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Los expertos advierten al PSOE: el voto del miedo a Vox no bastará para ganar el 23-J

Los politólogos están de acuerdo en que los socialistas están echando mano de discursos más propios de Podemos, como el ataque de Sánchez a los medios

Los expertos advierten al PSOE: el voto del miedo a Vox no bastará para ganar el 23-J

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Alberto Ortega / Europa Press

Noche electoral del 2 de diciembre de 2018. El entonces líder de Podemos, Pablo Iglesias, comparece desde la sede de su partido para enviar un mensaje claro con el objetivo de «defender la democracia»: «Alerta antifascista». Ese día Vox había logrado en Andalucía entrar por primera vez en un parlamento autonómico en España, con una espectacular irrupción de 12 escaños que casi nadie previó. Cuatro años y medio después, tras las elecciones del pasado 28 de mayo, la formación de Santiago Abascal cuenta con 52 diputados en el Congreso (aunque ahora hayan perdido su acta por el adelanto de las generales), 119 parlamentarios autonómicos y más de 1.700 concejales repartidos por casi toda España.

Vox, además, ha dejado de ser un partido con una representación marginal y ya ha tocado poder. Desde abril de 2022, forma parte del Gobierno de la Junta de Castilla y León junto al PP, una influencia que tras el 28-M podría extenderse a otras seis regiones: Cantabria, Aragón, Comunidad Valenciana, Murcia, Extremadura y Baleares.

Ante este crecimiento, cabe preguntarse si aquella alarma emitida por Pablo Iglesias en 2018 caló algo en el electorado. Una duda que podría extenderse al tratamiento político y mediático que Vox ha recibido mayoritariamente desde su misma génesis. «Extrema derecha», «populistas», «radicales» y hasta «fascistas» o «franquistas». Son términos que han acompañado a la formación liderada por Abascal desde hace años y que no han impedido su paulatino auge.

¿Es Vox ultraderecha?

Pero antes de abordar la eficacia de la «alerta antifascista» es necesario saber hasta qué punto puede considerarse a Vox un partido de ultraderecha, asimilable a otras formaciones políticas así categorizadas en Europa. El politólogo Lluís Orriols, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid y rostro habitual en tertulias televisivas, no tiene una respuesta clara porque, afirma, la formación de Abascal «aún juega con cierta indefinición, por incapacidad de definir proyecto».

Para Orriols, Vox es «una escisión del ala dura del PP» que mantiene «vínculos emocionales» con el partido que dirige Alberto Núñez Feijóo, algo que se percibe en que a sus cuadros «no les gusta confrontar excesivamente» con los populares. En este sentido, los verdes serían «simplemente un partido de derecha más radical». Esto no quita, apunta el politólogo a THE OBJETIVE, a que en muchas ocasiones los discursos «nativistas y de corte xenófobo» de Vox intenten «tocar las teclas de la extrema derecha populista homologable a nuestro entorno». Con todo, señala Orriols, «no está bien armado como partido de extrema derecha populista moderna al uso europeo».

Por su parte, Ricardo Feliú, profesor de métodos y técnicas de investigación social en la Universidad Pública de Navarra, establece una diferenciación entre los partidos de «derecha radical» y los de «extrema derecha». Según Feliú, la extrema derecha se caracteriza por ser «antidemocrática y de carácter abiertamente autoritario», colindando con el fascismo. Un ejemplo de esta clase de partidos sería Alternativa para Alemania. Para el sociólogo, Vox no entra en esta categoría, sino que más bien se parece más al Frente Nacional francés, caracterizado por ser un partido que «reconoce las reglas del sistema democrático y participa del mismo», aunque pueda «cuestionar u oponerse a alguno de los valores fundamentales de la democracia liberal».

Una distinción parecida hace Jordi Rodríguez Virgili, profesor de sistemas políticos contemporáneos en la Universidad de Navarra, para quien Vox sí es «extrema derecha» pero únicamente en el sentido de que «no hay nadie más a la derecha de Vox en el espectro español». Bajo este planteamiento, «Podemos sería la extrema izquierda», un término, apunta, que «en cambio no se usa» en los medios para hablar de los morados.

Para Rodríguez Virgili, Vox desde sus orígenes «tiene dos almas», un dilema interior que el partido de Abascal «aún no ha resuelto». Por una parte, está la facción conservadora que viene de una escisión del PP y que simplemente defiende «sin complejos» los principios que han caracterizado tradicionalmente a los populares y que estos habrían en parte abandonado: la posición contra el aborto o la unidad de España ante el conflicto catalán. No obstante, también existe en Vox una «derecha más populista», no en lo ideológico sino «en la retórica y en la lógica de acción política». «Aún no sé qué quiere Vox ser de mayor», concluye Rodríguez Virgili en referencia a esas dos almas.

La historia de Pedro y el lobo

Pero, entonces, ¿puede darle votos al PSOE y a Podemos alertar de la venida de Vox? El profesor de la Universidad de Navarra apunta a que ha podido funcionar en algún momento con cierto electorado, pero que desde luego no parece suficiente para ganar elecciones, señala citando los ejemplos de las andaluzas de 2018, las madrileñas de 2019 y las autonómicas y municipales del 28-M. También influye, afirma Rodríguez Virgili, que Vox ya lleva tiempo en la política española y está gobernando en Castilla y León, algo que no se ha traducido en «retrocesos democráticos» ni en que «hayan salido camisas negras por la noche». «El ‘ojo, que viene el lobo’ ya no tiene credibilidad», tercia.

Feliú tira de historia y recuerda que el miedo es un elemento que tanto la izquierda como la derecha han utilizado en el pasado, como con la campaña felipista «del dóberman» en las generales de 1996 o el «comunismo o libertad» de Ayuso en 2019. Pero esta estrategia, apunta Feliú, no siempre es exitosa: «En las autonómicas de Madrid en 2019, apareció Iglesias en plan salvador, apelando al voto contra el fascismo, y se pegó un batacazo impresionante».

Lluís Orriols también hace memoria y menciona el eslógan del «si tú no vas, ellos vuelven» que la desaparecida Carme Chacón utilizó en 2008 para obtener el mejor resultado de la historia del PSC. «Probablemente, [una campaña así] ahora también tiene poder movilizador», señala el politólogo. No obstante, Orriols también apunta a que los ciudadanos ya dan por descontado un marco en que el PP va con Vox y el PSOE, con Podemos y los nacionalistas: «Lo que vemos en las encuestas ya incluye ese efecto. No van a movilizar mucho más de lo que esto ya moviliza».

Orriols añade que «obviamente el PSOE tiene que jugar esa carta» del miedo, sobre todo porque, al haber adelantado las elecciones, no tiene el comodín de tomar medidas electoralistas en el Consejo de Ministros: «No le queda mucho más que activar esa campaña en negativo».

La campaña del PSOE

En cuanto a la estrategia que el Partido Socialista está desplegando para la campaña del 23-J, los expertos coinciden en que está tratando de ocupar el espacio a su izquierda. «El objetivo es finiquitar a Podemos», señala Rodríguez Virgili, «tratarán así de ganar las elecciones y, si no lo consiguen, al menos de aplastar a las fuerzas que les hacen contestación por la izquierda, como mucho dejando un resquicio minoritario como lo fue en su día Izquierda Unida».

Con esa meta, apunta Feliú, el PSOE está recuperando elementos discursivos que se sitúan a su izquierda. De ahí, explica el sociólogo, que hace unos días Sánchez atacase directamente a los medios de comunicación, algo que suele hacer Podemos. Adicionalmente, los socialistas tratarán de poner encima de la mesa cualquier pacto al que el PP llegue con Vox.

Rodríguez Virgili recomienda una receta adicional al PSOE: «Si lo que quieren intentar es parar la fuga de votos al PP y la abstención socialista, deberán hacer un discurso más moderado y propositivo». Aquí entraría el poner en valor los logros obtenidos, como el «escudo social» desplegado tras la crisis económica y sanitaria.

Por último, Pedro Abellán, profesor y doctor en Teoría Política por la Universidad Complutense de Madrid, destaca que los socialistas están utilizando la estrategia del miedo para establecer un marco en los términos «es el PSOE o Vox». Algo parecido estarían haciendo los populares con un esquema «es Podemos y Bildu o el PP». «Es curioso, al final no votamos a quien queremos que nos gobierne, sino contra quien no queremos que nos gobierne», apunta Abellán, que señala que de esa forma «los partidos se ahorran explicar cuál es su proyecto».

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