THE OBJECTIVE
El purgatorio

Pilar Cernuda: «Me llena de ira que Yolanda Díaz haya llegado a vicepresidenta del Gobierno»

La veterana periodista gallega visita El purgatorio para presentar el libro que repasa su trayectoria, ‘Lo que yo recuerdo’

Admiro de Pilar Cernuda (Santiago de Compostela 1948) esa capacidad para seguir manteniendo una curiosidad casi enfermiza por seguir comprendiendo este mundo que no hay quien entienda. Es una de esas mujeres que vivieron aquel periodismo que se iba de copas con los políticos, pero luego tenía la independencia suficiente para aporrearle con las informaciones. Ha vivido en primera fila lo que otros tenemos que leer en los libros de historia. Gallega, aunque amante de Madrid, presenta Lo que yo recuerdo, y avisa, no se va jubilar. Hasta que el cuerpo aguante, y los jefes quieran, claro.

PREGUNTA. – ¿La adicción a la Coca Cola es cierta?

RESPUESTA. – No es adicción porque lo controlo bastante. Hay dos que no perdono, que son la del desayuno y la de después de comer. Es decir, cuando vosotros tomáis café, yo tomo coca cola. No me gusta nada el café. Es una cosa psicológica. Yo, por ejemplo, estoy trabajando con la Coca Cola al lado y la voy tomando y hay un momento en que se vacía, como es natural, y yo sé que está vacía, pero me da tranquilidad tener la lata cerca.

P.- ¿Pero cuántas Coca Colas se toma al día?

R.- Ahora procuro tomar tres como mucho. 

P.- ¿Pero se toma un cruasán con una Coca Cola por la mañana?

R.- Si hay churros, con churros, pero no los mojo (ríe). Ojo que en Onda Cero, cada vez que desayunaba con la lata se reían de mí. Ahora no sabes la cantidad de días que encima de la mesa de Alsina, toda la gente está tomando Coca Cola para desayunar. Y Alsina también, claro.

P.- ¿Qué le queda a Pilar Cernuda de arquitecta, de esos estudios que empezó aunque se acabara pasando al oficio de periodista?

R.- Mucho, primero tengo grandes amigos de la escuela porque como es un sitio en que convives mucho, porque eran muchos años. Y luego compartimos mucho porque dibujas una barbaridad. Entonces pasas muchas horas ante un tablero, todos tenemos que ir por la tarde, aparte de las cuatro o cinco horas en la escuela, dibujábamos desde una lámina hasta las estatuas griegas clásicas, y entonces estás pintando y hablando. Es una relación muy fácil, muy fluida. Y luego me ha quedado el espacio qué es importante en el periodismo. Yo soy muy sobria, y me gusta el espacio, limpio, diáfano. Y eso lo aprendí en arquitectura.

P.- Pilar viene a El Purgatorio, y yo me alegro mucho de que venga, porque tiene un nuevo libro. Se llama Lo que yo recuerdo y hay que decir que es un libro de recuerdos que no de memorias, porque, no se asusten, Cernuda no se va a jubilar.

R.- No, hasta que este cuerpo aguante, y los jefes sigan pensando que yo valgo la pena.

P.- ¿No le cansa?

R.- No.

P.- ¿No hay un día que diga para sus adentros «ay, qué hartura de políticos»?

R.- Todos los días, pero cuando me levanto me doy cuenta de que lo primero que hago es ponerme la radio, leer los periódicos, o sea que me gusta mucho. Me sigue emocionando, sigo teniendo curiosidad.

P.- Es un gran libro, entretenido, divertido, nostálgico, crítico, y de recuerdos valiosos porque Pilar ha tenido la fortuna de estar allí cuando había que estar allí.

R.- Eso es lo que yo echo de menos en muchos periodistas. Ahora pasa algo y se meten inmediatamente en internet, en las redes sociales. Yo no estoy en ninguna red social, no he estado nunca ni lo voy a estar, porque creo que es lo más contrario al periodismo. No es periodismo. Lo primero que nos enseñaron en la escuela era la información contrastada con todas las versiones posibles y desde donde está produciéndose la noticia. Soy de una generación que cuando pasaba algo inmediatamente nos íbamos zumbando a ese algo, a vivirlo allí mismo con sus protagonistas, con los testigos e involucrándonos, casi a veces emocionalmente en algunos casos. Y luego con mucho universo de documentación y aquello no era un ordenador, era normalmente carpetas y carpetas y carpetas. Ahora se trabaja de otra manera. 

P.- Si noto cierto aroma de pesimismo actual, tanto con la profesión como con la política. ¿Son las dos materias que más le decepcionan?

R.- Lo de los políticos… Es que voy al Congreso y se me cae el alma a los pies. Sigo yendo, voy a los grandes debates, no al día a día porque pierdo mucho tiempo y además la media docena de personas que me sigue interesando el Congreso, que creo que tienen altura, talla y sentido de Estado, siempre los puedo llamar y verlos luego. Pero, por ejemplo ¿A quién tenemos de ministro de Exteriores? Albares, frente a un Javier Solana o un Paco Fernández Ordóñez, es que se te cae el alma a los pies cuando ves la diferencia. ¿En Cultura? A Urtasun, antes a Jorge Semprún, y así podemos seguir con muchos más.

En Economía teníamos a Calviño, que era buena pero quedó atrapada por las garras del sanchismo. Se quedó también fascinada, como tantos en el gobierno con una trayectoria fantástica y al final todos quedaron subyugados por Pedro Sánchez, un personaje que es lo peor que nos ha ocurrido en España. Y lo que no puedo entender es cómo personas que eran amigos y amigas mías y que tenían prestigio, tenían una carrera muy sólida y de repente se han vuelto irreconocibles, son irreconocibles. Entonces pues claro, todo eso te decepciona mucho y te preocupa. Si te preocupa tu país, te preocupa tener un gobierno para mí tan absolutamente tan plano.

P.- ¿Este es un libro también de una cierta defensa de la transición y de quienes la hicieron?

R.- Sí. Yo he vivido, como todos los de mi generación, en primera persona, cantidad de acontecimientos y casi toda la gente de nuestra generación tiene una admiración profundísima por el rey Juan Carlos, porque sabemos lo que hizo por nosotros, lo que hizo por España. Por supuesto, como tantísima otra gente, estoy muy decepcionada con sus últimos años. Algunas cosas intento justificarlas y otras me cuesta, pero le tengo un profundísimo afecto y enorme respeto.

Entonces aquí intento explicar por qué tengo esa admiración. Primero porque lo he vivido muy de cerca, conozco su personalidad, es una persona verdaderamente muy afectuosa, que te llena de confianza, te sientes orgulloso de que sea el jefe de Estado, cosa que me pasa con su hijo Felipe, siendo completamente distinto. Tengo una admiración y un afecto profundísimo por Felipe, por supuesto. Pero he contado cosas que yo creo que la gente debe saber, porque esto de la transición no fue «me levanto un día y esto lo arreglo yo».

No, no hubo un trabajo previo muy importante de contactos internacionales y de contactos con la gente de la oposición en España, que estaba en el exilio, gente perseguida. Y entonces he conseguido hablar con ellos años más tarde, cuando ya podían hablar, y con quiénes fueron los enviados del rey Juan Carlos porque el Rey no podía hacer determinados contactos. Esos dos emisarios fueron fundamentalmente Manolo Prado y Colón de Carvajal y Nicolás Franco, y pude hablar con los dos en su momento y con aquellos con los que se entrevistaba. 

«Trabajé en Intereconomía, conozco a los de VOX, con ellos no me vas a encontrar nunca»

P.- ¿Muchos jóvenes somos desagradecidos con toda la gente de la transición?

R.- No es que sean desagradecidos es que no se han interesado tampoco por saber, por averiguar cuál fue la historia más reciente. Aquí hago mi pequeña aportación por si a alguien le interesa, pero cuento cosas que a la gente le va a asombrar saber. 

P.- Llegó a trabajar en los años de los últimos años del franquismo. ¿Cómo recuerda el franquismo? Porque a veces hay algunos nostálgicos de esos tiempos.

R.- No tengo mucho recuerdo. Primero porque yo viví muy poco tiempo el final del franquismo, porque antes estudié arquitectura y en la universidad sí conocí muy bien todo el franquismo. Cuando estaba en arquitectura en la época de los grises y de correr delante de los caballos. Además, la carrera de arquitectura estaba bastante politizada. El PCE, el partido era el PCE, la oposición, el PSOE, no existía. Pero luego, cuando empecé la profesión, yo al principio no hacía política, hacía lo que se llamaba sociedad. Y luego me fui pronto a Nueva York, allí estaba cuando murió Carrero, vine cuando Franco estaba en el hospital, cuando regresé a España eran los estertores de Franco y eso yo lo cubrí. Con lo cual no tuve lo de otros compañeros, es decir, la censura.

P.- Y a los que dicen, ya no tanto en el franquismo, sino en los años 80, esa movida madrileña, los que aseguran que había más libertad en España o más libertades en España, sobre todo a la hora de hablar o escribir que no había esa especie de autocensura, ¿se lo compra?

R.- ¿Qué si se lo compro? Hasta hace cinco años yo podía escribir de todo, ahora tengo que tener un cuidado tremendo. Pero habla con cualquier periodista, con cualquier cantante, con cualquier persona que haya tenido una mínima presencia social, cualquier escritor. Si te lo dice cualquiera. Nunca me he sentido más coartada en la forma de escribir o de hablar que ahora. Inmediatamente te dicen «esto no es políticamente correcto», «estás entrando en un problema de falta de respeto a la igualdad».

Si yo cuestiono la ley trans, que me parece un espanto, no es porque yo esté en contra de los trans, sino porque lo que estoy en contra es de que tú permitas a un chaval o una chavala de 12 años que pueda iniciar el proceso de transformación hacia el otro sexo. Sin permiso primero, sin que un médico vea que el sexo no es el que le corresponde emocional o genéticamente, o que no tiene tampoco la autorización del juez o de los padres.

A los 12 años ningún chaval o chavala sabe exactamente qué es en nada. Entonces me parece que eso es una barbaridad. Los casos que está habiendo de niños a los que hicieron las primeras sesiones hormonales son irreversibles. No puedo contarlo porque es que me montan una campaña llamándome «homofóbica o transfóbica». La libertad en este momento en el periodismo no es plena ni de broma.

P.- ¿Tenía más libertad en los años 80?

R.- Y en los 90. Y al principio de este siglo, no me pasó con Zapatero, pero con esta época de ahora es brutal. 

P.- ¿Pero con toda su experiencia, tiene cortapisas a la hora de hablar de según qué cosas? 

R.- Claro que las tengo. Una cosa tan simple como que yo no puedo decir que ha habido un altercado en un barrio de Sevilla entre dos clanes gitanos. No puedo poner la palabra gitanos. No puedo. O sea, estamos coartando la libertad de los periodistas, de los informadores y también de quienes reciben la noticia. Podemos, como mucho, poner clanes y ya sabemos de lo que estamos hablando. O tienes que tener mucho cuidado cuando decir que ha habido un abuso sexual y decir que era de un latinoamericano o que era de un magrebí. Estamos trabajando en unas condiciones tremendas, nunca he tenido que medir tanto las palabras, los calificativos, los datos, como ahora, porque automáticamente me pueden acusar de ser una persona políticamente incorrecta o incluso hasta puedo poner una denuncia. Eso no ha ocurrido nunca.

P.- Trae Pilar Cernuda al presente recuerdos de un tiempo donde existía el tuteo entre periodistas y grandes políticos. Menos con Fraga, que era don Manuel y Tierno Galván, que era el viejo profesor. Pero que aunque se diera ese tuteo no había una falta de respeto del político al periodista. ¿Ha cambiado el miedo y la falta de respeto?, ¿antes el miedo o el respeto del político al periodista, ahora es al revés? ¿Ahora es el periodista el que le tiene el acojone al político?

R.- No sé si es un problema de tener miedo al político. Lo que yo sí sé es que ahora los comportamientos que imponen los políticos te hacen andar con mucho cuidado, porque hay todo tipo de políticos también. Hay unos mejores que otros, más estrictos o menos, hay cantidad de políticos que piensan como yo y que no son de derechas. Pero cantidad de políticos. Y sin embargo no es que lo piensen, es que lo constatan, es que es así. Tú no tienes las referencias que tengo yo del pasado, que tampoco son los años 90, me refiero a hace diez años hablamos infinitamente con más libertad. No medíamos tanto las palabras. Eso es algo que me preocupa socialmente.

P.- ¿El político le ha perdido el respeto al periodista? 

R.- Depende de los políticos y depende de los periodistas. Hay políticos muy decentes éticamente hablando. Unos se callan y otros no se callan.

P.- Por preguntarlo de otro modo, ¿hay políticos en altos cargos como los ministerios que le han perdido el respeto a ciertos periodistas? 

R.- Es que no se puede generalizar. Pero lo que sí es cierto es que en este momento hay desde el gobierno una caza al periodista que no les gusta. No te digo a todos los periodistas, sino los periodistas que nos gustamos. Sin ninguna duda. Como hay una caza a los fiscales y una caza a los jueces que no les gusta. No tengas la menor duda, hablo con jueces y fiscales y sobre todo hablo con cantidad de colegas de profesión. El presidente europeo demonizado es Orbán, entre otras razones porque ha decidido que él interviene en la justicia, en los nombramientos de los jueces, ¿y en España qué?, ¿Qué es lo que está pasando?

Y aquí hay una serie de profesiones que están con muchísima cautela, porque cualquier tipo de contradicción con lo que emana de Moncloa, pues le puede hacer perder su puesto. O sea, es inaudito en una democracia que una ministra de Justicia pase directamente del despacho del ministro de Justicia a la fiscalía general del Estado. Inaudito. Y luego que encima coloque a todo su clan. Y que cuando el Supremo dice «usted no cumple los requisitos», el otro día el ministro de Justicia presentó a la antigua fiscal como la fiscal de la Memoria Democrática. Oiga, no, que el Supremo lo echó para atrás y el fiscal general del Estado se fumó un puro. Estamos rompiendo los comportamientos absolutamente esenciales de la democracia, que es la independencia del Poder Judicial, del Legislativo y del Ejecutivo. Y aquí el Ejecutivo está metiendo mano en los otros dos. 

P.- Vivió la transición y también la llegada de los llamados «nuevos partidos», me refiero a Podemos y Ciudadanos, aunque anteriormente estaba UPyD e incluso estaba Vox, pero muy escondo. ¿Qué le parecieron aquellos nuevos partidos?

P.- A mí no me parecen mal, siempre que tuvieran talla, además no solamente ocurre en España, pasa en toda Europa. Tengo el problema de que yo he conocido a Willy Brandt, a Angela Merkel, lo último bueno que le ha pasado a Europa.  Conocí a Bruno Kreisky, Margaret Thatcher, Mitterrand, a Giscard, que era bastante tonto, pero tenía la grandeur francesa, el propio Sarkozy. Y ahora de la época actual que yo admire, António Costa, y tuvo que marcharse con una acusación falsa de corrupción y Merkel, porque ya no podía más, era un tema personal, ella necesitaba descanso. Pero ahora yo miro a mi alrededor y no tengo el menor interés en conocer a ninguno. No me motivan nada.

P.- Con esto de la nueva política se le recuerda mucho a Pilar Cernuda cuando se abrió la legislatura número XI y, entre otros, llegó Podemos al Congreso. Y después con Susanna Griso en Espejo Público, dijo aquello de «la progresía no está reñida con la ducha ni con el baño”.

R.- Es que es mentira eso. Fue el primer día que Podemos entró en el Congreso, y entonces me pregunto Griso sobre qué me había parecido todo, «¿Y qué te pareció el Congreso?, ¿Y lo de Podemos?, ¿el de las rastas? Pues hija, muy bien». Estaban ellos confusos como todo el mundo y tal y dije, «había alguno que podía lavarse un poquito». Es todo lo que dije y lo mantengo.  Porque una cosa es que tú vistas como te dé la gana y otra cosa es que cantes. 

P.- ¿Había personas de Podemos que olían mal?

R.- Bueno, pero que ha pasado con otros que no eran de Podemos, aunque se me ocurrió decirlo, «lo único que pido es que alguno se lave un poquito», porque había pasado uno por mi lado y olía una barbaridad. No dije que eran unos sucios, no, dije que alguno podía lavarse un poco y lo sigo manteniendo, pero de Podemos y de no Podemos, pero es que aquel día era la novedad.

A mí me da igual que vaya con rastas o no, lo que quiero es que la gente vaya limpita. Pues es como cuando Pepe Bono, cuando era presidente del Congreso y pidió a la gente en el Congreso, los fotógrafos sobre todo, que no fueran con pantalón corto y con chanclas. Vamos, es algo que me parece elemental. Y que las periodistas no fueran con el pantalón ese cortito, que es como una braguita prácticamente. Además no solamente lo pidió, sino que lo tuvo que poner como obligación, porque había que ver cómo iban algunos. Eso solamente lo puede hacer uno de izquierdas, me pareció perfecto. Vete a Westminster o a la Casa Blanca, a la Cámara de Representantes o al Capitolio. No es que te piden, te exigen respeto para el lugar en el que estás.

P.- ¿Qué ha pasado con el PSOE? ¿Qué ha pasado con lo que llaman el PSOE clásico, o sea, González, Guerra, Redondo Terreros y este PSOE? ¿Por qué hay una ruptura entre los antiguos y los nuevos?

R.- Es que no es así del todo. Porque hay algunos de los clásicos, como tú dices, que están muy de acuerdo con lo que está haciendo Pedro Sánchez. Los que menos, afortunadamente. Yo hago mío lo que decía Alfonso Guerra, «es que esto no es el PSOE, esto es otra cosa». No tiene nada que ver, en ningún sentido. No es porque para aquella gente su prioridad era España, eso es básico en un buen político. Sino porque tenían culturalmente la política metida en la cabeza y ahora se mueven por oportunismo en este PSOE y por hacer méritos para que le hagan algo. Y es que no puedo decir «el nuevo PSOE y el antiguo PSOE», porque es que no tiene nada que ver, pero nada que ver. Me decepciona mucho.

Fíjate, el Partido Comunista ha mantenido sus esencias en Izquierda Unida, en ningún caso en Sumar con Yolanda Díaz, que es un caso raro que anda por ahí, aunque haya llegado a la vicepresidencia del gobierno. Y en el PP ahí hay una continuidad con lo que era Alianza Popular y el PP de Fraga, y con el actual. Te gusta más o menos, pero hay una continuidad dentro de que cambia la generación y que cambian las formas de vida.

Ahora van a golpe de decreto, sin principios de ningún tipo. Y vamos de sobresalto en sobresalto. Porque si utilizaran los principios para hacer algo bueno para este país, pero este país va de espanto. Me dirás que los índices económicos son muy buenos, todo lo que tú quieras, los mejores de Europa, pero eso no se ve en la sociedad. La sociedad española no es una sociedad que tú la veas entusiasmada por el país en el que estás viviendo. La precariedad en el empleo es absoluta, para los jóvenes es prácticamente imposible que encuentren un primer empleo.

Las mejores cabezas jóvenes se tienen que ir fuera porque si lo encuentran aquí están pésimamente pagados. La vivienda es absolutamente inasequible, están regresando los hijos a casa de los padres porque no pueden pagar un alquiler de una vivienda. Que te cueste en Madrid, una habitación compartida, sin baño propio ni nada, que te cueste 700 €. No ocurre ni en el Nueva York actual, es que eso es impagable. O si tienes que vivir en una ciudad en que pagas 700 por una habitación, seguro que ganas tres veces más. Pero aquí no, es que le piden 700 al mes a alguien que gana 1200 euros.

Cernuda, en los estudios centrales de THE OBJECTIVE – Víctor Ubiña

P.- ¿Cómo fue aquel primer café con Pedro Sánchez?

R.- En un bar de enfrente del Congreso. Me pareció un tipo encantador, porque es que es encantador, y además atractivo, el hecho de que sea guapo influye. Y estuvo encantador, en ese momento no era ni siquiera secretario general del partido. Me llamó Pepe Blanco para decirme: «Quiero que conozcas a quien va a ser secretario general del PSOE», le pregunté quién era y me dijo «Pedro Sánchez”. Mi primera reacción fue decir «¿Quién es ese?», «No, bueno es un diputado», me respondió Pepe.

Y acabó llegando Sánchez a secretario general y hay que ver cómo se la pegó a Pepe Blanco, en cuanto fue secretario general le quitó de la lista europea. Porque Sánchez no puede soportar deberle un favor a nadie, se deshizo de todos aquellos que eran su principal grupo, que eran Pepe Blanco, Óscar López y Antonio Hernando. Y luego, se dio cuenta de que los necesitaba porque lo que había fichado eran desecho de tienta.

P.- Dice de Sánchez, que era un presidente que mentía y que no soporta que le llamen mentiroso. Y termina asegurando “lo descubrí antes que nadie»

R.- Sí, porque me lo hizo a mí. Me lo encontré después de una campaña electoral, «Pilar, cuánto tiempo, con esta campaña es que no nos hemos visto», porque tenía una relación muy buena con él y me preguntó «¿Qué tal estás?», y le contesté «Bien, pero me has mentido y no me gusta que me mientan». Se dio la vuelta, sin decir adiós, y estuvo dos años sin hablarme. Entonces lo veía mucho en el Congreso, ya era secretario general, y le decía «adiós, Pedro», y nunca me contestaba. Ya era un chiste aquello, y cuando llegó a Moncloa me llamó Iván Redondo y me dijo que el presidente quería invitarme a comer con él y tres o cuatro periodistas. Acepté y estuvo encantador. Después lo he visto más veces, y ya al menos saluda.

P.- Mantiene Cernuda que han existido dos figuras tóxicas en la presidencia del Gobierno. Una es Zapatero y la otra es Sánchez. 

R.- Zapatero tiene otro trato, con Zapatero es mucho más fácil porque no tiene una soberbia enorme. Pero él fue quien inició todo este proceso de deterioro del partido, sin ninguna duda. Y todo el tema catalán lo inició él. Luego es verdad que Rajoy no supo enderezarlo ni supo llevarlo bien, pero yo creo que Zapatero tiene mucha responsabilidad en la situación actual que está viviendo España. 

P.- De Alberto Núñez Feijóo tienes mejor opinión por lo que leí en el libro.

R.- Sí, lo conozco desde hace muchísimos años, lo conocí cuando era director del Insalud, ha dirigido la sanidad de toda España y es un buen gestor y le he conocido mucho. Lo que pasa que yo le veo y lo digo abiertamente, y se lo he dicho a él, «no es lo mismo ser un presidente de la Xunta que venir aquí». Creo que el equipo flojea mucho y está haciendo cambios ahora mismo, pero mira, por lo menos es una persona que tiene criterio y que es buena gente. Y eso ya eso tiene mucho ganado.

P.- Con que sea buena gente le vale.

R.- Es importantísimo y que quiera este país. Y que te anteponga, siendo político, primero es España y luego su partido.

P.- De Vox y de Abascal me da que no le gusta nada.

R.- Nada, ninguna buena opinión, porque trabajé muchos años en Intereconomía, donde me marché. Y por tanto conozco la gente y ahí no me vas a encontrar nunca.

«Si te preocupa España, te preocupa tener este gobierno»

P.- ¿Y hay algo que te guste de VOX? 

R.- Ha ilusionado a alguna gente, pero esa gente se va a quedar desencantada muy pronto, no es lo que parece. Conozco muchísimo a Hermann Tertsch, mucho, y es una cabeza excepcional, sabe mucho de política internacional, y le tengo mucho afecto. Luego me ha sorprendido mucho lo de Girauta. Pero creo que es la baza que está utilizando Pedro Sánchez para mantenerse en el poder, sin ninguna duda. Sánchez lo está potenciando. No hay día que no aparezca una noticia de Vox que a la que no le dé mucho aire el Gobierno y el PSOE, porque saben que eso es hacer daño a Feijóo.

P.- ¿Con Yolanda Díaz te tomarías una Coca-Cola?

R.- No, me aburre. Es un bluf, y no es por nada, pero es de las pocas cosas que he acertado. Me lo recuerda mucha gente, llevo cuatro años diciendo, «¿pero cómo es posible que penséis que Yolanda Díaz es una política a tener en consideración?» Claro, la conozco de la época de Galicia. Y lo estamos viendo ahora, no me interesa nada. Además me da mucha rabia porque yo no soy de cuotas, soy de las que defiende que las mujeres tenemos que ganarnos nuestro puesto por nosotras mismas.

Y claro, que una señora como Yolanda Díaz llegue a vicepresidente del Gobierno, me llena de ira. Porque pienso que para llegar a ser vicepresidenta del gobierno te lo tienes que ganar. Ganar significa que tienes que valer mucho hasta llegar ahí y demostrar que vales mucho, ¿Qué van a pensar las mujeres españolas que se dejan la piel en un trabajo cuando ven a una persona que es absolutamente nada? Me cabrea, lo digo abiertamente. Una señora que no tiene oficio ni beneficio, que se ha hecho cargo de Sumar y solo sabe restar.

En cuanto la gente ha visto lo que yo he visto hace cuatro años, no porque sea la más lista, sino porque soy gallega y en Galicia no la ha votado nunca nadie. Es una oportunista, se ha ido siempre a otro partido en el que parecía que le iba a ir mejor y luego, cuando le iba mejor, traicionaba a los suyos. Ha dejado una cantidad de cadáveres entre gente espléndida en Galicia, fantástica en cuanto a número de personas de los que he traicionado. Y a mí no me gusta la gente que traiciona y que se aprovecha de las oportunidades que le dan para que luego, si encuentra una mejor, pues te deja tirado. No, no es así. Me produce una profunda ira, no lo puedo superar.

P.- Sobre el feminismo escribe en el libro: “Cómo viví ese esfuerzo me llena de ira–sí, ira–que se pongan medallas de feminismo personas que tienen poca noción de la historia por la igualdad y consideran que el feminismo es una lucha contra el supremacismo del varón, o mejor dicho, contra el varón directamente. El hombre como origen de todos los males«.

R.- Es así, que todos los hombres desprecian a las mujeres. Y ese equipo que tenía y esos numeritos y esos vídeos que hacía el Ministerio de Igualdad, lo de la tarta de cumpleaños, es que te da una vergüenza ajena tan espantosa. ¿Y esto encima va representando a las mujeres actuales? A mí que me va a representar una mujer así.

Mi generación ha luchado por la mujer, no sabes de qué manera. Con un esfuerzo enorme y demostrando todos los días, todos los días, éramos capaces de hacer lo mismo que los hombres. Y nos costó una barbaridad. Para que ahora llegue aquí una y lo primero que hace es quitarse el pañuelo palestino y ponerse ropa estupenda porque cree que así entra mejor en un mundo de hombres. Pues mire usted, si justo eso es lo que nosotros no queremos que sea la estética, sino que tú vayas vestida como quieras ir vestida, si bien, mejor todavía, que seas educada, pero sobre todo que des el callo. Y que si quieres ser ingeniero, lo seas.

Y en este momento en las facultades de la Politécnica de Madrid hay más mujeres que hombres y está España entera llena de ingenieras fantásticas, arquitectas y fiscales. La primera mujer fiscal que hubo en España fue una gran noticia, de todo, mujeres que se han preparado para que llegue una señora sin oficio ni beneficio y vicepresidente de gobierno. Es un asunto que me enciende muchísimo

P.- Pilar Cernuda, aparte de beber Coca Cola moderadamente, es periodista. Es una mujer que ha vivido grandísimas cosas y ha tenido la fortuna de estar en primera línea cuando había que estar en primera línea. Y ahora lo cuenta en un libro que se llama Lo que yo recuerdo.

R.- El copyright de Lo que yo recuerdo es de Serrat. Lo cuento en el prólogo, estuve viendo su último concierto en Madrid, que me emocionó porque la primera persona que entrevisté fue Serrat. Y una de las cosas que contó, en un concierto precioso, con la voz mala, «la vida es lo que yo recuerdo, mi vida es lo que yo recuerdo». Saqué el móvil y me puse corriendo a escribirlo para guardarla inmediatamente.

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