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Qué puedo aprender de un avestruz

Cuando siente el peligro de ser atacado activa un mecanismo de supervivencia: se camufla

Qué puedo aprender de un avestruz

Pexels.

¿Sabías que los avestruces no esconden la cabeza bajo tierra? Es una falsa creencia con una larga tradición, pues fue en la antigua Roma cuando comenzó a divulgarse esta fakenews. Ni los etólogos -los biólogos especializados en explicar el comportamiento animal- han logrado poner freno a este ejemplo de desinformación, cuyo origen está en una mala interpretación de lo que observaron los romanos hace siglos.

Según la etología, el avestruz, cuando siente el peligro de ser atacado por un depredador y no tiene posibilidad de huir, activa un mecanismo de supervivencia: se camufla. Y lo hace agachándose e inclinando el miembro superior para parecer un arbusto, mimetizándose con su entorno. Se trata de un comportamiento inteligente que poco o nada tiene que ver con un acto de cobardía, como podría ser esconder la cabeza o mirar para otro lado con el fin de negar la realidad.

He comenzado este artículo con esta explicación porque yo mismo he estado a punto de caer en la trampa de los bulos. Iba a comenzar hablando del empresario-avestruz y del político-avestruz, para referirme a los líderes que consideran que no ver el problema soluciona el problema. Pero la curiosidad me ha salvado de cometer un error -como casi siempre-, porque llamar avestruz a estos líders sería como afirmar que tienen instinto de supervivencia. Nada más lejos de la realidad.

Y es que en los últimos días he salido de mi esfera de confort, de mi burbuja digital y mediática, donde siempre voy a encontrar un buen argumento que me de la razón. He tenido la oportunidad de escuchar en diferentes eventos a los negacionistas, aquellos que afirman que el cambio climático no existe, contradiciendo los hallazgos de los científicos. Son directivos y políticos que aplauden los recortes en políticas sociales, en diversidad o en el cuidado del medio ambiente, mientras nos llaman abraza-árboles a quienes hablamos de propósito, de ESG o de impacto positivo.

En pocos días, y entre murmullos de aprobación del público, les he escuchado decir que «nos dejemos de sostenibilidad porque lo que no son cuentas son cuentos»; «corren malos tiempos para la lírica de la ESG»; «últimamente se habla mucho de empresas con alma, cuando lo importante en la empresa es el cuerpo»; «la ética y la responsabilidad no son valores asociados al liderazgo»; «las empresas se crean para ganar dinero». Me pregunto si estos meta-líderes, que viven en unisersos paralelos a la ciencia, llevan razón. ¿Qué puedo aprender de esto?

El problema viene de lejos. Cuando hablamos de medioambiente o cambio climático nos acordamos del oso polar, del bloque de hielo deshaciéndose en la Antártida y pensamos que nos queda lejos. Pero sólo en España, el calor ha matado a 3.832 personas entre mayo y septiembre de 2025. Son muertes atribuibles a las olas de calor. Ciencia. Supone un número de fallecidos casi tres veces mayor que el registrado en los accidentes de tráfico a lo largo de todo 2024. Matemática.

La solución no pasa por alimentar la polarizacion y el catastrofismo. Como ya mencioné en mi artículo sobre transformación sistémica, «ni los olivos son de derechas, ni los ríos son de izquierdas». Que las empresas tienen que ganar dinero es algo tan evidente como que el mundo necesita un nuevo modelo de rentabilidad. Son dos cuestiones innegociables que tienen que aprender a convivir y equilibrarse. Pero, ¿cómo le explicas al negacionista que igual tiene que reducir su dividendo, que quizá va a tener que cambiar su modelo productivo por otro menos rentable, pero que mejore su impacto en el entorno? ¿Cómo le convences de que a corto plazo va a ganar algo menos de dinero, pero que a largo plazo va a ser más eficiente, más rentables y que, esta decisión, le dará una vida extra no sóla a su empresa, sino al mundo (por simplificar)?

Lo único que les puedo decir es que no es cuestión de convencer, ni es un acto de generosidad. Es simple supervivencia.

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