La condecoración a Meloni: ¿cortesía o plan de Sánchez para huir del aislamiento en la UE?
El Rey apeló al «sentido común» y en Bruselas ven una operación de Sánchez para buscar nuevas alianzas
El pasado miércoles 11 de diciembre, el rey Felipe VI, acompañado de la Reina Letizia, se reunió en Roma con la presidenta del Gobierno italiano, Giorgia Meloni, el presidente de la República de Italia, Giorgio Mattarella, y los representantes de Exteriores del país transalpino. El encuentro tuvo como momento álgido la entrega de la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica a Meloni, así como al ministro Antonio Tajani, a la subsecretaria de Asuntos Exteriores, María Tripodi, y al embajador en España, Giuseppe Buccino. El Gobierno también otorgó al presidente Mattarella el Collar de la Real y Distinguida Orden de Carlos III.
La Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica representa una condecoración al más alto nivel del Estado español. Se trata de una distinción que fue instituida por el Rey Fernando VII en 1815, con el fin de «premiar aquellos comportamientos extraordinarios de carácter civil, realizados por españoles y extranjeros, que redunden en beneficio de la Nación o que contribuyan, de modo relevante, a favorecer las relaciones de amistad y cooperación de la Nación Española con el resto de la Comunidad Internacional». Se otorga tras aprobación del Consejo de Ministros, y lleva la firma tanto del ministro de Exteriores como del Rey.
Esa entrega, avalada por el Gobierno, despertó cierta polémica por las críticas pronunciadas en el pasado hacia la mandataria italiana. Sin ir más lejos, el PSOE calificó a Meloni de «fascista», mientras que Pedro Sánchez habló de gobierno «reaccionario» y de «ultraderecha». Esas declaraciones despertaron la reacción del ministro de Exteriores italiano, quien cuestionó el respeto en España del Estado de derecho tras la amnistía a los artífices del procés. En ese contexto de frialdad gubernamental, quedan por aclararse las razones que llevaron a Sánchez a entregar semejante reconocimiento a la intérprete de una corriente política contra la cual Sánchez dijo querer «erigir un muro».
Cuestión protocolaria
Fuentes diplomáticas activas en España, Italia y también en Bruselas apuntan a razones principalmente protocolarias. La visita de Felipe VI a Italia no es algo baladí. El Rey habló ante las Cortes italianas veinte años después de que lo hiciera su antecesor, Juan Carlos I, en 1998, quien, sin embargo, no habló en una única sesión a diputados y senadores (solo tuvo ese honor el Papa Juan Pablo II). Y su visita oficial a Italia fue la primera desde el comienzo de su reinado.
En un discurso centrado en los retos de la política internacional, Felipe quiso «reafirmar» y «renovar» en el Parlamento italiano el «mensaje de fraternidad entre los pueblos de España e Italia», así como la común «sensibilidad mediterránea» y el «sentido común» («buon senso», en italiano) de ambos países. El elemento de «cortesía» -sobre todo, si existen «malas relaciones» anteriores, subrayan fuentes diplomáticas- es evidente. Pero, ¿hay o puede haber algo más?
Fuentes parlamentarias sostienen que si bien es cierto que una visita de semejante importancia suele conllevar reconocimientos institucionales, recuerdan que el Gobierno de Sánchez ha afrontado por ello críticas por parte de los socios de investidura en un momento de difícil negociación presupuestaria. Pero en Exteriores califican ese coste político de «reducido», de «berrinche secundario», frente a la ventana de oportunidad que otorga la búsqueda de un acercamiento a Italia.
¿Acercamiento a Italia?
Las fuentes consultadas apuntan a cuestiones muy concretas que aconsejan un armisticio o pacificación con Meloni. Sobre todo en el ámbito de las políticas comunitarias. España es, por ejemplo, uno de los impulsores de los acuerdos de la UE con el bloque económico de los países de América Latina, conocido como Mercosur. Pero debe afrontar la oposición de Francia y Polonia. Italia jugará un papel «clave» en esa negociación, puesto que para tumbar el acuerdo hace falta una minoría de bloqueo formada por cuatro Estados miembros que representen el 35% de la población europea.
Además del Mercosur, una nueva alianza con Italia puede afectar a la negociación sobre las políticas pesqueras. Y hacer frente a los equilibrios renovados en la Comisión después de las elecciones europeas de mayo. Los conservadores se han reforzado, mientras que ecologistas e izquierdistas han perdido fuelle. Y Ursula von der Leyen, que hasta hace poco describían en Moncloa como la principal valedora de Sánchez, deberá responder a esos nuevos vientos políticos.
Ante un nuevo dominio de centroderecha en Europa, Sánchez corre peligro de ser el único representante socialista entre los principales países de la Unión. Los socialistas han salido del gobierno de Portugal y en Alemania se votará en 2025, con el SPD a punto de perder el gobierno. La ola conservadora llega en un momento crítico para Sánchez, sacudido por una batería de investigaciones judiciales que afectan a su entorno político y personal.
La vía del pragmatismo
De ahí que superar ese «enfriamiento» de las relaciones entre España e Italia puede reportar ciertos beneficios para Sánchez, quien, según las fuentes consultadas, estuvo al tanto y aprobó personalmente la entrega de la condecoración a Meloni. «Albares no da un solo paso sin el visto bueno de Moncloa», aseguran en Exteriores, y añaden otra clave de política internacional. Recuerdan que la prensa anglosajona describe a Meloni como el «puente» entre la nueva administración de Donald Trump y Europa, y de ahí el interés «pragmático» de Sánchez de superar las rencillas del pasado.
Sánchez, en definitiva, estaría interesando en enterrar el hacha de guerra. Esta es la conclusión a la que llegan fuentes parlamentarias y diplomáticas activas en la capital y en Bruselas. Aunque esa interpretación, centrada en el plan de Sánchez para huir del aislamiento en la UE, coincide solo en parte con la lectura esgrimida por los ambientes diplomáticos más oficialistas, que insisten en la decisión «protocolaria», de «cortesía», en el marco de una visita de Estado.
Sea como fuere, nadie descarta el «pragmatismo» en dicho asunto. Pragmatismo en el sentido de guardar las formas ante una visita institucional y en el sentido de que un gobierno acorralado por las sospechas de corrupción y preocupado por los nuevos equilibrios europeos está apostando por un acercamiento a una mandataria en boga en Europa que, si bien es una adversaria política, no forma parte de la familia de los populares. Algo que podría resumirse con esta fórmula: a mal tiempo, buena cara. Y que en italiano se traduciría por fare buon viso a cattivo gioco. Quizás sea esa otra interpretación del «sentido común» o «buon senso» invocado por el Rey en su discurso ante los parlamentarios italianos el pasado 11 de diciembre.