El 13 de enero de 2016 comenzó la XI Legislatura, la más breve de la democracia pero también una de las más intensas que se recuerdan. Por primera vez, el Parlamento y el Gobierno se enzarzaron en un conflicto de competencias que acabó en el Tribunal Constitucional sobre si el Congreso podía o no someter a control a un gobierno en funciones. Mientras se resolvía el conflicto, el rey Felipe VI, que se estrenaba la ronda de contactos con los partidos que habían obtenido representación parlamentaria, se encontró con que Mariano Rajoy, al que propuso para que se sometiera a la investidura, «declinó» porque dijo no contar con los apoyos suficientes. Algo que no había pasado hasta entonces.
El rey se lo propuso entonces a Pedro Sánchez, líder del PSOE, el segundo partido más votado. Sánchez aceptó y comenzó una intensa ronda de negociaciones con Podemos y Ciudadanos. Los primeros se descolgaron en el último momento, y Sánchez se sometió el 2 de marzo a una investidura que de antemano sabía perdida, pues sólo contó con el apoyo de los diputados socialistas, los de Ciudadanos y uno de Coalición Canaria. Comenzó a correr el tiempo de dos meses que establece la Constitución para disolver las cámaras en caso de que nadie hubiera sido investido. Los unos culpaban a los otros, los otros a los unos por la situación creada, mientras Rajoy optó por quedarse al margen de las batallas. Así fue como el 3 de mayo se disolvieron las Cortes y se convocaron elecciones generales. Una situación de nuevo sin precedentes, pues era la primera vez que los ciudadanos tenían que acudir a las urnas en un plazo de seis meses para decidir quién debía gobernar el país. El domingo 26 de junio los españoles votaron y lo hicieron de forma muy parecida a diciembre. Volvió a ganar el PP de Rajoy con la diferencia de que mejoró sus resultados con 137 diputados, pero lejos de los 176 para la mayoría absoluta. El PSOE perdió cinco escaños mientras Podemos subió dos y Ciudadanos se dio el batacazo al perder 8. El resto de los partidos minoritarios se mantuvieron más o menos igual.
La XII Legislatura comenzó en julio y la amenaza de unas terceras elecciones aumentó ante la falta de acuerdos. Sánchez se negó a facilitar la investidura de Rajoy, provocando una crisis sin precedentes en el PSOE. El líder del PP esta vez decidió dar un paso al frente, negoció con Ciudadanos un pacto de investidura y al rey le dijo que sí, que se sometería a la votación. Confiaba en que se impusiera la cordura en el PSOE pero se impusieron las tesis del «No es no» de Sánchez. Sin la abstención de los socialistas era imposible que Rajoy fuera investido y el 31 de agosto en la primera votación y el 2 de septiembre en la segunda, perdió. De nada sirvió el acuerdo firmado el 28 de agosto entre PP y Ciudadanos. Los partidos de izquierdas junto con los independentistas catalanes, vascos y valencianos intentaron superar sus diferencias para formar un «gobierno Frankentein», como acuñó el PP a esta amalgama de siglas que finalmente no prosperó porque una parte del PSOE se negó.
Esa misma parte del PSOE decidió que había llegado el momento de facilitar la investidura de Rajoy, absteniéndose. Así fue como el 29 de octubre de 2016, tras más de 300 días con un gobierno en funciones, el candidato del PP Mariano Rajoy fue investido por el Congreso de los Diputados presidente del Gobierno en la segunda votación. El líder popular tomó posesión de su cargo a primeros de noviembre y formó un Gobierno en minoría que puso fin a más de 300 días con España en funciones y que durará lo que el propio Rajoy quiera que dure, pues es potestad del presidente del Gobierno disolver las Cortes y convocar elecciones generales cuando quiera.