticos. Con los políticos del PSOE y del PP que están en edad perfectamente útil para hacer política -no me estoy refiriendo a los de 80 años- y que están en sus casas porque han sido expulsados de la actividad por los nuevos césares surgidos de las primarias, se podrían hacer cuatro o cinco buenos Consejos de ministros. Son personas de 50 años o algo más.
Yo hablo del PSOE porque lo he conocido bien por dentro, pero podría decir lo mismo del PP. En ese PSOE de hace 40 años no se me ocurre pensar en alguien tan opuesto a Alfonso Guerra como Miguel Boyer o Carlos Solchaga, pero jamás se le habría ocurrido a Guerra sacar de las listas electorales a ninguna de esas personas. Otra cosa era la Ejecutiva. Pero, a la hora de presentarse ante la sociedad, se intentaba expandir el espacio, igual que hacía Aznar. Él incluía a los suyos en sus Ejecutivas, pero jamás se le ocurrió excluir, por ejemplo, a Alberto Ruiz-Gallardón de las listas electorales. Por eso digo que este mecanismo plebiscitario es destructor. ¡Si a Felipe González se le hubiese ocurrido pactar un gobierno de coalición en 24 horas, sin reunir a su Ejecutiva, no dura ni un día! ¡Es que lo sacan a gorrazos de la sede de Ferraz!
P.- ¿No le resulta chocante que ese Felipe González tan distinto y aparentemente distante de Pedro Sánchez no deje de echarle manos y dar a entender su apoyo implícito? Le recuerdo la presencia, por ejemplo, de Felipe González en el Congreso Federal, en Valencia…
R.- Yo a veces le he oído decir: «Yo soy militante del PSOE, pero no simpatizante». Yo no soy quién para hablar en nombre de Felipe González, que se expresa muy claramente siempre que quiere, pero creo que tiene un sentido muy elevado de la institucionalidad y, además, que no tiene por qué renunciar a unas siglas que él mismo ha construido y ha hecho renacer, de alguna manera. Lo que piensa o no de la acción del Gobierno, que lo explique él si quiere. Yo no soy intérprete de alguien como Felipe González que es perfectamente capaz de hacerse entender.
«El PP ha optado por el desacato constitucional, pero el PSOE es saboteador del acuerdo para renovar el CGPJ»
P.- Precisamente, la semana pasada se le entendió perfectamente cuando, en un acto de partido, junto a Pedro Sánchez, cargó contra el PP por bloquear la renovación del CGPJ. ¿Eso no es tomar partido por Pedro Sánchez, o por el PSOE de Sánchez, en esta bronca con el PP?
R.- Es que yo ahí coincido plenamente con él y estoy incluso más distante que él de la actual dirección del PSOE. Pero creo que el PP tiene una gravísima responsabilidad en todo esto. Al final, entre Gobierno y PP estamos ante el mayor escándalo de la democracia española desde 1978. La responsabilidad del PP en este episodio concreto es evidente y solo se entiende en un proceso de degradación progresiva de la institucionalidad democrática, que dura ya unos cuantos años.
P.- ¿Estamos asistiendo a una pelea pura y dura entre PP y PSOE por ver quién gana el relato en este episodio?
R.- Estamos ante una desnaturalización absoluta de lo que aquí se trata. La Constitución le encomienda al Parlamento una misión, no una potestad, porque no hay artículo alguno que diga que el Parlamento o los partidos políticos podrán elegir, sino que dice claramente que lo harán, de una determinada manera y en un determinado momento. Estamos ante un acto de desacato constitucional, directamente, porque están desobedeciendo una orden de la Constitución, que se dirige al Parlamento. Además, se está supeditando del cumplimiento de la Constitución a un interés electoral.
Imaginemos que alguien dijese que aquí no se convocan las elecciones hasta que no cambie la Ley Electoral, o hasta que no me favorezcan las encuestas… Sería una barbaridad, un acto de subversión constitucional… Pues algo parecido es lo que está haciendo el PP, en esencia. Ahora bien, si se entra en una negociación política, tiene que haber unas ciertas «tablas» para llegar a un acuerdo. Si te obsesionas en sembrar el camino de emboscadas para que al final todo termine en un triunfo tuyo y una derrota del contrario, si te obsesionas en un jaque mate, no alcanzas el acuerdo. Y el Gobierno ha dispuesto todo para que sea un problema para el PP. Por tanto, el PP ha optado por el desacato constitucional, pero el Gobierno –a quien no compete, por cierto, esta negociación- es también saboteador del acuerdo.
P.- Eso dice bien poco de los dos principales partidos del arco parlamentario…
R.- El problema de fondo es que les importa poco el funcionamiento de los órganos constitucionales, sobre todo del CGPJ, que es la liebre falsa, porque la verdadera liebre es el control del Tribunal Constitucional, que sí emite sentencias decisivas. Cuando yo escucho a Esteban González Pons decir que se han pasado los días de la negociación redactando un Proyecto de Ley Orgánica del Poder Judicial, del Estatuto del Ministerio Fiscal y del Código Penal… Y luego añade que no todo es cuestión de nombres… ¡Claro que es cuestión de nombres! Se trata de encontrar 20 personas justas para integrar un órgano constitucional. Todo lo demás no es pertinente para el mandato que usted ha recibido. Todo forma parte de una degradación de la lógica institucional del sistema.
P.- Le pregunto como experto. ¿Para qué sirven en la actualidad las encuestas?
R.- Son un instrumento para fotografiar la realidad en el momento en el que se hace la fotografía. Científicamente, equivaldrían a una radiografía en medicina. Las encuestas ni son ni han pretendido ser un instrumento predictivo, no predicen el futuro, sino que radiografían el presente.
«Sospecho que en el CIS de Tezanos la estimación de voto está hecha antes que la encuesta»
P.- Fíjese que el presidente del CIS, José Félix Tezanos, dice algo parecido, que las encuestas no sirven para adivinar el futuro, ni los sociólogos tienen poderes adivinatorios; que las encuestas sirven para fotografiar el momento presente…
R.- Lo que ocurre es que para mostrar la realidad hay unas técnicas de estimación del voto aceptadas comúnmente por los profesionales que se dedican a esto, que permiten corregir los sesgos y ajustar la fotografía, para que salga más precisa. Pero lo que hace José Félix Tezanos es emborronar la imagen. Cuando salen las encuestas del CIS, me tomo la molestia de tomar los datos directos de la encuesta y aplicarle un método ortodoxo de estimación y me da unos resultados completamente distintos. El problema de las encuestas de José Félix Tezanos son las estimaciones de voto.
Lo más valioso que tiene el CIS es su base histórica de datos. Tiene una base histórica de datos que no tiene nadie en España, pero ha pulverizado la serie histórica, porque cuando alteras la metodología por completo y te la inventas para cada ocasión, te cargas un tesoro científico. Por eso yo recomiendo a los periodistas y a los analistas de este país que cuando salga una encuesta del CIS con estimación de voto, en lugar de irse a la última página, que hagan el proceso inverso, que utilicen como posavasos la última página y, a continuación, que se estudien el resto de la información que contiene la encuesta. Y luego al final, que hagan la estimación. Yo sospecho que en el CIS de Tezanos la estimación está hecha antes de hacer la encuesta.
«Está por ver si la subida espectacular del PP se debe realmente a la llegada de Feijóo»
P.- Según las encuestas, el «efecto Feijóo» está en declive ¿Esto es así o es un intento de crear un clima de opinión?
R.- Cuando haces muchas fotografías y las colocas una detrás de otra, pasas de la fotografía al cine, porque la imagen se mueve. En este caso creo que hay una coincidencia temporal entre la llegada de Feijóo a la dirección del PP y una subida espectacular de la intención de voto al PP. Está por ver si toda esa subida espectacular se debe realmente a la llegada de Feijóo a la presidencia del PP, porque en ese momento pasaron otras cosas en España, como la eclosión de la inflación. Hay que esperar un poco para ver cuánta espuma hay en ese vaso de cerveza. Creo que en el vaso de cerveza que teníamos en julio había como tres o cuatro puntos de espuma. Pero mientras tanto el Gobierno se ha movido y han sucedido muchas cosas.
P.- ¿Los movimientos del Gobierno sirven para recortar distancias con el PP?
R.- Hay dos formas de afrontar una crisis inflacionaria: con un Pacto de Rentas, de modo que el empobrecimiento se reparte entre todos equitativamente, como se hizo en los Pactos de la Moncloa, y la otra manera, la populista, la que han practicado toda la vida los peronistas: abrir la caja de las subvenciones y regar de dinero a la población, que es en sí mismo una acción inflacionaria. Esto lo hemos visto hacer hace poco a Cristina Kirchner en Argentina y le ha servido para ganar elecciones. El problema es que ahora están en una inflación del 75%. En España, el Gobierno ha tirado por este segundo camino y Pedro Sánchez está dispuesto a dejar la caja absolutamente vacía en lo que queda del año 2023, aunque él mismo herede la ruina que pueda crear.
P.- ¿Se siente usted divorciado de este PSOE?
R.- Sí. Yo hoy no le votaría. Tampoco soy militante ahora, ni simpatizante, desde luego. Me parece peligroso para el futuro de la democracia y me parecería peligrosa su perpetuación en el poder en las mismas condiciones que en la actualidad.