El extraño caso de Lilith Verstrynge: va con Sumar pese a su fracaso con Podemos
La número tres de los ‘morados’ no frenó el motín de los territorios en la semana clave del pacto con Sumar y su negociación con Díaz despierta rechazos
Si alguien hubiese adelantado a Irene Montero y Pablo Iglesias que en un plazo exacto de un año pasarían de la moqueta ministerial a quedarse fuera del Congreso de los Diputados, difícilmente se lo hubiesen creído. Sin embargo, la política demuestra que puede encumbrar y hundir a sus protagonistas en periodos muy limitados de tiempo y con carambolas a menudo inesperadas. La historia de Lilith Verstrynge, actual secretaria de Organización del partido morado, es una de las más notables y trágicas en ese rápido descalabro de los morados. Y para miembros de la formación se ha convertido incluso en el emblema de su fracaso.
Verstrynge, la hija de uno de los demiurgos de Podemos y amigo íntimo de Iglesias, logró el tercer cargo más relevante del partido en junio de 2022. Sustituía a Alberto Rodríguez, que dejaba la formación entre polémicas. Para Verstrynge había solo palabras de elogio por parte de los dirigentes destacados del partido. Llegó con un mandato claro: reconectar los territorios con la dirección estatal, después de los años de mano dura de Pablo Echenique, jefe de organización después de Vistalegre II, y la etapa de Rodríguez, que había fracaso en el intento de reactivar los círculos y las bases.
La convivencia entre secciones regionales y Podemos estatal había sido durante años muy polémica. Hubo purgas y denuncias de primarias amañadas, pero el partido resistía. Iglesias estaba al mando y su liderazgo seguía siendo incuestionable para el grueso de los miembros y dirigentes del partido. Hasta la sustitución con Ione Belarra en la secretaria general. La bunkerización de la dirección nacional se convirtió en un hecho incuestionable. Y Verstrynge prometió volver a ofrecer a la ciudadanía la idea de un partido abierto, circular, inclusivo.
Diez días que estremecieron a Podemos
Un año después, Verstrynge no solo no ha logrado nada de lo que se propuso, sino que su gestión se ha convertido en el eslabón más débil de una formación en crisis (por responsabilidades sin duda compartidas de toda la dirección). Sobre ella recayó la gestión de la negociación con Yolanda Díaz tras el adelanto electoral de Pedro Sánchez, cuyo resultado despierta en los niveles más altos del partido dudas y hasta irritación.
A pesar de unos cuantos viajes y mensajes en redes sociales en su escaso año de mandato, el momento clave lo vivió entre el lunes 29 de mayo y el viernes 9 de junio. Al igual que ocurrió con Lenin y la revolución bolchevique, fueron diez días que estremecieron a Podemos. En esos diez días la dirección nacional y sus representantes en la negociación con Díaz tenían un objetivo: hacer respetar su cuota de poder en la confluencia. El plazo impuesto por Sánchez dinamitaba la estrategia fijada para los comicios de diciembre, que pasaba por una ruptura paulatina con Díaz, pero bien explicada en términos de relato al votante de izquierda. En diez días eso era difícil de lograr. Y nada más arrancar los encuentros con los emisarios de Díaz afloraron las exigencias y los «vetos».
Lilith Verstrynge, licenciada en Historia en París, estudiante de Science Po, con máster en Múnich y educada en el Instituto Republicano del Servicio Público de Francia, tenía enfrente a Josep Vendrell, fontanero de la escuela comunista, activos en la política de hace 40 años o más. Los emisarios de Díaz empezaron a cuestionar el papel de Montero y su protagonismo en las listas. Como desveló este diario, se comunicó la idea de que Montero debía salir de las listas de Madrid de Sumar. Se empezó a especular sobre destinos y listas alternativas, todos planteamientos humillantes para la segunda fuerza en la coalición de gobierno. Fue un barrido.
Falta de firmeza en el motín territorial
Mientras tanto, en plena negociación, estallaron los motines territoriales de las direcciones regionales de Podemos a las que Verstrynge no había convencido ni frenado a lo largo de los meses anteriores. Comenzó Baleares, siguieron todos los demás. Un día tras otro, la organización del partido, que Verstrynge debía vigilar con firmeza, colapsó. Aunque la historia de Podemos ha acostumbrado a reducir el peso de las baronías frente a una dirección nacional muy poderosa, ese motín sin duda generó un roto interno de tamaño considerable.
El viernes 9 de junio todo se fue al traste. Podemos acabó aceptando, posiblemente con cierta prisa y ahora arrepentimiento, un acuerdo muy a la baja. Para muchos cuadros y referentes del partido, fue una «humillación». Díaz no solo lograba echar del Congreso a Irene Montero, que pasaba de ministra de Igualdad a paria de la política. También lograba que los miembros de Podemos tuvieron puestos en las listas por debajo de sus pretensiones, detrás incluso de Íñigo Errejón, el enemigo número uno de Iglesias.
Número cuatro por Barcelona
En Madrid, Díaz ofreció a Ione Belarra, secretaria general de Podemos, ir de número cinco en sus listas. Pero lo más llamativo es que, en cambio, Verstrynge lograra el número cuatro por Barcelona. Se trata otra vez de un puesto que no garantiza entrar en el Congreso, pero que puede generar esperanza. Y según comentan las fuentes de Podemos consultadas, ahora Verstrynge forma parte de aquel pequeño grupo de dirigentes morados que «se ven» diputados y a los que podría seducir Díaz para romper definitivamente en dos a Podemos.
De tener el control de toda la organización de Podemos a permitir el motín interno más trágico y eficaz en la negociación más dolorosa de la historia del partido, a aspirar a un escaño en las listas de una confluencia liderada por quien lleva meses trabajando para disolver a un socio incómodo. Para los más decepcionados con la actuación de su partido, Verstrynge debería dimitir asumiendo su responsabilidad negociadora con Sumar, en lugar que buscar entrar en el Congreso. La historia de Lilith Verstrynge, la número tres de Podemos en el año del derrumbe, no deja de ser digna de mención.