El pavor que causa este tiempo último del año, el que obliga casi a pedir socorro con tal de salir indemne de la situación, que si la lista de los mejores libros, que si los momentos más importantes de estos meses en cada uno de los telediarios vistos, no es tanto lo que se vive como la repetición perpetua de lo que uno vive. En estos días de cuenta atrás, los cuartos, cuidado abuela con las uvas, vestidos horteras y luminosos como un cartel de motel de carretera, no pesa tanto el instante de lo que se sucede, cursis dixit, como la reiteración de lo que sucede. Despedimos el año con idéntico ritual todos los años. Agotador. Más aún cuando lo que estamos deseando es decirle adiós.