Puigdemont: la mano que mece su cuna
Los datos sobre su vinculación con Rusia convencen, otra cosa es que sean útiles judicialmente
Los independentistas catalanes se la tienen jurada al CNI, al que acusan de ser el responsable de muchos de sus males. Yo mismo aporté hace años una de las primeras investigaciones sobre cómo el servicio de inteligencia había puesto en marcha un plan para hacer frente a sus intenciones secesionistas. Destapé el uso de técnicas especiales para robar informaciones de sus planes y actividades, y el diseño de un proyecto para hacer frente en los medios de comunicación a lo que consideraban un boicot a las ideas en defensa de una Cataluña dentro de España.
Mi información no hizo más que confirmar a Puigdemont y su gente que debían extremar sus medidas de seguridad para evitar que el Gobierno, entonces presidido por Mariano Rajoy, conociera su confabulación. El CNI se convirtió en su mayor enemigo, el que fue concentrando todo su odio. Hasta el día de hoy, en el que han conseguido incluir en su acuerdo de legislatura con el PSOE que haya comisiones de investigación que lleven a desprestigiar al organismo por el espionaje legal al que les sometieron con el virus Pegasus. Y, aún más, a acusarles de montar el atentado de las Ramblas en 2017, a pesar de que el entonces mayor de los Mossos, Josep Lluis Trapero, lo negó rotundamente.
Este sentimiento de aversión irrefrenable se sustenta en el hecho de que el CNI lleva años volcado en evitar la independencia, sin que hayan parado en ningún momento. Bueno, oficialmente han dejado de investigarles tras la destitución de Paz Esteban como directora. Y digo oficialmente porque cada vez que ocurre algo que les perjudica sin autor definido, Junts per Catalunya, el partido de Puigdemont, se lo adjudica a la mano tenebrosa de los espías que, como en la película, mece su cuna.
La carta anónima
Lo último ha sido la carta anónima que recibió el juez Aguirre que dirige el sumario sobre la relación del expresidente de la Generalitat y su gente con el espionaje ruso. El contenido de ese mensaje le ha servido al instructor para prorrogar seis meses la investigación y para formular una serie de indicios que han torpedeado la votación de la ley de amnistía que Sánchez quería dar por finiquitada. El huido en Bruselas no ha aceptado aplicando toda su lógica: tal y como está redactada es bastante posible que no se pueda beneficiar de ella.
El delito de traición a favor de una potencia extranjera que podrían imputarle a él y a algunos de sus colaboradores más cercanos, apenas se produce en España. Por vender información a la Rusia de Putin solo ha cumplido condena un espía, Roberto Flórez. Hay otro agente detenido en la prisión de Estremera con visos de ser condenado junto a otro compañero, pero en este caso por ser un doble agente de la CIA estadounidense.
El escrito del juez describe maniobras de los hombres del entonces presidente de la Generalitat para buscar alianzas con Putin para alterar la unidad territorial de España. De demostrarse que buscaron apoyos en Rusia para la secesión, sería un delito claro de traición. En estos casos la utilidad de la declaración que formuló en octubre de 2020 la Embajada de Rusia en España desmintiéndolo todo, es papel mojado. Nadie cree al país conspirador. Lo hicieron, más que por defender a Puigdemont, para que quedara claro que ellos no pensaban enviar 10.000 soldados rusos para apoyar la declaración de independencia. Algo que habría sido una locura.
Una última especificación de cara al futuro. A muchos puede parecerles suficientemente probado con los datos que están apareciendo que Puigdemont cometió un delito de traición, incluso el servicio de inteligencia puede tener la certeza de ese comportamiento. Sin embargo, otra cosa distinta es demostrar ese delito en un juicio, para eso se necesitan pruebas muy concluyentes.