Contra el columnismo literario
«En las páginas de opinión lo que esperamos encontrar son más columnistas fiscalizando al poder y menos elogio a los amigos»
«En las páginas de opinión lo que esperamos encontrar son más columnistas fiscalizando al poder y menos elogio a los amigos»
Escribo esto el domingo 1-O y por lo tanto desconozco si Carles Puigdemont, Oriol Junqueras o cualquier otro espontáneo con mando en plaza, pongamos por caso Anna Gabriel, tiene pensado proclamar la independencia de Cataluña desde el balcón de la Generalitat o encaramado a un bolardo del Paseo de Gracia durante las próximas horas. Si eso no ha ocurrido en el momento en que lean esto, es posible que ocurra durante los próximos días. Todos los puentes están rotos en Cataluña y el sector independentista posibilista, si es que alguna vez ha existido, ha sido arrasado por el sector independentista mesiánico. Lo que suceda a partir de ahora está, en definitiva, en manos del azar. El aleteo de una mariposa en la India puede provocar un huracán en el Caribe y en Cataluña hay en estos momentos millones de mariposas aleteando con furia africana.
A Antonio Baños, periodista, músico y cabeza de lista de la CUP en las elecciones autonómicas de 2015, le fotografiaron el fin de semana pasado trasegando gintonics en la terraza del Hotel Casa Fuster, uno de los más lujosos de la ciudad, junto al teniente de alcalde podemita Jaume Asens y el presentador de TV y productor de radio Toni Soler. Todos ellos declaradamente independentistas. Las redes sociales no tardaron en hacer sangre de tan pigmeo acontecimiento y en acusar de hipócritas a los allí presentes.
Un vídeo ha reabierto el debate. En él, un grupo de migrantes suplica clemencia y pide ayuda. Uno de ellos exclama: “¡Mi hermano, estamos muertos!”. Son más de 200 personas que proceden del Cuerno de África y están atrapados en Libia. El vídeo se ha viralizado en Facebook y han sido muchos los usuarios que han protestado por la violencia de las imágenes. Tanto es así que la Organización Internacional para la Migración se ha dirigido a la compañía de Mark Zuckerberg para que lo retire. En el comunicado añade que Facebook anima a los terroristas a mantener sus prácticas.
El amanecer del 2 de octubre será caótico. El día anterior se habrá celebrado un referéndum independentista ganado por abrumadora mayoría por el “sí” o no se habrá celebrado por razones que van desde la retirada de las urnas por parte de los mossos d’esquadra hasta vayan ustedes a saber qué.
Imagine que es usted el CEO de una empresa mastodóntica, una de esas que ningún gobierno puede permitirse el lujo de dejar caer. Una como Google. Un día, uno de sus empleados, llamémosle X, entra en su despacho y deja encima de la mesa una caja negra cuyo contenido usted desconoce. Al cabo de unas horas, los teléfonos empiezan a sonar. Ese contenido, sea el que sea, ha provocado la ira del resto de los empleados.
Dice Enrique García-Máiquez que siendo conservador uno acaba acostumbrándose a las derrotas. Le voy a dar una victoria. Un equipo de investigadores del Hospital de Niños de Filadelfia ha logrado que ocho corderos sobrevivan durante su último mes de gestación en un útero artificial similar a una bolsa de plástico con cierre de cremallera. El experimento abre la puerta al incremento de la esperanza de supervivencia de bebés muy prematuros, unos treinta mil cada año sólo en los EEUU.
Puede parecer una contradicción y de hecho lo es, pero existen famosos a los que no conoce nadie. Son esos a los que Xavi Sancho llama en este artículo “nanofamosos”. Celebridades de Instagram, o de Youtube, o de Vine, con cientos de miles de seguidores, a veces millones, y cuyos nombres suenan a chino fuera de su ¿minúscula? ¿gigantesca? burbuja de popularidad digital. Son gente como Cameron Dallas, Cory Kennedy, Dulceida o Gianluca Vacchi. Anónimos sin mayores méritos, cuyos quince minutos de fama no suelen durar más de un par o tres de años y a los que, aun sin profundizar demasiado en su obra, resultaría fácil confundir con macarras de bolera zumbándose el dinero de papá, adolescentes insustanciales capaces de ametrallar faltas de ortografía incluso hablando y exhibicionistas del esperpento que avergonzarían hasta a un tertuliano de deportes.
La Guerra Civil se comprende mejor desde la sección de comentarios de una noticia cualquiera de un diario español cualquiera.
En ¿Por qué luchamos?, el noveno capítulo de la serie sobre la II Guerra Mundial Hermanos de sangre, la compañía Easy americana cruza la frontera alemana y se topa con un campo de exterminio en las afueras de la ciudad de Landsberg. Los soldados, que hasta ese momento de la guerra desconocían la existencia de los campos nazis, descubren cientos de cadáveres putrefactos amontonándose en los barracones y a unas cuantas docenas de prisioneros esqueléticos. Uno de ellos cuenta que los nazis han abandonado el campo esa misma mañana, alertados de su llegada por alguien del pueblo. Antes de irse, han disparado a todos los prisioneros hasta que se les han acabado las balas.
Ando leyendo El árabe del futuro de Riad Sattouf, la novela gráfica que ganó en 2015 el premio a la mejor obra del año en el festival de Angulema (el equivalente del festival de Cannes en el terreno del cómic).
No es que hicieran falta muchas pruebas más. Pero por si alguien aún tenía dudas de en qué bando de la historia se mueve la izquierda reaccionaria que en España encabeza Podemos, Mélenchon se encargó de despejarlas todas de una patada cuando el domingo por la noche rechazó pedir el voto para el centrista Macron o a negárselo a Le Pen, que eran las dos únicas opciones adultas que le quedaban tras su derrota.
A Owen Jones, el escritor y comentarista de izquierdas de moda en Gran Bretaña, le ha caído una buena tunda en las redes sociales tras posar con una chaqueta de mil libras (unos mil doscientos euros) en una entrevista para la edición británica de la revista GQ al mismo tiempo que pontificaba sobre el fin del capitalismo.
100 razones por las que me sigue gustando Europa a pesar de todo
Si políticamente son una generación banal, hipersensible y victimista, unas plañideras de mesa camilla y vaso de Cola Cao, culturalmente son intrascendentes.
The Objective 3.0 el diario digital de la Generación Z
Es entrañable ver a esos periodistas que le dieron bola a las mentiras del padre de la niña Nadia (Pedro Simón, Mamen Mendizábal, Susanna Griso, Ana Pastor y Jordi Évole entre muchos otros) reconvertir lo que ha sido un pecado mortal de sentimentalismo en un pecadillo venial de falta de profesionalidad. “Debimos comprobar los datos”, dicen. No, hombre, eso es lo de menos. Lo que deberían haber comprobado más bien es su sensiblería. Porque no hay jeta, estafador y vendemotos de este mundo que no sepa ya que en la era de las ideologías bobitas y la pornografía sentimental se pesca antes a un incauto con el cebo del drama lacrimógeno que con el de la avaricia. Ahora la cosa ya no va por lo visto de cubiletes y pelotitas sino de niños enfermos o bombardeados.
El lasextismo quedó retratado en toda su gloria este domingo, cuando Jordi Évole presentó a un proveedor random de una gran cadena de supermercados random, probablemente una de las ocupaciones más plácidas y lucrativas de este país, con el rostro oculto y la voz distorsionada como si fuera un testigo protegido de los carteles de la droga mejicanos. Ya ven, ¡en España! Ese país donde los proveedores de cogollos de Tudela aparecen, semana sí semana también, emasculados y colgados de un puente por los sicarios de grandes empresarios valencianos del sector de la alimentación.
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