Nadie se hubiera fijado en ella de no haber aparecido en los periódicos y en todas las televisiones de Japón. Es una mujer joven, ni guapa ni fea, de facciones suaves y mirada un tanto perdida, vestida para no llamar la atención, que de vez en cuando levanta la voz para dar instrucciones.
Es preferible soñar con robots capaces de realizar más trabajos peligrosos e indignos de cualquier ser humano, como bajar a una mina sin suficiente protección, recoger azufre en un volcán o buscar diamantes a cielo abierto.
No hemos encontrado motivos para emprender la conquista de un lugar vasto que no sabemos si puede darnos los beneficios -para nuestros estándares actuales, inmorales- que dio la colonización a las metrópolis