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La sensible pieza del submarino S-80+ que botará Leonor y que la princesa no verá

La fisonomía de la hélice siempre está tapada, cubierta, envuelta en telas o algún camuflaje. Hay una explicación

La sensible pieza del submarino S-80+ que botará Leonor y que la princesa no verá

La princesa Leonor. | Europa Press

Es uno de sus mayores secretos. Pero no solo en la serie S-80+, sino en todos los submarinos militares que navegan en todo el planeta: su hélice. A nadie escapa que en las fotos de sus entregas siempre se ve a orgullosos militares, ministros, a veces una banda de música y al fondo un extraño barco negro en forma de pez. Pero jamás, nunca, se ve su hélice. Esa parte de su fisonomía siempre está tapada, cubierta, envuelta en telas, andamiajes o algún tipo de camuflaje. Hay una explicación. 

El próximo jueves 30 de noviembre, la soldado Leonor de Borbón, acudirá a la entrega oficial a la Armada del submarino S-81 Isaac Peral — técnicamente ya fue botado en 2021—. Por allí pasará su padre, el rey Felipe VI, la plana mayor del Ministerio de Defensa, responsables de la Armada, miembros del gobierno regional de Murcia, periodistas de multitud de medios, e invitados de diverso tipo y origen. Lo que ninguno de ellos podrá ver es el propulsor del navío, porque es uno de los secretos mejor guardados de la marina y su constructor, Navantia. Es un secreto militar, secreto industrial y secreto de Estado. 

Escucha el mar, que el mar te escucha

Cuando uno entra en un submarino, de cualquier país que los posea, llama la atención la cantidad de pegatinas, adhesivos y carteles que piden discreción a sus marineros. «Silencio, el enemigo está escuchando», puede leerse en los británicos, con un dibujo que apunta a las pisadas de sus tripulantes como origen del peligro. En los submarinos el silencio significa supervivencia, y el ruido… muerte. En los submarinos no se canta, no se grita, no hay música sonando por altavoces, y las órdenes por megafonía son escasas, breves y concisas. Ni una palabra más fuerte que otra, y las justas y necesarias.

Bajo el agua no hay luces como en los documentales de National Geographic. Todo está a oscuras, no se ve nada. En un mundo en el que al enemigo solo se le puede oír, el sigilo propio es la mejor de las armas. El S-80+ promete ser uno de los submarinos más silenciosos del mundo, en especial gracias a su sistema AIP de generación de energía sin aire. Este mecanismo empezará a estar operativo a partir de la tercera unidad, el S-83, de una serie de cuatro. Cuando esta última salga al mar, las dos primeras entrarán en dique seco, para que les sea instalado el prometedor sistema que ultima la compañía Abengoa. 

Más pequeños, menos ruidos

A diferencia de la serie S-80+, a la que se consideran navíos de propulsión convencional, los submarinos nucleares son enormes. Cargan mucho más armamento, mayor tripulación, tienen un alcance infinito, global, y podrían pasar toda una vida bajo el agua, pero tienen un problema: son ruidosos. Los sistemas de refrigeración necesarios para mantener fresco su corazón atómico es su talón de Aquiles, y es por ello que van recubiertos por una suerte de cáscara de goma. Esa piel sintética recubre todo el casco con idea de que los sonidos no salgan al exterior, y de su eficiencia depende el destino de la embarcación. Esas baldosas negras, parecidas a los tatamis de artes marciales, están diseñadas a su vez con cavidades, agujeros, y formas cónicas a nivel interno para evitar las fugas de decibelios. Los submarinos convencionales, o sea, los no nucleares, son mucho más discretos, pero a pesar de ello comparten un enemigo común con un extraño nombre. 

El enemigo por antonomasia de los submarinos es un fenómeno llamado cavitación. Se trata de un efecto hidrodinámico que se produce cuando se crean oquedades de vapor dentro del agua, esto es, se crean vacíos de una forma análoga a cuando se hierve líquido en una olla. La hélice gira, y a partir de ciertas velocidades, generan estos vacíos debido a la diferencia de presión. Dichas burbujas se adhieren a las aristas de sus palas, y este es el problema, van siempre acompañadas de ruidos y vibraciones. Ocurre porque las burbujas viajan a zonas de mayor presión e implosionan. Es el vapor generado, que regresa al estado líquido de forma súbita, aplastándose bruscamente estas burbujas.

La firma sonora

Dicen los expertos en sonido de los submarinos que cuando se presenta este fenómeno, se escucha algo parecido como a tirar paletadas de gravilla dentro de una hormigonera. El problema es que la cavitación puede oírse a decenas de kilómetros de distancia bajo el agua. Las hélices de los submarinos, generadores del fenómeno, se guardan en secreto porque de sus sinuosas formas y número de palas, puede obtenerse mucha información. Parecen muy sencillas, pero son producto de un largo estudio de diseño e ingeniería. Pueden ser de tres, cuatro o hasta ocho palas, o incluso dobles, y cuentan mucho acerca de la nave. Se puede conocer el régimen de giro de la misma, qué velocidades pueden alcanzar, presuponerse la potencia de su motorización, con ello su consumo y a la postre su capacidad de permanencia bajo el agua, por poner unos ejemplos.

Albergan ángulos y curvas que no solo aportan velocidad, sino también una firma sonora muy personal bajo el agua. A más palas, menor velocidad de rotación, pero más peso, y es necesario un mayor esfuerzo para moverlas. Su fisonomía da pistas acerca de sus capacidades, así como del submarino al que está adherida, de ahí que se cubran con esmero cada vez que hay una cámara cerca. Incluso a veces, se les retira la hélice cuando salen del servicio, ya sea de forma temporal o definitiva. 

Conocer lo que se busca

Si el enemigo conoce todos estos datos, puede calcular las frecuencias que emita, el tipo de motor y régimen de giro. Con esto se ayuda a ajustar sus sensores, para saber que tiene que buscar, y escuchar las perturbaciones en un rango concreto de frecuencias. Con estos datos se podría localizar un submarino incluso sin que vaya a toda su velocidad.

El diseño de este tipo de navío ha cambiado durante años, pero lo que no ha cambiado es la necesidad de proteger su hélice, una de sus piezas más sensibles. La princesa Leonor no verá esa hélice, pero con un poco de ayuda, es posible que sí la pueda oír. Esperemos que no ocurra, sería una mala señal. Una señal sonora que también podrían escuchar otros, y la idea es que no oigan nada. 

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