THE OBJECTIVE
Rebeca Argudo

Contra el columnismo literario

«En las páginas de opinión lo que esperamos encontrar son más columnistas fiscalizando al poder y menos elogio a los amigos»

Opinión
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Contra el columnismo literario

Unsplash.

Hay una guerra fratricida abierta en el columnismo estos días. Exagero, ni es guerra ni tan abierta. Por no ser, no es ni enfrentamiento. No porque no exista desacuerdo, sino por la desigualdad numérica en los frentes: a un lado solo estamos Cristian Campos y yo. Lo que convierte la batalla en, de tan desequilibrada, inexistente. Pero me sirve para abrir un interesante debate y no me resisto a ello. Hablemos de columnismo.

Para mí, es fundamental aquello que decía Umbral de sacrificar información, soneto y ensayo pero que lo contenga todo. Porque la columna necesita de la actualidad, del estilo y del análisis, pero sin pasarse demasiado con ninguno de ellos. O se corre el riesgo de deslizarse por la pendiente puramente documental de la notificación, la empalagosa del lirismo o la meramente evaluadora del examinador. Justo en el equilibrio entre todas ellas campa, chapoteante, la columna de opinión. Además, yo añadiría que es imprescindible que se aloje en un medio de comunicación y que cuente con un espacio limitado.

Llámenme purista, pero no considero columnismo los profundos pensamientos plasmados en un blog ni las ocurrencias volcadas en las redes sociales, como no considero columnismo el garabato más o menos ingenioso y descriptivo grabado en la corteza de un árbol o las páginas pares del diario íntimo de una adolescente sueca. Tampoco la prédica, por mucho que la ampare un medio, que se alarga hasta lo difícilmente defendible si atendemos a un elemental sentido de la elegancia, el respeto y el pudor. 

«Ahora, que el que más y el que menos tiene una columna de opinión, cada vez hay menos columnas de opinión»

Pero una corriente casi decimonónica avanza, imparable, como avanzaba La Nada por Fantasía, extendiéndose y amenazando con devorarlo todo. Si aquella lo hacía porque los humanos habían dejado de soñar y ya no inventaban historias, esta lo hace por todo lo contrario: por exceso, y no por defecto, de ansia literaria. A veces he bromeado con Campos, compañero en las armas, sobre lo atractivos, por exóticos, que me parecen los hombres sin columna de opinión. Ahora también los que no tienen un podcast, pero esa es otra historia.

Paradójicamente, ahora, que el que más y el que menos tiene una columna de opinión, cada vez hay menos columnas de opinión. Porque La Nada no quiere ni oír hablar de la actualidad, le parece una vulgaridad, le da sarpullido. Así que peina y repeina los bucles dorados de la niña mimada que es su columna y nos habla bonito de lo que le sale del papo, porque para eso tiene una y es solo suya. Y nos saltan a la cara, cinco de cada siete, como gatitos furiosos, el desayuno de un Proust de Aliexpress, tres atardeceres, alguna acacia triste, una reflexión poética sobre la paternidad, un cómo molan mis amigos y el viento inmóvil. Que la gente ya está harta de la política y la actualidad, farfullan. Y será verdad.

Pero será esa la gente que no compra los periódicos, los que no pagan una suscripción. Porque los que, mientras el café apenas borbotea y con la legaña todavía puesta, ya estamos abriendo en el ordenador doscientas pestañas con todas las cabeceras, lo que buscamos es precisamente eso. Y en las páginas de opinión lo que esperamos encontrar, parafraseo a David Mejía, en la retaguardia por prudente y por gentleman, son más columnistas fiscalizando al poder y menos elogio a los amigos.

«Confunden escribir con estilo con escribir de cosas que solo les interesan a ellos»

Más píldora nutritiva que nos haga pensar, replantearnos nuestras más firmes convicciones, tambalearse nuestras conclusiones intuitivas, y algo menos de estomagantes pasados los verdes pinos casi azules primavera. Confunden escribir con estilo, escribir bien, con escribir de cosas que solo les interesan a ellos, a sus amigos y a sus familiares de primer y segundo grado, con mucha subordinada, bien de anáforas, tres adjetivos por sustantivo y alguna esdrújula. Y a eso le llaman columnismo literario como lo podrían llamar mesa camilla con brasero. 

El columnismo literario no existe, afirmo. Como no existe el columnismo analítico ni el columnismo informativo. No existe porque no puede. Porque, de existir, dejaría automáticamente de ser columnismo para convertirse en otra cosa. Ni peor ni mejor, solo distinta. Lo que existe es el columnismo, por un lado, y por otro, los que lo consideran un género menor al que hay que elevar. Por eso lo llaman literario, porque no pueden desdeñarlo públicamente al ser el que les paga las facturas mientras el mundo descubre, por fin, el gran talento que son y entonces podrán, ya sí, dejar de perder el tiempo con esas nimiedades. 

Ojalá lo consigan. Saldremos ganando todos. 

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