Y es que Donald Trump había traspasado una línea roja que nunca antes ningún candidato se había atrevido a cruzar: cuestionar los futuros resultados electorales y anunciar su intención de no aceptarlos, si perdía. El empresario inmobiliario con negocios en todo el mundo, el multimillonario aprendiz de político e imagen de un populismo que parece extenderse por todo el mundo, se impuso a la favorita, a la representante del establishment, a la experimentada política Hillary Clinton. Trump no recurrió los resultados porque había ganado y, por tanto, decidió que no habían sido amañados. Este es el tipo de hombre que el próximo 20 de enero jurará el cargo como presidente de Estados Unidos, el inquilino número 45 de la Casa Blanca.
Trump ha sido elegido personaje del año 2016 por la Revista Time, por convertirse en el “Presidente de los Estados Divididos de América”. Se puede decir más alto pero no más claro. Tras su moderado discurso la noche electoral, parece haberse recuperado de la sorpresa inicial y ya ha comenzando a anunciar quiénes formarán parte de su gabinete. Personas con perfiles preocupantes pero muy en la línea del Trump que participaba en reality shows, que desprecia a los mexicanos y a los refugiados, que critica abiertamente a China y su política económica, que equipara a los musulmanes con terroristas, que niega el calentamiento global, que cree que todo lo que se hace en Estados Unidos es lo mejor y lo que viene de fuera es pernicioso y peligroso.
Este neoyorquino de 70 años está dispuesto a “comerse” el mundo, y para ello, cuenta con la inestimable ayuda de su familia. Para evitar compatibilidades, el futuro presidente ha anunciado que se desvincula de sus negocios dejándolos en manos de sus hijos. Curiosa forma de desvincularse, comentan sus detractores. Todo apunta a que el presidente de Estados Unidos no será un mandatario al uso, alabado por personajes como el presidente ruso Vladimir Putin, la líder de la extrema derecha francesa Marine Le Pen o el incalificable británico Nigel Farage, entre otros. El resto del mundo, mientras, sigue aguantando la respiración a la espera de que Trump entre en la Casa Blanca y comience a tomar decisiones.