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El archivo del buitre

Debates sobre debates (I)

En general, siempre es el partido que parte como favorito para lograr o mantener el poder el que suele poner más trabas

A pesar de que España es un país parlamentario en el que, por tanto, los debates están a la orden del día, la realización de debates emitidos en televisión entre candidatos a la presidencia del Gobierno en periodo electoral y regulados por la Junta Electoral siempre ha estado marcada por la dificultad y la polémica. En general, siempre es el partido político que parte como favorito para lograr o mantener el poder el que suele poner más trabas al tema.

Empezando por el primero, Adolfo Suárez, que, en los momentos en que su popularidad estaba más álgida por todo el tema de la Transición con su Unión de Centro Democrático (UCD), no sólo rechazó cualquier debate televisado, sino que, en su caso, hasta rehuía los debates parlamentarios. En aquel momento no existía la figura del ‘Debate sobre el estado de la Nación’ y, en un caso bastante escandaloso, en la primera sesión de investidura de la I legislatura, tras las elecciones de 1979, el presidente del Congreso, a la sazón Landelino Lavilla (de UCD), impuso que no hubiera ni debate de investidura.

Es decir, que Adolfo Suárez hiciera su discurso de investidura, los partidos políticos votaran la investidura y ya, después, de investido, intervinieran los partidos para un turno de explicación de su voto. Fue la investidura más anómala de todas las constitucionales en la historia española en el terreno de los debates.

Por no gustar, a Adolfo Suárez no le gustaba ni asistir a las sesiones de control del Congreso, hasta el punto de que ya era habitual entre los portavoces de la oposición hacer chanzas sobre lo raro que era ver al presidente del Gobierno asistir al hemiciclo.

El intento de 1982

En las elecciones generales de 1982, por primera vez, hubo importantes gestiones para intentar un debate televisado entre líderes de los partidos políticos del momento. Entonces aún no se usaba la expresión «candidatos a la presidencia del Gobierno». Estaba claro que el favorito de esos comicios era el PSOE. Por tanto, a quien se hacían «peticiones de debate» era a Felipe González, que tuvo a bien (en este caso, a mal) rechazarlas todas o pedir alternativas anómalas.

Una de ellas fue fijar que Felipe González sólo debatiría con ‘presidentes’, es decir, en un ‘cara a cara’ con el entonces presidente del Gobierno Leopoldo Calvo Sotelo (que era el presidente en ese momento, pero no era candidato en esos comicios, dado que era el número 2 de UCD), o el presidente de la Generalitat Jordi Pujol (de CiU, que tampoco era candidato en esos comicios).

El 23 de octubre de 1982, la Junta Electoral, presidida por el presidente del CGPJ–Tribunal Supremo, fijó un debate para el 26 de octubre de 1982 al que acudieran los representantes de los cinco partidos de ámbito nacional mayoritarios de esos comicios (PSOE, Alianza Popular, UCD, CDS y PCE) a un debate a cinco. Esa fórmula desató la protesta de los tres partidos nacionalistas con grupo propio, PNV, CiU y PSA, y de tres partidos que tenían representación y no fueron incluidos en el debate, Herri Batasuna, Euskadiko Ezkerra y Fuerza Nueva. 

Pero aquel debate se torció cuando Felipe González dijo que sólo acudía si el moderador del debate era José Luis Balbín, periodista de TVE entonces muy bien relacionado con el PSOE. TVE proponía hasta cuatro candidatos a moderador diferentes (Miguel Ángel Gozalo, Ramón Sánchez Ocaña, Ladislao Azcona o Pedro Macía), pero el PSOE sólo aceptaba a Balbín. Finalmente el PSOE decidió que Felipe González no iría al debate y el resto de partidos rechazó mandar a líder alguno, cancelando aquel debate.

‘La clave’

Donde sí hubo debate fue, precisamente, en el programa de Balbín, La clave, celebrado el 1 de octubre de 1982. Balbín invitó a todos los líderes políticos del momento: Landelino Lavilla (presidente de la UCD, partido del Gobierno), Felipe González (secretario general del PSOE), Manuel Fraga (presidente de Alianza Popular), Adolfo Suárez (presidente del CDS), Santiago Carrillo (secretario general del PCE), Miquel Roca (secretario general adjunto de Convergencia), Xabier Arzallus (presidente del EBB del PNV) y Luis Uruñuela (secretario general Partido Andalucista-PSA).

Incluía, por tanto, a un partido que estaba electoralmente bastante muerto como era el PSA, como se acreditaría tanto en las generales de 1982 como en las municipales de 1983, por su consideración al resultado en las generales anteriores. También incluía al CDS, que no dejaba de ser una escisión de la UCD, pero con un cabeza de cartel suficientemente popular como era el Duque de Suárez.

Sin embargo, nuevamente Felipe González rechazó acudir y mandó para representarle a Alfonso Guerra. Pedro J. Ramírez, de Diario 16, entonces en guerra con Balbín, se apresuró a asegurar que sin González el debate de Balbín había fracasado, dado que ningún líder político aceptaría ir. Pero Balbín hizo sus gestiones y al final la marcha de Felipe sólo ‘contagió’ a Adolfo Suárez, que mandó a su delfín Agustín Rodríguez Sahagún. El resto de líderes sí aceptó ir y José Luis Balbín inició aquel debate mandado un mensaje a su ‘amigo’ Pedro Jota.

Manuel Fraga, de Alianza Popular, fue el principal ‘peso pesado’ en aquel debate, aunque quizá algunos de sus asesores lamentaron su exposición tan clara en temas como la pena de muerte para los terroristas. El caso es que Felipe González arrasó en esos comicios sin participar en debate alguno, y nombró a Balbín su primer director de Informativos de TVE tras su victoria. Habría que esperar 11 años para que hubiera un debate presidencial en condiciones.

(Continuará…)

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