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La otra cara del dinero

¿Es Sánchez un genio táctico o se ha suicidado con su convocatoria anticipada de elecciones?

La situación económica podría jugar a su favor: el PIB del segundo trimestre se conocerá apenas 15 días antes de que arranque la campaña, y será muy bueno

¿Es Sánchez un genio táctico o se ha suicidado con su convocatoria anticipada de elecciones?

Las interpretaciones más complacientes elogian la audacia del presidente que, como un Napoleón revivido, ha sorprendido de nuevo al enemigo. | EFE

Nada más anunciar Pedro Sánchez el adelanto electoral, empezaron a llover las interpretaciones.

Las más complacientes elogiaban la audacia y el sentido táctico del presidente que, como un Napoleón revivido, sorprendía con un imprevisto y audaz movimiento al enemigo. La bonanza económica (sostenible o no, esa es otra cuestión) jugaba también a su favor: el PIB del segundo trimestre se conocerá el 23 de junio, apenas dos semanas antes de que arranque la campaña, y «algunos expertos», señala el profesor del IESE Javier Díaz-Giménez, «prevén un crecimiento del 1%», un dato que, anualizado, arroja una impresionante velocidad media del 4%.

Los más cínicos consideraron, por su parte, que Sánchez estaba desviando la atención de la humillante paliza sufrida por el PSOE en las autonómicas y municipales. Como reconocía en este diario el jueves Alfonso Guerra: «Habilidad y argucia no se le pueden negar».

Finalmente, en el lado de los detractores, no faltaron quienes apuntaban que Sánchez debería haber esperado a que perdiese fuerza esa «ola reaccionaria» en la que él mismo asegura que cabalga Alberto Núñez Feijóo. Muchos populares sueñan, en efecto, con que la mera inercia los conduzca no ya a la victoria, sino a una amplia mayoría.

…y crispé la mano sobre el revólver

Todas ellas, elogiosas o críticas, son explicaciones verosímiles y defendibles.

¿Cuál de ellas ha pesado más en el ánimo del presidente? ¿Qué lo ha impulsado a la disolución anticipada? Habría que estar dentro de su cabeza para averiguarlo y, así y todo, dudo mucho que nos hiciéramos una idea clara.

En El extranjero, Albert Camus cuenta un asesinato en primera persona.

Meursault, el protagonista, lleva horas caminando por la playa. Hace una mañana cegadora, el océano es una superficie de metal hirviente y siente cómo todo aquel calor se opone a su avance. Lo único que ansía es alcanzar la sombra, cuando se encuentra de hoz y coz con el árabe que acaba de herir a su amigo.

Le hubiera bastado con dar media vuelta para eludir el conflicto, pero «toda una playa vibrante de sol se apretaba detrás de mí».

Decide seguir adelante, el árabe saca un cuchillo y «entonces todo vaciló. El mar cargó un soplo espeso y ardiente. Me pareció que el cielo se abría en toda su extensión para dejar que lloviera fuego. Todo mi ser se distendió y crispé la mano sobre el revólver. El gatillo cedió, toqué el vientre pulido de la culata y allí, con el ruido seco ensordecedor, todo comenzó».

El hombre en busca de sentido

¿Por qué dispara Meursault contra su víctima?

Ni él mismo lo sabe. Cuando el presidente del tribunal se lo pregunta, responde sin titubear que ha sido «a causa del sol». «En la sala hubo risas», cuenta, pero no dice ninguna tontería. En su crimen han influido multitud de factores: la actitud amenazadora del árabe, el que llevara encima una pistola, su aburrimiento vital y, por supuesto, el bochorno. Ha sido un acto contingente, casual, que pudo ser o no ser.

Esa falta de lógica nos aterra, sin embargo.

Necesitamos relatos que doten de sentido el caos que nos rodea y eso es lo que hace el fiscal. A partir de los testimonios aparentemente inconexos que se aportan durante la vista oral (Meursault era amigo de un proxeneta, nadie lo vio llorar en el entierro de su madre, esa tarde se fue a ver una película de Fernandel), construirá un retrato «crapuloso», «lúcido» y «plausible» del acusado y persuadirá fácilmente al jurado de que lo condene a muerte.

Si las arañas supieran…

La búsqueda de sentido domina la acción humana, y está bien que sea así.

Tomados de uno en uno, los humanos no valemos gran cosa. No somos más fuertes que el león ni más veloces que la gacela, pero hemos aprendido a coordinarnos con ayuda de mitos, hipótesis, religiones, ideologías. Si las arañas cooperaran igual «podrían teóricamente comerse a todos los humanos de la Tierra en un año», advertía hace poco The Washington Post.

A diferencia de nosotros, sin embargo, nadie las convencerá nunca de que se sacrifiquen con la promesa del paraíso celestial en el más allá o de la sociedad sin clases en el más acá.

Sánchez, en busca de sentido

«En la vida nunca faltan teorías sobre por qué ocurre tal o cual cosa», concluye a propósito de El extranjero un anónimo comentarista.

La política no es una excepción. La gente se pone estupenda en las tertulias atribuyendo la convocatoria adelantada de elecciones a esto o aquello, como si se tratara de una verdad incontrovertida. «Es una decisión brillante», argumentan unos. «Sánchez se ha suicidado», replican otros.

«En julio saldremos de dudas», me dirán. «Si gana, quedará como un genio».

Pero igual habría ganado por una diferencia mayor aguantando hasta diciembre. Para pronunciarnos con seguridad, deberíamos disponer (como poco) de un contrafactual: un universo paralelo en el que un Sánchez paralelo agotara un mandato paralelo, y comparar luego los resultados de uno y otro. Ante la imposibilidad práctica de semejante experimento, solo cabe especular y mi impresión es que ha actuado bajo los efectos de un cabreo sideral.

Esa es mi opinión, pero si no les gusta tengo otras.

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