
Cataluña y la cultura de la victimización
Hace unos días se inauguró en Gerona la plaza 1 de octubre, hasta entonces plaza de la Constitución. La alcaldesa Marta Madrenas (PDeCAT) encabezó la fiesta y descubrió una placa conmemorativa con el siguiente texto: “Durante el referéndum del 1 de Octubre de 2017, la ciudadanía de Girona sufrió la brutal agresión de las fuerzas de seguridad españolas cuando ejercía de forma libre y pacífica su derecho de voto. Esta plaza quiere dejar testimonio de admiración, memoria y recuerdo del digno comportamiento del pueblo y de su coraje”. Si existe una constante en el nacionalismo catalán es su capacidad de engrosar su colección de agravios; un acontecimiento tiene interés solo si es posible reinterpretarlo como un ultraje al pueblo, para posteriormente eslabonarlo a una tradición victimista: 1714, la Guerra Civil, la sentencia del Estatut, el 1-O, el 155 o el penalti en el último minuto. Esta tendencia no es anecdótica: responde a un modo muy concreto de entender la realidad y, por tanto, la política. Se trata de una arraigada cultura de la victimización.