
Envidia de Pablo Iglesias
Hace tiempo que caí en la cuenta de que envidio a Pablo Iglesias. El motivo de mi cainita bajeza podría figurar dentro de los márgenes de la estética, ya que posee una mata de pelo tan boscosa y saludable como exangüe y quebradiza es la mía. Otra causa que podría haber incitado mis celos es la facilidad que tiene el diputado para vivir con desapego a los bienes atractivos del mercado. Quizá la exhibición de su inmueble en televisión sólo fuera atrezzo proletario y haya halcones malteses ocultos entre sus salmorejos de marca blanca, pero sí estoy segura de que a Pablo no le come el coco la agónica trampa de las modas, y yo no puedo jactarme de ello.