«Peluqueros deben hacerlo para que las mujeres que entren crean que van a recibir un corte de pelo, tomar una ducha, y después saldrán»
«Espero que no solo se estudie el Holocausto, sino todas las persecuciones que ha alimentado en la historia la mezcla letal de política, mentira y búsqueda a cualquier precio del poder»
El nacionalismo es la exaltación política de una nostalgia, y no es extraño que haya hecho su reaparición en un contexto de crisis de fe en el carácter inequívocamente positivo del futuro
En su viaje para epatar a la floreciente Norteamérica, Oscar Wilde pudo comprobar que él, jactancioso en el servicio de aduanas al especificar “no tengo nada que declarar salvo mi talento”, se iba a enfrentar a un mundo feroz, agreste y despiadadamente competitivo.
Ser occidental es ser mestizo. Llevamos en nuestras cabezas el cóctel de dos mundos que ningún sabio de hace dos mil años hubiera podido imaginar que acabaran mezclados. Por un lado, la cultura grecorromana, con sus dioses hermosos, sus generales triunfantes, sus argucias argumentativas en la academia y en el foro, sus esclavos. Por otro lado, el pueblo de los judíos, con su Dios sin forma, siempre derrotados por el último imperio en boga, hechos a la vida del desierto a través del que, cuentan, una vez escaparon de algún faraón.
Joseph Roth fue uno de los primeros escritores en advertir (de) que aquello de los nazis iba en serio. Cuando exquisitos como Zweig todavía quitaban hierro a la supuesta patochada, el autor de La leyenda del santo bebedor señalaba ya el huevo de la serpiente que unos años más tarde, junto al comunismo, decretaría el infierno en Europa. No es baladí destacar que Roth era un socialdemócrata difuso pero duro. Contradictorio, eso sí, y con sus demonios a cuestas. Judío que se hizo católico. Fascinado por el imperio Austrohúngaro. Alcohólico alucinógeno con una lucidez increíble.
La noticia llamativa del día es que la primera reedición desde 1945 de ‘Mein Kampf’, de Adolf Hitler, ha sido un éxito editorial en Alemania. Menos llamativa, pero probablemente más importante, ha sido la del superávit en la balanza comercial de la Unión Europea en 2016, que ha alcanzado los 296.000 millones de euros, de los que 280.000 millones los ha aportado por sí sola Alemania. Pero lo trascendental de verdad es Alemania a secas, la Alemania de 2017, la que económicamente lidera Europa pero políticamente sigue en ese limbo en el que se encerró para expiar la terrible docena de años en los que se dejó llevar por Hitler a una cadena de crímenes y horrores que las generaciones posteriores no han acabado de asimilar.
Hace algo menos de un año se publicó en Alemania una nueva edición de ‘Mi lucha’, el manifiesto de Adolf Hitler. La edición superó las expectativas más optimistas, y se ha convertido en un éxito de ventas.
¿Hasta dónde puede llegar la maldad humana? Los nazis se sentían orgullosos de estos campos, cuantos más muertos consiguieran, mejor serían vistos por Hitler.