De los globos de cumpleaños a las pantuflas: así cuelan droga las familias en sus visitas a prisión
Los funcionarios incautan casi cada semana alijos de droga que los familiares tratan de introducir en las cárceles
En el interior de unos globos de cumpleaños, en los minúsculos compartimentos de la suela de un zapato o en el relleno de unas pantuflas. Estos son algunos de los ‘métodos’ que distintos familiares han usado en los últimos meses para tratar de colar droga o dinero a presos de cárceles madrileñas cuando van a visitarlos, según relatan fuentes penitenciarias a THE OBJECTIVE. Escondites que los funcionarios de prisiones suelen encontrar en la mayoría de ocasiones, pues cualquier paquete que procede del exterior de prisión debe superar su control.
Las mismas fuentes, no obstante, destacan el ingenio con el que tanto los visitantes como los presos han ido perfeccionando sus técnicas e inventos para introducir todo tipo de objetos prohibidos en las instalaciones penitenciarias. Entre ellos, señalan el de una familia que acudió un día a prisión con tres globos de colores hinchados simulando que era el cumpleaños de un preso. De hecho, incluso cantaban canciones. Al advertirlo, los trabajadores se cercioraron de que había algo en el interior. Los visitantes escondían dentro seis bellotas de hachís, como se advierte en las imágenes que ilustran este artículo.
Las historias de este tipo se cuentan por decenas cada vez que los reclusos tienen comunicaciones. Por este motivo, el trabajo de los funcionarios es fundamental para detectar todas las estas sustancias. «De inmediato proceden a remitir las mismas a la autoridad sanitaria competente para que determina la naturaleza. Posteriormente, la prisión estudia si existe posibilidad de sancionar disciplinariamente o penalmente a los implicados», cuenta Sergio García, delegado de CSIF Prisiones en Madrid.
Drogas y móviles
El otro objeto al que los trabajadores de las cárceles siguen la pista es el teléfono móvil. En el último lustro, los funcionarios han requisado más 10.000 terminales en las celdas, vestuarios, y talleres. Los centros penitenciarios de Algeciras (Cádiz) y Alhaurín (Málaga) fueron los que más incautaciones registraron, con cerca de 690 y 688 móviles cada una, según los datos que han difundido los sindicatos de este colectivo.
Aunque esta cifra es elevada, las organizaciones sindicales denuncian que los reos logran pasar otros tantos terminales al interior de los centros penitenciarios. Los funcionarios realizan igualmente controles exhaustivos cuando los reclusos reciben visitas del exterior. Unas veces se encuentran, y otras, resulta mucho más complicado.
«Hay que recordar que los funcionarios del departamento de comunicaciones e ingresos hacen la misma labor policial y de seguridad que un guardia civil, policía o un vigilante. Hacemos lo mismo que ellos hacen en un aeropuerto en la incautación de droga, con la salvedad de que ellos tienen medios, recursos, formación y la condición agentes de autoridad», denuncia García. Esta última se trata de una reivindicación histórica de los funcionarios.
Escondites
En la mayoría de las ocasiones, advierten fuentes penitenciarias, la medida de los dispositivos, que no superan los 60 milímetros (parecido a un bolígrafo), hace que sean prácticamente invisibles. Además, su precio es tan bajo que ha propiciado que se cree un mercado negro donde se compran y venden estos dispositivos en las cárceles de todo el país.
Los escondites, al igual que para la droga o el dinero, son del todo variopintos. Hace unos meses, la localización de un terminal en una prisión madrileña dejó con la boca abierta a los funcionarios. El preso se las había ideado para hacer un agujero perfecto entre las galletas maría de un paquete y guardar ahí su teléfono. Lo único que tapaba dicho orificio eran otras tres galletas.
No fue menos sorprendente otra ocasión en la que, los empleados de otro penal, localizaron otro móvil emparedado en la celda. «Tras insistirle, el interno no quería decirnos cuál era azulejo falso. Lo había camuflado bien y los funcionarios tuvieron que romperlo para sacarlo», explica un trabajador penitenciario a este periódico. Tampoco lo fue cuando hallaron tarjetas sim en el cartucho de un rotulador amarillo. Una obra —casi— de ingeniería.
Frente a estos hallazgos, los sindicatos reclaman que las sanciones sean mayores para los presos. La incautación de un móvil supone para un preso una falta leve, lo que se traduce estar en aislamiento alrededor de una semana. Tras lo que, casi siempre, sostienen las fuentes consultadas, tratar de volver a conseguir otro terminal. En el caso de estupefacientes, la sanción al preso solo se remite al juzgado si la droga esta separada y se sospecha que puede usarse para la venta.