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Política

El discurso de Felipe González tras recibir el Toisón de Oro de manos de Felipe VI

El expresidente del Gobierno recibió el pasado viernes esta insignia por parte del Rey

El discurso de Felipe González tras recibir el Toisón de Oro de manos de Felipe VI

Felipe González recibe el Toisón de Oro de manos de Felipe VI. | Casa Real

Majestades,

Altezas Reales,

Autoridades del Estado,

señoras y señores.

En nuestra tradición histórica, la máxima distinción pública que puede recibirse es la concesión del Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro que otorga quien ostenta la Corona de España. Se reconocen con ella los méritos de quienes tienen el honor de recibirla. No se trata, pues, de un título nobiliario que se transmita por vía hereditaria; su posesión durará tanto como duren nuestras vidas.

En lo que a mí se refiere, permítanme que comience expresando la enorme gratitud que siento al recibir este Collar de manos de Su Majestad el Rey Felipe VI. Una satisfacción aún mayor por el hecho de compartir este acto, en primer lugar, con Su Majestad la Reina Sofía, una mujer admirable que ha entregado toda su vida adulta a servir dignamente a España y por ello se ha ganado para siempre el respeto y el afecto del pueblo español.

También con dos figuras eminentes de la democracia española, del derecho y de la política: Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Miquel Roca y Junyent, conocidos por todos los españoles nada menos que como ‘padres de la Constitución’. ¿Cabe mayor honor para un político y jurista que tus conciudadanos te reconozcan como padre de la Constitución que ha proporcionado a tu país el mayor grado de libertad, paz y progreso de la historia moderna de España?

Algunos me han oído decir que, con el paso de los años, la vida se llena de ausencias. Por eso creo interpretar fielmente el espíritu profundo de este acto evocando la memoria de los otros padres de la Constitución: Peces-Barba, Cisneros, Fraga, Pérez-Llorca y Solé Tura.

Imposible evaluar cuánto debe este proceso a la presidencia de Adolfo Suárez, entonces responsable del poder ejecutivo. Sin olvidar las aportaciones de políticos de primera línea entre los que debemos recordar a Carrillo. Y por supuesto, del Rey, que incluso antes del pacto constitucional renunció a cualquier forma de ejercicio absolutista de la jefatura del Estado. Sin ellos no habría sido posible la conquista pacífica de la democracia para los españoles. Una democracia marcada por la altura de miras hacia el proyecto común y el respeto a la pluralidad política y a la diversidad de los sentimientos de pertenencia.

La Transición política fue el momento histórico en que la sociedad española encontró, en su propia evolución, el punto de madurez preciso para asentarse en la institucionalidad democrática: con una monarquía constitucional respetuosa con todos y por todos respetada, una descentralización armónica del Estado que no condujera a la centrifugación del poder y la construcción progresiva de un Estado del bienestar fundado sobre la igualdad de derechos y de oportunidades.

Con 83 años y con más de 60 de dedicación a la actividad política, no les sorprenderá que les confiese que he tenido mucho tiempo para conocer nuestro país y pensar sobre él.  La gran cuestión histórica de España, la que la atraviesa longitudinalmente desde el origen de la Nación hasta nuestros días, es la de la convivencia entre los españoles. No es cierto, nunca lo fue, que tengamos un problema con España como tal: con quien lo hemos tenido, de forma latente o expresa, es entre nosotros. Por eso creo firmemente que nuestros problemas sólo tienen una solución aceptable si se afirma la paz civil como valor supremo. Entender esto fue la grandeza de la transición, de los que éramos más jóvenes y queríamos construir un futuro compartido, pero también de los que por encima de todo querían evitar la vuelta a la oscuridad de los tiempos precedentes. Recuerdo las lágrimas en silencio de los jefes del estado mayor republicano y de los que procedían del régimen en un acto conjunto que presidí. Tengo clavada en mi memoria su súplica: que nunca más se vuelva a repetir.

La confrontación como principio es dañina para todos los pueblos, pero ha demostrado serlo en su grado más extremo para el nuestro. Por eso, en este tramo final de mi vida, se acentúa en mí la convicción profunda de que el cometido más importante que tenemos los españoles es preservar a toda costa esta paz civil, un marco de convivencia pacífica que sea libre, ampliamente mayoritario y duradero. Eso es lo más trascendente para el bienestar colectivo.

La paz civil se sostiene en nuestro país sobre tres pilares imprescindibles: la libertad política, la equidad social y la diversidad cultural y territorial dentro de un proyecto común. Las tres cosas van de la mano, una no puede subsistir sin las otras dos. Esas siguen siendo, aquí y ahora, las bases necesarias y posibles de una convivencia fructífera.

En el decreto por el que se me otorga el Toisón de Oro se menciona expresamente mi dedicación ‘a la integración de nuestro país en Europa y en la comunidad internacional’. Agradezco especialmente la mención y aprovecho para decir que uno de los días más relevantes de mi período en la presidencia del Gobierno fue justamente la firma del Tratado de Adhesión de España a las Comunidades Europeas, que se celebró en este mismo Palacio Real hace 40 años. Ese día España supo dar su mejor paso adelante en su recorrido histórico.

Así que más allá de la gratitud, Majestades, reitero 40 años más tarde el compromiso y la voluntad de reforzar esos valores de convivencia en libertad porque estoy convencido de que siguen siendo la base para recuperar el prestigio del futuro como acertaba a expresar mi amigo Alfredo Pérez Rubalcaba, quien siempre insistió en la necesidad de que estos valores aniden de nuevo en nuestra sociedad para que la España joven sepa sentir orgullo por ser hija de la democracia más que por ser nieta de la guerra civil.

Esta España joven es la de la Princesa Leonor. Por eso quiero finalizar dirigiéndome a su Alteza, heredera de un legado que nos concierne a todos como sociedad y que estoy seguro sabrá administrar de manera acorde con los tiempos que le tocará vivir. Como tantos españoles de su generación tendrá ante sí un mundo distinto al que conocemos. Y le tocará interpretar bien ese futuro.

Es sabido que en esa tarea la memoria puede ayudar. Una memoria, Alteza, que resulta imprescindible si, como escribió García Lorca, ‘se recuerda hacía mañana’.

Muchas gracias.

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