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Verano azul + verano rojo = verano violeta

Feijóo no puede desaprovechar la oportunidad que ofrece presentarse a la investidura con el fin de colocar su mensaje

Verano azul + verano rojo = verano violeta

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. | El zapador

En el año 1910, Rudyard Kipling registró una máxima en su famoso poema If: «Al éxito y al fracaso, esos dos impostores, trátalos siempre con la misma indiferencia». Alberto Núñez Feijóo no hizo caso de aquellas sabias palabras y lo acabaría pagando muy caro. Se confió. Claramente ganó el debate electoral frente a Pedro Sánchez, sin embargo, el ocaso de su campaña fue un triste espectáculo teñido de pereza y soberbia. No compareció en el debate a tres y una imprecisión fatal en RTVE, mientras fue preguntado por la revalorización de las pensiones, le hicieron parecer un boxeador sonado. Confió en que las encuestas le llevarían en volandas hacia la Moncloa. No sucedió tal cosa.

Sánchez, perro viejo, un lince en estas lides, aplicó el manual de resistencia y supo aprovechar los errores de su adversario. No dio por perdido un balón, no se vino abajo ante la adversidad. Ciertamente, Feijóo anotó un gol prodigioso por la escuadra en la primera parte del partido (el cara a cara de Atresmedia), pero luego se mostró incapaz de volver a disparar a puerta en lo que restó de juego, esto es, en los días siguientes. Por el contrario, el muy ladino Sánchez no dejó de chutar a meta, una y otra vez, durante los 90 minutos. Muchos de los balones se fueron a la grada, algunos chocaron con el travesaño, otros se perdieron por la línea de fondo, la mayoría los atajó el portero, pero alguno que otro logró entrar bajo los tres palos, dándole la vuelta al marcador.

Jugando en casa, con el árbitro comprado, jugadores rivales amonestados, el público dejándose las cuerdas vocales en el estadio y los medios afines escribiendo y reescribiendo la crónica a su gusto, podemos decir que Sánchez —cambiando al símil boxístico (que no voxístico)— ganó a los puntos. Nada demasiado glorioso. También hubo algo de karate, pues aprovechándose del indeciso impulso de su enemigo, el líder socialista supo transformar sus propias mentiras en mentiras del rival. La maniobra salió redonda. Como la maza de Fraga, que sacaba polvo debajo del agua, logró lo imposible, a saber, un resultado contra todo pronóstico: que la suma de las derechas quedase a pocos escaños de la mayoría, que ahora todo dependa de un golpista que tuvo que huir de España.

El interrogante que emerge es el siguiente: ¿Qué puede aprender Alberto Núñez Feijóo de Pedro Sánchez?

El líder del Partido Popular ha obtenido más votos y más escaños que el PSOE, cuenta con un poder territorial fuerte, amén de una mayoría absoluta en el Senado; pero, primeramente, debe tener muy claro que posee la legitimad del ganador y debe utilizarla a su favor. Necesita apelar al patriotismo, a la coherencia… y, ante todo, adelantarse a su astuto contrincante. Pedro Sánchez con lo único que cuenta es con la posibilidad de reeditar un impopular Frankenstein 2.0 de una enorme debilidad

Feijóo ha de contactar con otras fuerzas políticas de manera reiterada y eso incluye a su principal competidor. Dice que ha quedado en hablar después del recuento del voto CERA. Muchos españoles agradecerían que rompiese el gran tabú de nuestra democracia: ofrecerle al PSOE un gobierno en coalición. Presumiblemente, Sánchez no aceptará, pero la estrategia mostraría a Feijóo como un estatista, como un líder dialogante que busca estabilidad en el centro, alejado de chantajes independentistas y de ruido populista. Otra opción es proponer un pacto de gobierno de dos años cada uno, alternando vicepresidencias, y ofreciendo al líder de los socialistas —desde ya— algunas carteras ministeriales en un posible primer mandato liderado por los populares.

Por supuesto, un peaje de obligado pago en las negociaciones con el PSOE es brindar a Guillermo Fernández Vara la posibilidad de gobernar en Extremadura, sirviéndole en bandeja la cabeza de María Guardiola. No queda otra y cualquier acercamiento que no contemple esta opción será rápidamente visto como un descarado ejercicio de hipocresía. De no dar los frutos esperados todas estas cesiones se podrían ensayar otras fórmulas, cuantas más mejor, sin dejar en ningún momento de concebir propuestas creativas

En el caso de que la alianza con Sánchez se haga imposible —por negativa de este último— Feijóo haría bien en redactar una carta dirigida a los barones y a las viejas glorias del PSOE, apelando a la lealtad hacia los valores constitucionales. Este sencillo gesto, sería muy útil, de cara a una eventual investidura. Pero ¿y si Pedro Sánchez acepta? Buena parte de la sociedad piensa que «su sanchidad» es un líder carente de elevadas ideas políticas y que su única convicción es la de atornillarse al poder. De ser cierta esta percepción, un gobierno de coalición le ofrecería la posibilidad de seguir gobernando y terminar su carrera política purgando los errores del pasado. Por otro lado, Sánchez no es tonto y sabe que el nuevo Gobierno tendrá que abordar cuestiones tan impopulares como la de recortar 30.000 millones en 2024 para cumplir con las exigencias de la Unión Europea.

En principio, el PNV se ha negado a entablar conversaciones con el PP, no obstante, Feijóo tiene que seguir insistiendo. La idea, como puede apreciar el lector, es no dar nunca un balón por perdido, un golpe por lanzar, una llave con la que anticiparse. Los populares no pueden desaprovechar la oportunidad que ofrece presentarse a la investidura con el fin de colocar su mensaje. No importa que no salgan los números. Todo indica que el PNV y el PSOE se abstendrían en una hipotética investidura de Feijóo. Aún con todo, nunca hay que tirar la toalla. Si el líder del Partido Popular quiere albergar alguna posibilidad, por mínima que sea, de ser ungido como jefe del ejecutivo español todo pasa por hacer guiños y concesiones a algunas fuerzas políticas del arco parlamentario y proponer un gobierno en solitario, sin la concurrencia de Vox

Supongamos que el PNV se abstiene. O que aparece algún tránsfuga del «PSOE bueno». Lo sé, es un escenario imposible, pero sirve para que los españoles se hagan preguntas. Los políticos quedarían expuestos y tendrían que ofrecernos las explicaciones adecuadas. En un gobierno del PP en solitario se traslada una decisión envenenada a Abascal de máxima responsabilidad: o gobierna Sánchez con sus socios o gobierna el Partido Popular en solitario. Ahí el líder de Vox tendría que demostrar su patriotismo y sentido del deber. Por lo tanto, no le quedaría más remedio que decantarse por la segunda opción. Y presiento que de buena fe lo haría. De hecho, ya se ha manifestado en esa dirección: «Nosotros no vamos a ser un obstáculo para evitar la conformación de un gobierno de destrucción nacional». Ni qué decir tiene, en esa hipotética investidura, Feijóo, el líder del centro derecha, tiene que volver a tender la mano a Pedro Sánchez una última vez. Aunque este no se la vaya a estrechar. 

¿Qué pasaría si el gallego no es investido? En ese caso se dibujan dos futuros posibles. En el primero Sánchez se presenta a la investidura y consigue ser presidente del gobierno con el apoyo de Sumar, nacionalistas e independentistas; el segundo es el de volver a una repetición electoral. En ambos escenarios, Feijóo ya tendría mucho ganado. La aritmética no favorece una alianza con Vox y al final la política, más que regirse por sólidos principios, versa sobre la obtención de poder, todo el poder y nada más que el poder. En Génova 13 lo saben. Son realistas y en las elecciones del 23 de julio comprobaron que el partido de Abascal es un lastre que activa a la izquierda. Y lo último que quiere el Partido Popular es que la izquierda se vuelva a movilizar. Tienen que abonar el terreno para el próximo llamamiento a las urnas, que quizá se produzca en pocos meses, tal vez en invierno. Y para esos próximos comicios Sánchez quedaría retratado una vez más. Los azules esperaban un verano azul. No va a ser posible. La única solución pasa por añadir unas gotas de rojo al color azul para acabar pintando el verano de color violeta.

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