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Francina Armengol: yo no he sido

Su vida política a partir de ahora va a estar llena de espinas. Tal vez demasiadas para poder resistir

Francina Armengol: yo no he sido

Ilustración de Francina Armengol.

Cuando caen todas las acusaciones sobre uno, la mejor defensa es sentirse víctima y confesar estar no indignado, sino «indignadísima», como afirma Francesca Armengol Socías (Inca, Baleares, 1971), más conocida como Francina, farmacéutica y presidenta desde agosto pasado del Congreso de los Diputados, es decir, la tercera autoridad del Estado después del Rey y del jefe del Gobierno. Fue elegida en primera vuelta con mayoría absoluta. Armengol se ha visto salpicada por el famoso caso de la compra de mascarillas, si bien no está siendo investigada ni figura en ningún informe policial sobre las presuntas mordidas durante la pandemia del coronavirus.

Su caso es seguramente bien distinto al del exministro José Luis Ábalos –igualmente no imputado como ella–, cuyo nombre aparece cada vez más manchado en los tejemanejes de su colaborador Koldo García, un golferas vasco-navarro, que, al parecer, se enriqueció en la operación junto al menos dos personas más embolsándose cerca de diez millones de euros. El suyo puede ser consecuencia de una actuación incompetente y de pésima gestión. Ella dijo en un primer encuentro con la prensa que estaba muy indignada y que le daba asco que alguien pudiera haberse lucrado con una tragedia como la de la covid-19.

En una segunda comparecencia, casi dos semanas después de que su nombre apareciera públicamente por vez primera en los medios, la presidenta del Congreso trató de defenderse de las acusaciones diciendo que todo lo que había hecho cuando era jefa del Govern de Baleares había sido correcto: contratación, pago y reclamación del dinero –casi cuatro millones de euros– a la empresa que les proporcionó las mascarillas, mascarillas que eran inservibles.

Francina sostiene que todo se hizo en tiempo y forma. La gestión cuanto menos fue bastante singular. En pocos días su Gobierno declaró la idoneidad del producto, cuando no lo era, y en una semana pagó al proveedor, algo inaudito para los modos de cualquier administración pública. Tres años más tarde, antes de abandonar el Ejecutivo tras la derrota de los socialistas en las autonómicas baleares de mayo último trató de reclamar el pago y endosarlo a los fondos europeos. Eso no ha sido muy bien recibido en Bruselas. La Fiscalía Europea ha abierto una investigación a su Gobierno y al de Canarias, que en aquel entonces lo dirigía el hoy ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, por una operación similar, a fin de determinar si hubo prevaricación, tráfico de influencias y malversación.

Armengol se enredó en sus respuestas a los periodistas y no supo contestar, o eludió, con quién negoció la compra de mascarillas de la firma proveedora. Si hubo una intermediación de Ábalos, que era ministro de Transportes, o de su asesor Koldo García. En aquel momento, dijo la presidenta del Congreso, «recibíamos cantidad de llamadas de todas partes ofreciéndonos mascarillas». Ábalos, que en un principio excluyó hacer sangre después de negarse a entregar el acta de diputado como le exigió la dirección socialista por responsabilidad política en el escándalo, ha destacado que lo sucedido en las Islas Baleares fue una estafa y un quebranto para los contribuyentes. Una buena pulla para la hoy tercera autoridad del Estado.

Si él fue presionado por responsabilidad política, debe pensar, ¿por qué no pedírselo también a ella y al ministro Torres? De momento, Pedro Sánchez no tiene intención de indicarle la puerta a Armengol. Él ya lo ha dicho: «Francina Armengol tiene todo mi apoyo y no vamos a pedirle que deje el cargo». Portavoces del partido adelantan un tanto precipitadamente que su caso no tiene recorrido jurídico. Eso le ha dado alas. De una manera un tanto osada ha pretendido implicar en el caso Koldo al portavoz del Grupo Popular, Miguel Tellado, cuyo nombre aparece en el sumario por un supuesto encuentro que iba a tener con el colaborador de Ábalos. Tellado niega conocer a Koldo ni haber tenido intención de encontrarlo.

El PP ya ha pedido por escrito la cabeza de Armengol. Sostiene que no puede seguir en el puesto ni un día mas por ser cómplice de las supuestas mentiras de Sánchez en el caso. Tellado hila fino y cree que el jefe del Gobierno, consciente de las irregularidades ocurridas con las mascarillas en Baleares, decidió aupar a Armengol a la jefatura de las Cortes, y de esta manera estar aforada en el supuesto de que se viera salpicada en el escándalo. A lo mejor simplemente Sánchez creyó que su nombre caería bien entre vascos y catalanes por sus simpatías nacionalistas.

En cualquier caso, lo que resulta obvio es que la vida política de ésta a partir de ahora va a estar llena de espinas. Tal vez demasiadas para poder resistir. Con el partido de la oposición haciéndole frente le resultará complicado dar prueba de ser una primus inter pares y que su función es ante todo la de la neutralidad. Eso es lo que más le recriminan sus detractores.

Sintonía con el nacionalismo catalán

Francina siempre se ha declarado republicana y empatiza con el nacionalismo catalán. Durante sus años universitarios en Barcelona militó en un movimiento independentista. Trabajó unos años en la farmacia de su padre, que fue alcalde de Inca. Decidió emprender la carrera política –su sueño era ser cooperante en un país en vías de desarrollo– antes de afiliarse al socialismo y a hacer carrera primero como concejal en su ciudad natal, luego diputada en el Parlamento balear y finalmente presidenta del Gobern desde 2015 gracias al apoyo podemita. Tiene el grave borrón de haber ocultado y de no haber hecho nada para desmantelar una red de prostitución y tráfico de drogas en un centro público de menores cuando era presidenta del Ejecutivo autonómico.

Es una política segura de sí misma, pero muy leal a quien tiene el poder. En este caso Sánchez, pese a que respaldó la candidatura de Patxi López en las primarias socialistas que auparon por segunda vez al liderazgo del partido al hoy jefe del Gobierno en 2017. Eso no le pasó factura. Como tampoco su postura contraria a la decisión de apoyar a Marruecos en la autonomía del Sáhara Occidental. El asunto de la ex colonia es muy sensible para ella. En su día adoptó a dos niños saharauis, que hoy ya tienen mayoría de edad y son licenciados universitarios. Cree mucho en los equipos y así trasladó a todos sus asesores a Madrid cuando fue nombrada presidenta de las Cortes el pasado verano. Es una gran amante del mar y de la lectura, especialmente de autoras feministas aunque su escritor favorito es Stefan Zweig.

Armengol tiene dificultad para entender el reglamento parlamentario y voluntaria o involuntariamente -seguramente lo primero- tiende a apoyar con poca sutileza todas las iniciativas que vienen del banco azul del Gobierno. Por ejemplo, se precipitó en el uso de las lenguas cooficiales antes de que la Cámara lo aprobara. E igualmente sus discursos en la sesión inaugural de la legislatura y en el juramento de la Constitución de la princesa Leonor fueron muy polémicos. Los populares la acusan de haber convertido el Congreso en una sucursal de Ferraz, la calle madrileña donde se encuentra la sede de los socialistas. Actúa más como militante de un partido que como presidenta del Congreso, censuran sus críticos.

Muestra cara de fastidio cuando desde la bancada opositora la recriminan por no llamar al orden a algún orador independentista cuando desatan la furia, con nombres y apellidos, contra magistrados y periodistas y tildan directamente a la magistratura de franquista. Al líder de Vox, Santiago Abascal, le exigió que retirara sus palabras cuando en la investidura de Sánchez empezó a hacer un paralelismo entre la llegada de éste y Adolfo Hitler. Los ultraderechistas la odian.

Armengol siempre ha sido una persona muy celosa de su vida privada. Está soltera y sólo se conoce públicamente una larga relación sentimental con un constructor mallorquín, cuyo nombre saltó a la prensa local por una supuesta irregularidad inmobiliaria. Durante la pandemia su nombre trascendió por haber violado el confinamiento. La policía la encontró con sus asesores en un conocido bar de copas de Mallorca a la una de la mañana. Ella se disculpó y dijo que se encontraban allí después de una cena de trabajo para que uno de ellos se repusiera de un ligero mareo. 

Todo apunta a que Sánchez no quiere convertir en mártir a la presidenta del Congreso. Y por tanto no se le pasa por la cabeza utilizarla como cortafuegos en el supuesto que el escándalo de las mascarillas continúe extendiéndose, lo cual no es imposible. Si la Fiscalía Europea concluyera que las actuaciones de Armengol y el ministro Torres fueron delictivas entonces se vería obligado a dejarlos caer. Pero la caída podría provocar la suya y eso hoy por hoy, con la amnistía en el bolsillo y los presupuestos en la rampa de salida, no resulta verosímil.

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