
La mesura española ante el otro
Sucede tras cada atentado: los portavoces políticos, los periodistas y/o los tertulianos, lanzan sus condenas, sus diagnósticos y sus propuestas. Los hay más audaces, otros son más idealistas, otros más contundentes, pero en general, tanto en los principales medios como en los partidos mayoritarios ha imperado (con excepciones que no alteran esta realidad) una retórica contraria al exabrupto ultra. España es, en este ámbito, un remanso envidiable en un entorno donde pululan con éxito Trump, Le Pen, Orban o Farage. Y eso que desde nuestra entrada en la UE en 1986, España, país de emigración hasta hace escasas décadas, ha vivido uno de los cambios demográficos más envidiables del mundo: la tasa de inmigración llegó a superar el 12% de la población en 2010 (a los que hay que sumar turistas durante todo el año) a la que vez que seguía mejorando una de las cifras de violencia ya de por sí más bajas del mundo.