Ciudadanos: una vía muerta pero aún necesaria
Pese a los pésimos resultados del 28-M y más allá de patinazos incomprensibles, Cs debe seguir teniendo un espacio en un país tan poco dado a la mesura
Precisaba con perspicacia Fernando Fernán Gómez en ese manual de sabiduría vital filmado que es La silla de Fernando (David Trueba y Luis Alegre) que, en España, más que la envidia, tenida como vicio popular por antonomasia, estaba extendido sobre todo el desprecio, una manera de ningunear o empequeñecer hasta la insignificancia cualquier muestra de excelencia ajena. Pensaba en ese matiz semántico el otro día, cuando Inés Arrimadas anunció su retirada de la política activa después de los pésimos resultados cosechados por Ciudadanos en las elecciones autonómicas y municipales del 28-M. Tal vez a causa de nuestra proverbial envidia, las necrológicas son un género que abordamos con admirable derroche de generosidad hacia el finado, menos por superstición que por un prurito de alivio; así como el discurso elegíaco ante el dimitido, en no pocas ocasiones, esconde el regocijo secreto por un final aciago tras una carrera brillante.
Viendo los mensajes laudatorios a Arrimadas que se sucedían en las redes sociales me extrañó cómo la formación naranja en lugar de encontrarse en la UCI política no estuviera a un paso de acariciar mayorías absolutas en todo el territorio español, pues la admiración virtual se desperdigaba frenética. Por mi parte, debo decir que me gustó que la diputada se despidiera con contención y elegancia, a la altura de un partido que siempre se quiso enemigo acérrimo de los espectáculos de feria populistas y el exhibicionismo impúdico. Aguantó lágrimas blandas y virginales. Dio una lección a diestra y siniestra. La caló y esbozó con trazo maestro Cayetana Álvarez de Toledo unos días más tarde en El Mundo: «Con su cara de virgen de Murillo envuelta en un halo de timidez. Me sorprendió por físicamente pequeña, menuda, casi frágil. Una de esas personas que en la tribuna y en la pantalla se agigantan. Arrimadas es una comunicadora excepcional: clara, recta, limpia, con esos giros de arrabal que desquician a la izquierda fifí; tan mona y tan macarra».
En cuanto al menosprecio, qué decir: Ciudadanos lidia con él incluso antes de su nacimiento. El 21 de junio de 2005, 15 intelectuales (Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Teresa Giménez Barbat, Ana Nuño, Félix Ovejero, Félix Pérez Romera, Xavier Pericay, Ponç Puigdevall, José Vicente Rodríguez Mora, Ferran Toutain, Carlos Trías, Iván Tubau y Horacio Vázquez-Rial) presentaron en sociedad el primer manifiesto por un nuevo partido político en Cataluña. Fue en el Centro de Cultura Contemporáneo de Barcelona (CCCB) y, para dar cabida a los asistentes, que desbordaron las previsiones de los organizadores, tuvieron que habilitarse dos salas. Aun así, el ninguneo mediático y cierto desdén social fueron una constante implacable. Tanto es así que, a lo largo de su historia, a sus éxitos siempre se les ha intentado poner sordina, mientras que a sus fracasos se los ha amplificado indisimuladamente con una caja de resonancia.
«Se trata de aplicar sentido común, racionalidad y armar un programa que responda a las necesidades de la realidad»
En cualquier caso, ese día en el CCCB, Francesc de Carreras fue el encargado de avanzar los puntos básicos del ideario de la plataforma que debía apoyar la creación del nuevo partido político: laicidad, igualdad social, apertura al exterior, apuesta por el libre mercado con regulaciones y por lo avances científicos, no nacionalista y defensa de los derechos individuales. Parece poco y es mucho. Lo era en la Cataluña de 2005 y lo es en la España de 2023. Tal y como escribe Arcadi Espada (El Mundo, 04.06.2023): «Las ideas de Ciudadanos, sea dicho en términos generales y no aludiendo a las vacilaciones y errores de su andanza, son igualmente valiosas y aún más necesarias de lo que eran cuando el partido arrancó, cercado entonces y cercado ahora, por el comunismo y el Opus».
Así pues, el espacio que debe ocupar Ciudadanos, más allá de tumbos erráticos y patinazos incomprensibles, parece tener cabida incluso en un país tan poco dado a la mesura y a la gris razón de los días laborables. Llámese centro, centro liberal, socioliberalismo, liberalismo social, tercera vía o socialdemocracia sin suecos. Al fin y al cabo, se trata de aplicar sentido común, racionalidad y armar un programa que responda a las necesidades de una realidad que acaba imponiéndose por su tozudez inmisericorde.
Ciudadanos. Sed realistas: decid lo indecible (Ed. Triacastela, 2007), libro que el profesor José Lázaro editó contando con discretas aportaciones mías, incluye artículos que sorprende por su actualidad política. Parece como si estuvieran escritos no pensando en aquellos años, sino más bien atendiendo al inhóspito panorama presente. Así Félix de Azúa advertía en Dime niño de quién eres (El País, 10.03.2006): «Con suavidad, sin estridencias, hemos llegado de nuevo a una situación política bloqueada por la impotencia que atenaza a unos y a otros. He aquí hinchados como pavos los dos machos de la aldea, enterrados hasta la rodilla, agitando sus porras en el aire y dispuestos a partirse el cráneo en un paisaje desolado. La población asiste encogida al espectáculo, se preguntan cuál de los dos es el peor, y los más nerviosos comienzan a pegarse entre sí para ir avanzando».
También Fernando Savater, en ese momento, señalaba: «Todo parece indicar que en España cada vez hay más gente que no se apunta a los romanos ni a los cartagineses y que rechaza los disparates radiofónicos y televisados contrapuestos que les propinan los interesados hooligans de cada uno de los partidos en liza. Pues sí, hay otro mundo además del que nos cuenta el señor presidente del gobierno y el señor jefe de la oposición, por no hablar de sus respectivas claques».
El próximo 23 de julio, sin embargo, el único mundo que se presenta a las elecciones es, por una parte, el que nos cuenta el PSOE y su claque funesta y peligrosa y, por la otra, el del PP y sus palmeros montaraces y obscurantistas. Los dos cazurros de Goya en todo su esplendor. De momento, la simpar Isabel Díaz Ayuso (curiosa liberal alérgica al laicismo, un tanto desconfiada ante los avances científicos, poco receptiva a la igualdad social y con trazas nacionalistas) ya habría dado carta blanca a los candidatos de la región de Madrid para que pudieran formar gobiernos municipales con los nacionalpopulistas de Vox.
«Es muy probable, por desgracia, que el nacionalismo de turno siga gobernando el destino de los españoles»
Inmersos, por otra parte, en esta polarización ideológica y en la conversión de la política en un espectáculo cada vez más tensionado, mediatizado e histérico, valga la descripción de Xavier Pericay en El futuro de Ciutadans (ABC, 13.11.2006): «Más allá del ideario y el programa del partido (…), lo que en verdad caracteriza a Ciutadans es una apuesta por otra concepción de la política. No se trata ya tanto de abrir el paraguas de las ideologías para poder pasear sin miedo a mojarse, como de olvidarse del paraguas y ponerse a buscar soluciones que permitan resolver de forma eficaz los problemas que tiene planteados la sociedad. Lo cual no impide, por supuesto, que este ejercicio de la política esté guiado por valores como la racionalidad, la libertad o la solidaridad, ampliamente compartidos por la inmensa mayoría de los ciudadanos (…) Y puede servir, llegado el caso, para que cualquiera de los dos grandes partidos nacionales tenga con quien pactar una legislatura. O, lo que es lo mismo, para que el nacionalismo de turno deje de gobernar el destino de los españoles».
Es muy probable, por desgracia, que el nacionalismo de turno siga gobernando el destino de los españoles después de las elecciones del próximo mes.
Ciudadanos ha decidido replegarse y centrarse en las elecciones europeas y las del Parlamento catalán de 2025. Tal y como informaba THE OBJECTIVE, la dirección naranja buscará «centralizar su acción» en Cataluña, donde hoy en día concentran su mayor número de diputados. La estrategia se inspiraría así en el FDP, el Partido Liberal alemán que salió del Bundestag en 2013 y logró recuperarse en 2017. Será, pues, una vuelta a los orígenes.
En el acto de cierre de campaña de las elecciones autonómicas de octubre de 2006, aquellas en las que Ciudadanos logró entrar contra todo pronóstico en el Parlamento catalán con tres diputados, Iván Tubau («A mí dadme sábanas, para hacer el amor sobre ellas», pedía en Nada por la patria) le susurró entre bambalinas cuatro palabras del western Río Rojo de Howard Hawks a Arcadi Espada, que luego este repetiría a los asistentes congregados en la sala Paloma de Barcelona: «Pudimos, quisimos, lo hicimos». No parece más difícil hoy que ayer. Pero se antoja todavía más necesario.