THE OBJECTIVE
El zapador

¿Por qué cierta derecha radical odia al Rey?

Hay activistas que ignoran el papel de la Corona o prefieren una monarquía con un rol más activo en la política

¿Por qué cierta derecha radical odia al Rey?

Ilustración de Alejandra Svriz.

En España hay figurillas de la extrema derecha que continuamente expresan descontento hacia la Corona y la labor del Rey. La famosa cuenta de España Bola en 2021 bautizó a nuestro Jefe de Estado como «Felpudo VI» por ratificar con su firma los indultos a los nueve condenados a penas de prisión en el juicio del procés. La reina Letizia, a la que detestan por haber sido una joven republicana, también recibió lo suyo cuando algunas cuentas tuiteras amplificaron el mote de «Ficticia». 

La triste realidad es que la historia se vuelve a repetir. Ante la posible —y preocupante— llegada de una amnistía que permita la investidura de Pedro Sánchez ciertos grupillos de extrema derecha han vuelto a agitar el fantasma de «Felpudo VI». El pasado domingo 10 de septiembre se convocaron manifestaciones improvisadas frente a los ayuntamientos de toda España para protestar contra una posible Ley de Amnistía y el previsible pacto del gobierno en funciones con el prófugo de la justicia Carles Puigdemont. La convocatoria no fue muy exitosa, ya que la movilización se canalizó únicamente en redes sociales, sin estar detrás ninguna plataforma ni partido que dirigiera con su batuta las apresuradas protestas. Ahora bien, sí es cierto que hubo algo de movimiento en Madrid y Barcelona. En la Ciudad Condal se dio un episodio —un tanto grotesco— en el momento en el que aparecieron dos señoronas en la Plaza de Sant Jaume exhibiendo una pancarta contra el Jefe del Estado: «Felipe VI cómplice del Golpe de Estado a las urnas, a la democracia y a las voluntades de los españoles».

Hubo manifestantes que con buen criterio recriminaron a las mujeres que portaban aquel mensaje. Las injurias a la Corona —por mucho que constituyan un delito tipificado en el código penal— son constantes en redes sociales, tanto en republicanos de izquierdas como en esa derecha radical que tanto odia al Rey. La derechita punki no se corta un pelo en Twitter (X): «Felpudo VI es un colaborador de la genocida 2030», «Felpudo VI, el masón que tenemos por florero real, dice que hay que llevar las bakunas hasta el último rincón del planeta», «Felpudo VI, hijo de Juanladrón I, es igual de ilegítimo que su padre», «El Felpudo VI es un pringao, su hermana mayor y su hijo Froilán lo harían mucho mejor, no consentirían que su padre Juan Carlos I, tenga que morir fuera de España». Tampoco le perdonan a Felipe VI la misiva dirigida al rey de Marruecos solidarizándose con las víctimas del trágico terremoto de Marrakech: «¿Qué le debe Felpudo VI a Marruecos?».

¿Pero a qué se debe tanto odio? Algunos grupúsculos de extrema derecha española abogan por un cambio de sistema político y podrían considerar que la Corona es una institución que limita sus objetivos. El nacionalismo de ciertos sectores que aún no se han curado del gatillazo del 23-F les hace cuestionar la monarquía por no estar alineada con sus visiones autoritarias. España es una nación que ha tenido una historia monárquica complicada, incluyendo la transición de la dictadura franquista a la democracia, en la que se estableció la monarquía actual.

El rey Felipe VI, como antes Juan Carlos I, tiene un papel principalmente ceremonial y representativo en la política española, como es propio de una monarquía parlamentaria en la que simplemente ostenta de manera simbólica la titularidad de la Jefatura del Estado. Esto significa que no tiene poder ejecutivo ni interfiere en las decisiones políticas de la nación. Sin embargo, hay activistas que ignoran el papel de la Corona o directamente no comulgan con nuestro sistema y prefieren una monarquía con un papel más activo en la política. No entienden que para la buena convivencia democrática el rey de una monarquía parlamentaria como la española ha de ser neutral sin que pueda tomar partido por ningunas siglas políticas. 

Por ello, el rey Felipe VI tiene la obligación de firmar lo que decida el ejecutivo sin pronunciarse sobre su idoneidad. Es decir, el monarca no puede negarse a firmar decretos de indulto o una supuesta Ley de Amnistía, pues la obligación de sancionar leyes viene recogida en el artículo 62 de nuestra Carta Magna. De no hacerlo se abriría una crisis institucional muy grave. Pero que nadie se haga ilusiones. Eso no va a suceder. El Rey ha de firmar las leyes y eso no le hace cómplice de nada. La sanción real es una fórmula certificante de que una ley ha sido aprobada por el Parlamento.

En nuestra Monarquía parlamentaria el Rey no tiene derecho de veto ni puede oponerse a las leyes que salgan del Parlamento. De esto se deduce —aunque muchos no lo entiendan o no quieran entenderlo— que, pese a esta obligación, el Jefe del Estado no es responsable del contenido de las leyes que aprueban nuestros políticos, por muy infames que sean. La firma del rey siempre va refrendada por los ministros competentes y el artículo 64.2 de la Constitución es muy claro: «De los actos del Rey serán responsables las personas que los refrenden».

Recordemos el rotundo mensaje del Rey del 3 de octubre de 2017: «Por todo ello y ante esta situación de extrema gravedad, que requiere el firme compromiso de todos con los intereses generales, es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña, basado en la Constitución y en su Estatuto de Autonomía». Una amnistía, de aprobarse, implicaría la completa deslegitimación del mensaje de Su Majestad, y por tanto, de la democracia española.

Además, dejaría en un papel muy delicado a la Corona. Recemos para que no se apruebe lo que a todas luces sería una ley que va en contra del espíritu de nuestra Constitución, pero de aprobarse, habrá que dejar trabajar al poder judicial y los contrapesos del Estado, nunca perder la esperanza. Ni siquiera tenemos la certeza de que Sánchez consiga ser investido. Así que por ahora toca no impacientarse en exceso y confiar en nuestras instituciones, por muy maltrechas que estén. No hay elección, Pero ante todo, es momento de apoyar a nuestro rey, que es el de todos y el garante de la Constitución.

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