
Agua, cuando ella quiere
Cuando el agua traga, no mira el color. Cuando el fondo reclama a la superficie lo que hará suyo para siempre, no escucha el idioma de los gritos. Cuando el oleaje azota y destruye, no lee la matrícula de las embarcaciones.
Cuando el agua traga, no mira el color. Cuando el fondo reclama a la superficie lo que hará suyo para siempre, no escucha el idioma de los gritos. Cuando el oleaje azota y destruye, no lee la matrícula de las embarcaciones.
Por más cuchillas, alambradas, palizas, piedras, zanjas y daño que queramos hacerles, sólo existe una explicación: la fuerza del hambre. Yo si sé lo que hay al otro lado. Yo si sé lo que les espera. Todos lo sabemos.
¿Por qué una foto entre millones termina convertida en icono? Lo desconozco, y para ser sincero, prefiero que siga perteneciendo al terreno de lo mágico, como el destino, el azar y el amor.
Algo nos falla cuando hemos perdido la sensibilidad y la sorpresa ante el dolor ajeno. Cuando se nos enfrió tanto el corazón que no conoce la empatía, mucho menos la solidaridad.
Continúa el drama en la frontera española de Melilla. Y continúa la izquierda clamando contra el gobierno y contra el capitalismo y contra la madre que parió a todo el mundo occidental.
La foto de ese niño filipino escarbando en las cenizas y la basura tratando de encontrar algo que llevarse a la boca vuelve a traer a mi memoria la imagen del negrito y el buitre.
Para acceder a Melilla se debe cruzar una doble alambrada de espino, una zanja de tierra de dos metros de profundidad y una pista de seguridad repleta de puestos de vigilancia.
Siguen llegando pateras con seres humanos que se juegan la vida a cambio de la esperanza de un futuro mejor. A veces las cuchillas les cortan y otras sencillamente se los traga el mar.