
El problema de ser yo
¿Por qué nos cuesta tanto ahorrar para nuestra jubilación, si sabemos que en unos años lo agradeceremos jubilosos?
¿Por qué nos cuesta tanto ahorrar para nuestra jubilación, si sabemos que en unos años lo agradeceremos jubilosos?
Yo estoy doctorado en baja autoestima. Hay facetas de mi vida de las que huyo como las avestruces, hundiendo la cabeza en el olvido para no verme a mí mismo. Es lo que me pasa, por ejemplo, con los bailes de salón.
Paquiro era la síntesis de lo español: imprevisible, valiente, impetuoso, ignorante de convenciones y antiutilitarista. Me gusta el español porque es el tipo; no es copia de nadie. Será el último tipo de Europa, decía Stendhal.
Permítame el lector rogarle que, por unos instantes, se figure la siguiente escena. Un caminante, de no muchas luces, se topa, mientras atraviesa un frondoso bosque, con un río que debe por fuerza franquear si de llegar a su destino se trata. El hombre empero vacila, pues siente miedo de la corriente y no divisa ni aguas arriba ni aguas abajo vado alguno que le facilite el tránsito.
Si a uno le gusta mucho debatir (levanto la mano), y por tanto lo hace a veces con gente de ideas más izquierdosas, pero también más derechosas que uno mismo (mantengo la mano levantada), es probable que haya notado cierto fenómeno. Es mucho más frecuente que tu contrincante izquierdista se aparte del tema concreto de debate
Hoy escribiré sobre un niño. Es algo que durante siglos y siglos resultó inusitado: cuesta encontrar en la Antigüedad clásica referencias literarias a los más pequeños. Si te ponías a escribir unas letras, las dedicabas a los dioses, o a hombres egregios cuyas hazañas merecieran ser rememoradas. Un crío es poca cosa.
De entre los variopintos bichitos que pululan por internet, últimamente los troles concitan atención especial. Se trata de una especie que nos acompaña casi desde los orígenes de la Red: ya en el Usenet de los años 80 (la abuela de las redes sociales actuales) proliferaron, empeñados en soltar asertos ofensivos para desquiciar debates y enfurecer a debatientes. Hoy su genética ha evolucionado y son capaces de acosar, injuriar, amenazar, doxear y calumniar a todo el que se cruce con ellos en la selva internáutica.
¿Qué podemos esperar los jóvenes de la vida? ¿De qué manera los afecta la tecnología? estas son algunas preguntas con las que reflexiona Alain Badiou
Imagine que usted, amable lector, va leyendo absorto, por mitad de la calle, La República de Platón. Acompañado de Glaucón, el hijo de Aristón, bajé ayer al Pireo con propósito de orar a la diosa… Es un relato apasionante, repleto de claves que el paso del tiempo ha hecho que escapen a nuestra interpretación. Camina distraído, la cabeza gacha, los ojos fijos en el smartphone. Imagine también que, llevado por su obnubilación, no ha detectado el adoquín roto que se anuncia a solo tres, dos, un metro de distancia. Que da un tropiezo y, entonces, ¡ay! Todo pasa deprisa. Cae al suelo, fractura abierta de tibia y peroné, entre alaridos de dolor.
Por aquel entonces existían tres sexos: hombre, mujer y andrógino a los cuales Zeus partió en dos por razones que solo un dios entiende. Cada uno de ellos pasa la vida en busca de su otra mitad original. Y este es el auténtico sentido del amor.
Quizá Aristóteles hubiera usado Google para cotillear sobre las amantes de Filipo II de Macedonia. Todos tenemos alma de portera cotilla
Inicia sesión en The Objective
Crea tu cuenta en The Objective
Recupera tu contraseña
Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective