Sánchez descarta la salida de Irene Montero del Gobierno: «Sería dar la victoria a Yolanda Díaz»
La Moncloa cree que, tras el 28-M, habrá acuerdo entre Sumar y Podemos: «Yolanda nos ha garantizado que será generosa»
El Gobierno se lame las heridas tras el debate del sí es sí que hace semanas daban por «amortizado». La inercia de la quiebra interna de la coalición continúa y continuará en las próximos días, a juicio del Gobierno, por la intención de Podemos de estirar el desencuentro. Pese a ello, en Moncloa no temen que la soledad de Podemos en el tripartito gubernamental derive en la salida de las ministras Irene Montero y Ione Belarra de la coalición entre las elecciones municipales y las generales. Fuentes de Moncloa consultadas por THE OBJECTIVE aseguran que el presidente Pedro Sánchez no contempla este escenario y confía en la permanencia de la coalición hasta el final de la legislatura, por varios motivos. El primero es que una hipotética ruptura «sería reconocer la victoria de Yolanda [Díaz]» en la batalla del relato.
En este juego de resistencia en el que Montero (o Iglesias) y Díaz miden su fortaleza, «aquí pierde la batalla quien rompe, quien se levanta de la mesa… Sería como reconocer que ellos son los malos, los culpables de la ruptura», regalando al contrario la rentabilidad electoral en caso de no alcanzar un acuerdo para concurrir juntos a las elecciones generales. A ello hay que añadir que la salida/derrota dejaría a la actual vicepresidenta segunda el campo expedito en términos de visibilidad gubernamental.
El farol de diciembre
En segundo lugar, porque el pasado reciente confirma que el debate cíclico de la ruptura de la coalición es un farol por parte de la órbita morada, que no se atreve a consumarlo. Desde el Ejecutivo recuerdan que «ellas dijeron que se iban del Gobierno en diciembre, pero recularon al ver que Yolanda y Garzón no les seguían». Ocurrió después de que el presidente del Gobierno anunciara su intención de realizar un ajuste técnico en la ley del sólo sí es sí, en los corrillos del Día de la Constitución en el Congreso. Habían transcurrido quince días de tensión a causa de las primeras rebajas de condena a agresores sexuales por la aplicación de dicha ley, los ataques de la diputada de Vox, Carla Toscano, a la ministra de Igualdad, y la victimización de Montero, quien denunció la «violencia política» contra su persona mientras acusaba al PP de «fomentar la cultura de la violación», con el consiguiente reproche del PSOE.
Entonces quedó claro en el Consejo e Ministros que Montero y Belarra «no se pueden ir» porque el plural a quien se refieren no afecta sólo a dos ministras, sino a «toda su gente, sus equipos, que se quedan sin medios y sin trabajo». La órbita socialista del Ejecutivo no alberga dudas sobre este extremo porque, en tres años de legislatura, han comprobado cómo han ido moviendo esas líneas rojas que supuestamente fijaban el umbral de tolerancia de Podemos y ese «si Sánchez hace esto… nos vamos del Gobierno». Es el cuento de Pedro y el lobo en versión inversa, y cuya moraleja concluye que «ni Pablo ni Irene ni Ione pueden asumir la pérdida de la plataforma de visibilidad» de la coalición, porque «no es lo mismo el coste de una campaña electoral desde el coche oficial que con cargo al partido».
La «generosidad» de Yolanda
De hecho, este amago de salida y la quiebra del espacio de Podemos tras constatar que Yolanda Díaz, Alberto Garzón y Joan Subirats no secundarían su marcha, sino que permanecerían en el Gobierno, sentó las nuevas bases del reparto del foco gubernamental, restringiendo las comparecencias de ambas ministras en las ruedas de prensa de Moncloa. La última constatación de ello, hace tres semanas, fue a raíz de la Ley de Familias, que no explicó Belarra en rueda de prensa en la Moncloa, sino en Twitter, en un vídeo que colgó ella misma. Preguntada por el enfado de Podemos ante este hecho, la vicepresidenta segunda defendió, desde la rueda de prensa en la Moncloa, la autonomía de la Secretaría de Estado de Comunicación (SEC), en manos de Francesc Vallés para decidir la política de comunicación del Ejecutivo.
Para Podemos el foco es irrenunciable, sobre todo por las perspectivas post 28-M, ya que «no tendrán ninguna victoria» que les permita retomar la negociación con Díaz en mejores condiciones. En el caso contrario, Yolanda Díaz «podrá sacar pecho de sus aliados» en Sumar y erigirse en copartícipe de los resultados de Mónica García, Ada Colau y Compromís».
Sin embargo, el argumento de más peso sobre el que se fundamenta la confianza del jefe del Ejecutivo es la promesa de Yolanda Díaz: «Yolanda le ha garantizado que sabrá ser generosa» para pactar una candidatura de unidad de la izquierda. Moncloa es cauta pero inequívoca sobre este asunto: «Habrá acuerdo». En el núcleo duro del presidente no se contempla otro escenario, pese a que los ministros transmiten sus dudas cada vez con más claridad. Incluso los interlocutores habituales del Consejo de Ministros manifiestan sus temores y contemplan como hipótesis remota el escenario de la ruptura, que niegan tajantemente en el gabinete presidencial.
Pacto de desescalada
Lo cierto es que dentro del panorama dramático del sí es sí, con la «humillación» de pactar con el PP enmiendas de la ley Montero de espaldas a su ministerio, las tres facciones del Ejecutivo llegaron a un cierto pacto para desescalar la tensión y no hacer saltar por los aires la coalición. A diferencia de lo ocurrido en el debate de la moción de censura de Vox, Moncloa sí permitió esta vez que Irene Montero interviniera por el turno del Gobierno. «Ella tenía que intervenir, es su ley estrella, no se tiene por qué esconder», explica una relevante ministra socialista. Y lo hizo con dureza, pero en un discurso «menos ofensivo que el de Pablo Iglesias» y después de que la portavoz de Podemos, Lucía Muñoz, evitara llamar «fascista» al PSOE, como hizo en el debate de la toma en consideración. «Todos hemos bajado el tono. Esto es doloroso para todos».
Una forma de hacerlo era evitar la confrontación Igualdad-Justicia. Moncloa cedió el turno a Montero y evitó que respondiera la titular de Justicia, Pilar Llop, blanco de los ataques del Ministerio de Igualdad y de la mirada desafiante de la titular del ramo desde la tribuna, que encajó Llop con rictus serio y sin parpadear. «No queríamos subir más con Llop porque no es frecuente que intervengan dos miembros del Ejecutivo y porque no va a ningún lado». También buscó aplacar los ánimos Yolanda Díaz, adelantando su vuelta de EEUU -motivo por el cual solicitó el voto telemático-, para «que no se interpretara una distancia respecto a su grupo. No es tanto manifestar apoyo como evitar el titular de que no la apoya».
Las curvas, en septiembre
Ahora bien, llegar al final del camino no evita transitar con curvas. Tanto el Gobierno como el partido auguran que tras los comicios del 28-M «bajarán el diapasón» y se aplacarán los ánimos para intentar cerrar el acuerdo Sumar-Podemos. Pero también anticipan que el ambiente se tensionará nuevamente en septiembre/octubre, cuando «les va a interesar exagerar las diferencias». Fuentes socialistas predicen con más precisión ese escenario: «Nos provocarán hasta la extenuación, con teatralidad para que se note», para marcar perfil propio y subrayar las diferencias con el PSOE. Pero eso también servirá para diferenciar espacios: «Seremos rivales, competiremos por el voto y no les daremos foco. En julio, también Yolanda desaparece». De la sala de prensa, pero no de Moncloa porque, como repiten en el Gobierno, pierde quien se levante de la mesa.