Chapu Apaolaza: «La Moncloa es la mayor máquina de bulos de este país»
El periodista y aficionado taurino defiende a la tauromaquia, «hablar de tortura es humanizar al toro»
Su padre murió cuando tenía 48 años, su hijo Chapu Apaolaza (San Sebastián, 1977), está a punto de superar la edad que no ya no probó ese padre. Es un vacío al que hacer frente como buenamente se puede por Chapu, que se metió a periodista por su padre. Chapu, que sigue escribiendo cada texto para un padre que nunca le leyó, que no lo hará jamás. Es un creyente, no dogmático, está en contra de Sánchez, pero quiere creer en su bondad humana, es taurino, pero comprende la sensibilidad de los que abogan por prohibir la fiesta nacional. Apaolaza, columnista, cronista, comentarista radiofónico, en resumen, un periodista. No es poca cosa.
PREGUNTA.- Lo de Chapu, ¿de dónde viene?
RESPUESTA.- Pues mi abuelo, que se llamaba Paco, tenía cierto interés en bautizar a sus hijos con motes extraños. Entonces a mi padre le tocó chapulín, pero mucho antes que el Chapulín Colorado. Mi abuelo murió, mi padre solo mantuvo el Chapulín de pequeñito, pero yo lo heredé. Y entonces Chapulín, Chapulí, Chapu, y ahí me quedé.
P.- Nacido un 6 de julio y llamándose Francisco Fermín, parece que estaba todo destinado a que le gustasen los Sanfermines, ¿por qué le gustan?
R.- Me hacen ser quien soy. De alguna manera me gustan los Sanfermines porque es un hito en el año y me hace ser diferente. Yo paso miedo ocho días al año y lo paso muy bien y vivo una fiesta y paso miedo ocho días al año, y los seis meses anteriores.
P.- ¿Y el miedo?, ¿cómo es el miedo de un corredor de San Fermín?
R.- El miedo es el mismo en todo para todos, en todas las situaciones. Cada uno tenemos miedo a unas cosas, y hay gente que tiene miedos muy caprichosos. Y entonces de pronto le cogen miedo a entrar en el metro, a estar en sitios con mucha gente, sitios abiertos, cerrados. El miedo siempre tiene su tarea.
P.- Pero usted elige ir a un sitio donde hay miedo.
R.- Claro, ese es el ejercicio. El encierro tiene sentido porque tienes miedo, el encierro está hecho de miedo. Si no tuvieras miedo, no tendría sentido, lo hacemos para pasar miedo. El ser humano de nuestra civilización construye un artefacto perfecto para representar la desgracia, la tragedia y lo oscuro que es el toro. Y entonces lo pone en una calle desde Creta hasta ahora. Entonces vamos a ir a pasar miedo, vamos a recordarnos, nosotros en primera persona, los corredores, toda una ciudad de una manera delegada, venimos a recordarnos que vivimos a un palmo de la muerte.
P.- ¿Cómo es un toro de cerca?
R.- Es muy grande. Muy grande, muy ancho, un toro puede tener 90 centímetros de pitón a pitón y eso es como una lavadora ancha. Son muy grandes. El miedo al toro es como todos los miedos, pero nosotros lo masticamos con una lección que me dio mi padre el día que me llevó a correr el encierro por primera vez. Porque él me lleva cuando tengo 15 años y un día porque él está enfermo y piensa que no le va a dar tiempo a llevarme. Y entonces me dice una cosa que es la clave del miedo. Y es que el miedo se va, entonces la trampa del miedo es que te hace pensar que tú no vas a ser capaz de hacer la cosa a la que temes.
La temes porque tu parte miedosa cree que no es bueno para ti, en realidad no es bueno ponerse delante un toro. Pero de pronto al miedo se le va la olla en tu cerebro. Y tú piensas que te va a pasar algo saliendo a la calle o con una aguja. El miedo te crea una sensación extraña y desagradable que hace que tú pienses que si en ese momento no puedes estar en pie a 10 minutos o 20 minutos del encierro porque estás a punto de vomitar o de caerte redondo, es porque no puedes. Entonces mi padre me dijo: «El miedo se va. Cuando des el primer paso, el miedo se habrá ido». Y cuando le coges el tranquillo al miedo en el encierro, le coges el tranquillo al miedo en muchas ocasiones y muchas veces.
P.- Luego está el depender de otros, cuando está en un encierro, y hay gente que se te puede poner delante o se tropieza y te tropiezas tú con ella.
R.- Y esa es la vida. Tú vas en la moto o vas en un coche por la M-40, uno se te cruza mal para salir y adiós. En realidad tú vives en las astas. El engaño que nos han hecho creer es pensar que no somos vulnerables, que somos invencibles. Esa es la mierda que nos venden y por la que yo creo que somos tan infelices. Constantemente nos están diciendo en las redes, en seguida me mandan mensajes en los que me van a decir que viviré para siempre.
Que lo importante no es la caída, lo importante es levantarse. Todo va a ir bien. Nos hacen pensar que con 70 voy a correr la media maratón en menos de dos horas, es mentira. Igual con 70 lo más probable es que me haya ido de este mundo. Entonces te quitan la capacidad de saberte finito y vulnerable. «El toro es el orgullo de ser mortales», eso me lo dijo Limonov cuando estuvimos en Las Ventas.
P.- Siempre preguntamos en El purgatorio por la relación con Dios, ¿Chapu Apaolaza cree en Dios?
R.- Sí, mucho. Me gustaría ir más a misa, la iglesia es mi casa, es mi hogar. Y sí, soy profundamente creyente.
P.- Ahora vemos como una parte de la sociedad ha querido matar a Dios, pero el ser humano, como es un ser que necesita creer, pues cree en el equipo de fútbol, en la ejecutiva del partido, o cree en Pedro Sánchez. No creen en la Iglesia Católica, creen en el PSOE, en el PP o en Vox. La política parece que tiene un punto de divinidad.
R.- Sí, mesiánico. Los líderes son muy mesiánicos, entonces vienen a salvarte. Todos los líderes últimamente vienen a salvarte, eso lo desprecio profundamente, prefería cuando solo me robaban. Era mucho más cómodo porque veías que solo tenías que estar pendiente de que no te echaran mano a la cartera, pero ahora es que intentan salvarte. Y ahí es desasosegante. Déjeme en paz, si yo estoy condenado o no, eso es una cuestión privada mía, pero no me intenten salvar. Hay muchos líderes que tienen esta cosa cristoide, porque en realidad se toman por profetas, por Mesías. Son gente que vive en los Evangelios que escribirán sobre ellos. Tienen sus discípulos…
«Los políticos ahora vienen a salvarte, prefería cuando solo me robaban»
P.- Mandan epístolas.
R.- Bueno, claro, la carta de Pedro Sánchez a los tuiteros. Son gente que viven en la posteridad, en su posteridad. Y eso es muy peligroso, los convierte en perfectos lunáticos.
P.- Chapu Apaolaza es muchas cosas, entre ellas es periodista en ABC. Porque no solamente hace columnas, también va a sitios y se mete entre la gente, pregunta, hace crónicas y reportajes. Antes de ABC, estuvo en esta casa, en THE OBJECTIVE, ¿cómodo?
R.- Mucho, gran sitio, muy atacado, he de decir que injustamente. Un signo de que molesta y de que hace periodismo. Muy injustamente tratado, me solidarizo mucho con este medio ante los ataques que recibe.
P.- ¿Qué es para ti la máquina del fango?, ¿Hay una máquina del fango en España?
R.- Sí, la máquina del fango es el que denuncia la máquina del fango. Eso es como los pedos, que los tiene el que los lleva debajo. No hay ninguna corriente política que sea ejemplar en este país, pero la máquina del fango tiene un nombre, se llama Pedro Sánchez. La mayor máquina de bulos que existe en este país es la del Palacio de la Moncloa. Y a partir de ahí, pues convierte en fango todo. El populismo no es que coloque una mentira donde hay verdad y la sustituye, sino que lo que hace es hacer imposible la noción de verdad y de mentira. Si no hay una verdad porque no existe una verdad, nadie miente porque no hay una mentira.
P.- ¿Le cansa escribir sobre Pedro Sánchez?
R.- No, me parece un personaje literario fantástico desde el punto de vista de la escritura. Ojalá no estuviera en el poder ahora mismo, porque tengo la peor de las opiniones sobre él como personaje político, seguro que personalmente es una persona buena. Me lo imagino como padre, por ejemplo, a veces me imagino a los políticos como padres. Creo que es un truco muy bueno y muy útil que yo le digo a la gente, por si alguien le sirve coger en tu cabeza a la persona que te saca de tus casillas e imaginarlo como padre acostando a sus hijos por la noche.
Entonces yo me imagino a Sánchez preocupado por sus hijas, que afortunadamente se han mantenido en el anonimato. No han tenido que sufrir lo que han sufrido hijos de otros presidentes. Acostándolas o esperando a las 02:00 a que vuelvan a casa si es que salen por la noche, que no lo sé ni me importa. Y entonces creo que será un buen padre. Todo el mundo tiende a ser un buen padre, seguro que hay una parte de Sánchez en la que es un tipo excelente.
P.- Lo que pasa en general con Pedro Sánchez es que sigue estando la imagen para la mayoría de la gente, de que Sánchez es muy frío, no digo que no tenga sentimientos y ni mucho menos voy a decir lo que dice otra mucha gente, de calificarlo como un psicópata porque me parece un insulto que yo no utilizaría contra ningún político. Pero es frío, hierático. Incluso en esta preocupación que tuvo ahora con su mujer y con esta carta, lo que deja ver para muchos es un cálculo político. Entonces, claro, te cuesta ver que lo siente de verdad, ves que ha utilizado a su mujer para para hacer un juego de me voy, pero no me voy.
R.- Mira, yo hace tiempo, como como periodista o como opinador, o alguien que está en los medios, recibí el mensaje velado de que a Pedro Sánchez bien al principio de su mandato no le gustaba que hablaran de su mujer. Y yo se lo concedí, yo y mucha otra gente, y no hablaba de su mujer pudiendo hablar, sin ninguna intención de hablar sobre sus contratos o sobre su quehacer profesional. No, sencillamente en una crónica en la que aparece un presidente y la mujer del presidente.
Entonces yo sabía que le molestaba y se lo concedí con cierto gusto porque me parecía una línea roja honorable. O sea, a mí me pareció bien que Will Smith le pegara el bofetón a aquel tío cuando se rió de su mujer. No soy partidario de dando bofetones, pero si tú tienes el instinto de defender a tu pareja, seas hombre o mujer, hay líneas rojas y ya está. Y luego, con el tiempo, siempre pensé en esa línea roja. Como al menos tiene esa línea roja, al menos por ahí no va a pasar.
P.- Y eso es lo que pensaba mucha gente, que a lo mejor su línea roja era su mujer. Pero lo que hemos visto es un cálculo político con su mujer.
R.- Tú no haces el me voy a ir, para no me voy a ir si es por tu mujer. Si por tu mujer te vas o te quedas pero no montas el número. Que yo entiendo que Begoña Gómez ha sufrido muchos bulos de verdad, que en este caso no han molestado a Sánchez o no han sido señal de alarma o no las ha puesto en la esfera pública.
De Begoña Gómez se han dicho cosas horribles. Se le han atribuido secretos sobre su género, cosas vomitivas, nadie puede estar de acuerdo con esa persecución conspiranoica que ha sufrido. Pero la cuestión estaba en otro tema. O sea, en el tema de los contratos y el tema de las reuniones y el tema de que si no tiene nada que ocultar, pues no tendrá nada que ocultar.
Pero hay un cálculo ahí. Y luego en el momento en el que dice, y yo hablo de la de su relación con su mujer porque él lo ha puesto encima de la mesa, que publicó la carta sin hablarlo con su mujer. La puso en el centro del debate. ¿De verdad un hombre toma esa decisión sin tener en cuenta su pareja? Y luego hace todo un argumento alrededor de su mujer en una especie de psicodrama, creo que de manera bastante acertada, en el que toma rehenes y entonces le da cinco días a España para imaginarse la vida sin él.
A mí me parece que seguro que Pedro Sánchez tiene una salud mental excelente, pero a mí me parece un gesto de pirado, o sea, de esa gente que vive como imaginándose su posteridad, su entierro desde arriba, ¿Quién va a estar en mi entierro? ¿a ver qué hace la gente en el duelo de mi persona? Yo de verdad que no lo entiendo y te digo que me parecía bien esa línea roja con la mujer. Me pareció honorable.
P.- ¿Tiene líneas rojas Pedro Sánchez?
R.- No, yo pensaba que tenía esa. Pero en realidad ha puesto a todo el mundo a hablar de su mujer. Encima, provocando una situación que lo que estaba generando era una noción como de desequilibrio familiar o como que ella no podía más. No, no lo he entendido, creo que no lo ha entendido nadie.
P.- ¿Y también le parece sugerente el concepto de sanchismo? El sanchismo como género político o materia política.
R.- Claro, es que Sánchez es un personaje. Hay un Sánchez que será persona, yo no le conozco y no puedo juzgar ni decir absolutamente nada de él. Pero hay un personaje y el personaje de Sánchez funciona dentro del universo del sanchismo, que a mí me parece profundamente dañino. Porque es una acción política basada en la audacia sobre el riesgo. Es una política de cornisa, de asomarse al vacío, un gobierno y un presidente, con lo que significa eso. Asomando el vacío a todo el país, qué es lo que ha sucedido ahora.
Y es una acción política que siempre gana. Haciendo cosas que nadie hubiera pensado que era capaz de hacer porque pensaba que tenía unos límites éticos de los que carece. Y a mí eso me parece mal y el sanchismo me parece dañino. ¿Por qué? Porque el siguiente que venga, los suyos le pedirán que haga lo mismo. Le pedirán que ponga su mano derecha de Fiscal General del Estado, entonces es muy difícil salirse de eso, porque el siguiente a Sánchez va a tener que ser el siguiente Sánchez. Le van a obligar o le van a empujar a ser Sánchez en sentido contrario. Porque hay una disolución de los valores. A mí los valores me preocupan, los valores, las virtudes, lo correcto. El debate de la política estaba en lo correcto, que es una cosa que en política se mueve mucho.
P.- ¿A Chapu Apaolaza qué le interesa de la política?
R.- A mí me interesaría que la política volviera a lo virtuoso, porque es un ejercicio de virtud, de demostración o al menos ambición de virtud. No de «me paso todo por el forro de mi cartera de ministro y hago lo que me da la gana porque carezco de límites de suelo y de todo». A mí eso me hace daño y creo que hace daño a la sociedad porque la sociedad lo imita. Bueno, hay una relación, la política imita a la sociedad y al revés.
Sánchez elude lo que es bueno y lo que es malo, y las cosas dejan de ser buenas o malas. Que es raro en política, porque lo bueno de la política al día siguiente era malo. Ahora es lo legal. Esto es legal, sí, pues ya está, fin de la historia. Y si no es legal, va a venir un tipo del Constitucional y me lo va a validar. Oye, como patrón ético, de manera de comportarse en el gobierno, en la vida y en un país entero y en una sociedad, si alguien lo compra, pues bien, a mí me parece una desgracia.
P.- Hablemos un momento sobre el tema de los toros. Y además viene esta semana Chapu Apaolaza cuando está candente el asunto. El asunto es, lo sabrán, Urtasun, el ministro de Cultura, suspende el Premio Nacional de Tauromaquia. Y ha vuelto la discusión de qué hacemos con los toros, que entiendo no se van a prohibir. No va por ahí el camino, o no de momento.
R.- No de momento, pero sí hay una ambición de prohibirlo.
P.- ¿Se imagina Chapu Apaolaza una España con los toros prohibidos?
R.- Lo veo factible, sería una España terrible. Primero, porque habríamos normalizado el animalismo, el animalismo como medida de las cosas. El animalismo como creencia que dice que en la vida del hombre y del animal tienen el mismo valor. El antiespecismo. Con lo cual es un mundo, una España en la que habríamos empezado ya o habríamos conseguido destruir la noción de ser humano y luego habríamos terminado o estaríamos en visos de terminar con la ingesta de carne. Estaríamos en ese camino.
Se habría terminado el mundo rural, habríamos terminado con los ganaderos, los lecheros serían secuestradores de vacas. Estaríamos en un mundo en el que cualquiera, desde el poder, se sentiría legitimado para prohibir las manifestaciones culturales que no le gustan. Estaríamos en un mundo en el todo tendría que pasar el filtro de gustarle a todo el mundo y no molestar a nadie. Bueno, estamos un poco en ese camino. Entonces, si triunfa ese camino, los toros serán el canario en la mina de ese mundo. Entonces claro, me imagino un país sin toros.
P.- ¿Entiende a los antitaurinos en algo o lo rechaza de plano?
R.- Les entiendo en muchas cosas. Primero les entiendo en su sensibilidad. Entonces su sensibilidad en la que verse ante el hecho del sacrificio de un animal, que ellos consideran injusto, pues les entiendo perfectamente. Luego les entiendo y le respeto en su creencia, ellos creen que el animal tiene el mismo derecho a la vida que el ser humano, vale lo mismo. También les entiendo en eso, pero no es mi creencia. Lo que no pretendo es que no me lo impongan.
Sobre todo les entiendo en su sensibilidad y les entiendo en que tienen derecho a vivir en una sociedad en la que no se les discrimine. Y vivir su creencia y su vida y su rollo en libertad, que a mí me parece una barbarie. Eso de decir, como decía la presidenta del PACMA, lo típico de
¿Qué le das la medicación, a tu madre o a tu perro?, o esa gente que anda las discusiones en Twitter sobre si sacaría de un incendio a un desconocido o a su caniche. Bueno, tienen derecho a vivirlo, a mí me parece bárbaro, mucho más bárbaro que sacrificar un animal.
P.- Pero no todo el mundo que se opone a los toros equipara la vida del torero con la del toro. Pero no quieren, por ejemplo, que el toro sea, lo que ellos consideran, torturado en una plaza y aplaudido.
R.- Empezando por tortura ya están humanizando al toro. Eso, empezando por ahí. Puedes estar en contra de los toros y a favor de comerte un filete y unas anchoas si eres profundamente hipócrita. O sea, para de verdad defender la prohibición de la fiesta de los toros hay que asumir dos principios. El primero es que no se pueden matar animales, puesto que el sillón en el que se sienta mucha gente de pensar que el sufrimiento que se le genera al toro es innecesario, pero el sufrimiento que inflige él a los 700 millones de animales que se comen al año en España es válido, no tiene sentido. Porque la gente no come animales por la necesidad de ingerir proteínas animales. Eso los veganos lo han desterrado.
Nosotros creemos que se pueden comer animales. Si no pondríamos todo el esfuerzo de nuestra civilización en encontrar una solución al consumo de carne. Pero yo no veo a la gente llorando en las marisquerías. Luego hay otra cosa que es el sufrimiento innecesario, esta es una cuestión muy rara. ¿Qué es el sufrimiento innecesario? Por ejemplo, una muerte de un buey genera, igual me equivoco, pero 400 kilos de carne, por ejemplo, 500 kilos de carne. Con eso se alimenta un montón de gente, un montón de raciones de carne. Matando a un boquerón hace falta matar 25.000 boquerones o más para conseguir la misma cantidad que la carne del buey. 500 veces más si te comes un pollo que un buey. ¿Por qué esas muertes son necesarias?
Yo puedo decir que matan gratuitamente, que son unos torturadores porque generan sufrimiento innecesario, etcétera. Y el segundo principio es cultural. Una vez que aceptamos que matamos animales, entonces el problema es verlo, no es que mates al animal. El problema es que tú estás asistiendo a un espectáculo que otro considera bárbaro o te juzga por falta de empatía. Piensa que no tienes empatía al presenciar una corrida de toros que para él supondría algo terrible. Entonces nos olvidamos del plano animal y entramos en el plano cultural.
Es un mundo en el que nos están empezando a poner y eso está sucediendo, medidores de empatía. ¿Cómo uno puede disfrutar con una película de terror? Yo siempre pongo el ejemplo de El silencio de los corderos. A mí, Anthony Hopkins, hay momentos de la peli que me parece un cachondo. ¿Soy un monstruo?, ¿Soy indecente?, ¿Es indecente disfrutar con una película en la que alguien se come a otra persona? No, es cultura y está a salvo de todos los censores que vienen a decirnos que esto está bien o esto está mal.
«Bueno, pero es que tú lo matas de verdad» ¿Pero se puede matar animales? ¿Sí o no? «Bueno, es que tú haces un espectáculo de ello» En realidad, nosotros no hacemos espectáculo de la sangre. Nosotros no vamos a ver sangre y muerte, porque si fuera así, pondríamos gradas en los mataderos para ver los animales que se matan para que coma toda esa gente y algunos de ellos diciéndonos que nosotros somos unos bárbaros.
«Puedes estar en contra de los toros y a favor de comerte un filete si eres hipócrita»
P.- ¿Qué haya gente en contra de que los niños vayan a ver una corrida de toros es algo que comprende?
R.- Hay un desconocimiento ahí. Hay gente que no quiere que los niños entren en las carnicerías tampoco porque les parece terrible. También hay gente que pretende que los niños no vean a dos personas besarse en la calle, ya no te digo si son del mismo sexo. Hay gente que pretende que los niños se vuelven locos con las cosas, con los cómics, con el heavy, con los videojuegos, que la gente mataba porque lo veía en un videojuego. Eso está muy superado.
De todas maneras, al antitaurino, el niño no le importa nada. El antitaurino utiliza al niño para sus propias luchas y persecuciones. Porque si te dijera la de banderillas que les han puesto a mis hijos virtuales. «Ojalá torturaran a tus hijos delante de ti. Ojalá les pusieran banderillas», los que dan lecciones de empatía en realidad están deseando que a mí me coja un toro y mis hijos se queden huérfanos. Los niños les da absolutamente igual.
Pero cada uno puede educar a sus hijos como buenamente quiera. Yo llevo a mis hijos a los toros, y a mí me parece una educación, es acercarse a la realidad del mundo. A mí, mi hija un día en una plaza se dio la vuelta y me dijo: «Papá, el toro te mata para siempre» Y a mí me pareció un acercamiento bastante efectivo a la noción de lo definitivo. Claro, si tú quieres vivir en un mundo en el que tú le dices que el abuelito se ha dormido a tu hijo, pues okey. Es tu hijo y yo no te puedo decir nada.
P.- ¿Confundimos cultura con entretenimiento?
R.- Sí, hay muchas definiciones de cultura. Está la producción artística, y luego está la definición de cultura, que es más amplia que son las costumbres, tradiciones y creencias por las cuales se manifiesta la esencia o la identidad de un pueblo. Y es así, y tiene sus límites. Porque a mí me nombran mucho los gladiadores y las ablaciones. Hay que ser serios y hay una declaración de la UNESCO en París 2003 y 2005, creo, y dicen que hay que defender las culturas minoritarias, que es la obligación de los políticos, siempre que se respeten la línea de los derechos humanos. Los toros no son humanos. El momento en el que sean, el que mate un toro será un asesino y el que le ponga un puyazo será un torturador.
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