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La primera mujer que llegó a general cumple dos años de ostracismo en Defensa

Patricia Ortega solo asiste a actos sobre la presencia de mujeres en las Fuerzas Armadas «como si fuera un jarrón chino»

La primera mujer que llegó a general cumple dos años de ostracismo en Defensa

La ministra de Defensa, Margarita Robles, el día de la imposición del fajín rojo a la general Patricia Ortega. | Foto: Flickr M.Defensa

Patricia Ortega ha pasado de los focos en 2019, cuando se convirtió en la primera mujer en llegar al generalato dentro de las Fuerzas Armadas, a llevar dos años apartada en un despacho de la Secretaría de Estado de Defensa como asesora tras su cese como secretaria general del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA). Una situación de «ostracismo», según coinciden varias fuentes militares consultadas por THE OBJECTIVE, que se puede prolongar otro año y medio hasta su definitivo pase a la reserva en julio de 2026.

Ortega no tiene ningún cometido específico a las órdenes de Amparo Valcarce, la número dos de Margarita Robles, desde su destitución en INTA en enero de 2023 y en los últimos años únicamente se le ha visto en actos oficiales sobre la presencia de la mujer en las Fuerzas Armadas «como si fuera un jarrón chino».

Su salida de este organismo tecnológico adscrito a Defensa provocó revuelo entre sus compañeros ante las dificultades que habría para encontrar un puesto que se adaptase a su perfil como ingeniera politécnica. Tampoco ayudaba su condición de general de división, el más alto al que había llegado hasta ese momento una mujer dentro del escalafón de los ejércitos. De ahí que su paso a asesora en el gabinete de Valcarce no fuese visto como un premio o ascenso en su carrera, sino todo lo contrario, como se ha confirmado con el paso del tiempo.

Detrás del cese estuvieron una serie de encontronazos por asuntos de índole económica con su inmediato superior, el director general del INTA y ahora teniente general Julio Ayuso, que llevaron a la redacción de partes de queja cruzados entre ambos que llegaron a la mesa de la ministra y que supusieron la caída en desgracia de Ortega.

Ella supo de inmediato que tendría que armarse de paciencia para lograr otro puesto que se adaptase a su currículo, subrayan las citadas fuentes. Los ingenieros politécnicos son un cuerpo muy específico y reducido en número dentro de las Fuerzas Armadas. Al principio, se habló de alguna de las subdirecciones generales que dependen de la Dirección General de Armamento y Material, aunque no en el corto plazo.

Luego, surgió la posibilidad de ponerse al frente de la Dirección de Infraestructura del Ejército de Tierra, pero también se le pasó ese tren. En el fondo, pesa aún el pacto que cerró el anterior jefe del Estado Mayor de Tierra, el teniente general Francisco José Varela, con la ministra en 2019 para que el ascenso de Ortega a general de brigada no implicase hacerle un hueco en dicho ejército, sino que tenía que quedarse en Defensa o en un organismo adscrito al ministerio, como era el caso del INTA. Un compromiso que Robles ha mantenido hasta ahora.

Las citadas fuentes también coinciden en que tanto el ascenso de Ortega a coronel como luego al generalato fueron «forzados» para romper los techos de cristal que tenían las militares en ambos escalafones. Para la imposición del fajín rojo, Robles recurrió a una convocatoria extraordinaria del curso de ascenso a general para incluirla junto a «dos comparsas», recuerda una de las personas que siguió aquel proceso interno.

Defensa se encontraba en ese 2019 con la presión de ver que se habían cumplido los 40 años de la entrada de la mujer en las Fuerzas Armadas sin que ninguna hubiese llegado al generalato, por lo que Robles agilizó los trámites para que Ortega -y por extensión, la propia ministra- pasasen a la historia al calor de la efeméride.

Con fama de «generar problemas»

El posterior ascenso a general de división, en mayo de 2022, también se hizo con rapidez, antes de que se cumpliese el plazo mínimo. Y con su destitución del INTA resultó más difícil encontrarla un hueco dentro del organigrama de Defensa. «Robles se equivocó dos veces y no podía asumir una tercera», opina un general en activo bajo condición de anonimato.

De izquierda a derecha, las generales María Teresa Gordillo, Patricia Ortega y Begoña Aramendía.

Ortega arrastró fama de «generar problemas» por donde pasó. Al poco de ascender a la cúpula militar y desembarcar en el INTA, provocó incomodidad en las Fuerzas Armadas con su propuesta de unificar en unos cuerpos comunes la escala de ingenieros politécnicos que hay en los tres ejércitos, un paso que obligaba a cambiar la ley de la Carrera Militar. «Sentó muy mal en la Armada», recuerda una de las fuentes consultadas por este periódico. «Y por más que se le avisó de que no siguiese por ese camino, ella insistió con sucesivos escritos» a sus superiores.

Robles percibió aquel pulso de la general como un desafío y se decantó por su cese. Su puesto de asesora de la secretaria de Estado de Defensa se interpretó como un «castigo» que aún no ha sido levantado. Una situación que recuerda en Defensa al caso del general de división de Intendencia Joaquín Pérez-Íñigo, cesado en mayo de 2021 como subdirector general de Servicios Económicos y Pagadurías tras casi siete años en el puesto. Tras desafiar a la ministra con un recurso, tuvo que pasar un año y medio en Defensa de asesor sin atribuciones específicas hasta su pase a la reserva. El mismo camino de espinas por el que transita Ortega desde hace dos años.

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