Robles no encuentra a la primera general médico por la pujanza de la sanidad privada
La candidata más cercana al ascenso renunció al generalato para compaginar sus consultas en un hospital
La ministra de Defensa, Margarita Robles, llega a una reunión de la OTAN junto a asesores. | Flickr del Ministerio de Defensa
La ministra de Defensa, Margarita Robles, no ha encontrado en los últimos tres años a la militar que se convierta en la primera general médico de las Fuerzas Armadas. La candidata más cercana renunció por escrito a ascender al generalato para seguir compaginando su trabajo por las tardes en la sanidad privada, según revelan fuentes militares a THE OBJECTIVE.
Robles ha tenido tres promociones para intentar elegir a la primera general médico dentro de los Cuerpos Comunes. Las coroneles que han superado el curso de general han sido Nuria Olmedilla, Aurora Molina, Rosa García, Ana Betegón, Milagros Hijosa y Paloma Sánchez, pero solo la penúltima ha tenido luego opciones de ascender al generalato. «Ninguna estaba bien colocada en las vacantes para el ascenso. Robles no podía ascenderlas saltándose a otros hombres mejor colocados», subrayan en el entorno de la ministra. Sin embargo, hubo una candidata para ello, Mercedes Hijosa, que renunció a ascender para sorpresa de sus conmilitones. «La única cerca fue ella y renunció por su consulta privada», aseveran.
Hijosa dirige en la actualidad la unidad de Neurofisiología y la subunidad de los trastornos del sueño del hospital de la VOT en Madrid, un centro privado gestionado por la orden religiosa de San Francisco de Asís. Si hubiera ascendido a general médico, hubiera tenido que renunciar a su actividad privada ya que es incompatible con ese cargo dentro de las Fueras Armadas.
«Mandó una carta renunciando porque trabaja por las tardes y no quería dejarlo. Pagan (de general) poco más que coronel y dejar tus ingresos extra de la tarde es difícil», argumentan las citadas fuentes sobre el caso de Hijosa, que ha declinado hacer comentarios a THE OBJECTIVE sobre su llamativa renuncia. Además, en los últimos años ha habido numerosas denuncias cruzadas entre médicos militares y la Subsecretaría de Defensa que han acabado en los tribunales, de ahí que llegar a la cúpula de esta rama sanitaria tenga su riesgo y desmotive a algunos.
El caso de la coronel Betegón
Este colectivo se sintió «damnificado y descontento» al inicio de la etapa de Robles, ya que hubo varios ceses polémicos de coroneles -concretamente los de José María Abad, Vicente Velamazán, Antonio Fe, Guillermo Lanzas, Jesús Baquedano y la citada Milagros Hijosa- que sentaron mal en los Cuerpos Comunes. En algunos de estos casos, «las liquidaciones las vestían de cambio de destino», en palabras de uno de los damnificados.
El caso más llamativo fue el de la coronel Betegón, pionera entre las mujeres militares al ser la primera oficial en dirigir un hospital militar, el de Zaragoza, al que llegó en 2019 en sustitución del mencionado José María Abad y en el que previamente había trabajado durante ocho años.
Su trabajo como directora del hospital concluyó de forma abrupta al cabo de unos meses. En declaraciones a El Periódico de Aragón, Betegón confesó que su traslado a Madrid para formar parte del equipo de la Inspección General de Sanidad de la Defensa (Igesan), concretamente en subinspección, era «un salto en su carrera», pero personas de su entorno ya advirtieron en aquel momento que había recibido «con tristeza y sorpresa su cese fulminante» mediante una llamada telefónica. Al final, no ha logrado el ascenso a general médico que muchos de sus compañeros preveían.
Las Fuerzas Armadas cuentan en la actualidad con cuatro mujeres generales: Patricia Ortega, Begoña Aramendía, María Teresa Gordillo y Loreto Hurtado. La primera proviene del cuerpo de ingenieros del Ejército de Tierra, la segunda de la rama jurídica, la tercera del cuerpo de intervención, y la cuarta, del cuerpo de ingenieros del Ejército del Aire. Ortega ya ha llegado a general de división, pero desde febrero de este año está apartada como asesora dentro de Defensa tras su sorprendente cese como secretaria general del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), firmado por la propia ministra Robles.
La general Ortega fue destinada a la Secretaría de Estado que dirige María Amparo Valcarce como asesora en su gabinete, pero no se trató de un premio o ascenso en su carrera, sino todo lo contrario. Detrás del cese estuvieron una serie de encontronazos por asuntos de índole económica con su inmediato superior, el director general del INTA, el también general de división Julio Ayuso, que llevaron a la redacción de partes de quejas entre ambos que llegaron a la mesa de la ministra.
Su ‘condena’ es por tiempo indefinido ante las dificultades para encontrarla un puesto que se adapte a su perfil como ingeniera politécnica, así como a su escalafón, el más alto al que ha llegado una mujer dentro de los ejércitos. Necesitará una buena dosis de paciencia, pues no lo tendrá fácil de aquí a julio de 2026, momento en el que pasará a la reserva. Los ingenieros politécnicos son un cuerpo muy específico y reducido en número dentro de las Fuerzas Armadas. Una salida podría ser alguna de las subdirecciones generales que dependen de la Dirección General de Armamento y Material, pero se ha visto que no en el corto plazo pues lleva casi un año de asesora de Valcarce.
Aramendía, por su parte, apunta al cargo más alto al que puede llegar: el de asesora jurídico general de la Defensa, puesto que en la actualidad ostenta el general consejero togado Antonio Afonso, quien pasa a retiro en febrero y que el pasado mes de octubre elaboró un informe interno en el que denunció que las calificaciones para los ascensos dentro de las Fuerzas Armadas están infladas. Si ella consigue el nombramiento, romperá otro techo de cristal en el camino para ver algún día a una mujer en la cúpula militar.
